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«Asturias es mi casa y mi renacer», promete emocionado el venezolano Paul Montiel. Él llegó a Gijón en una etapa muy oscura de su vida y aquí sacó fuerzas de flaqueza para que el sol volviera a brillar dentro de su alma. «Yo conocí la ciudad de una manera y, cuando salí de Proyecto Hombre recuperado, me encontré con un Gijón distinto», explica. Fue una ciudad que lo enamoró tanto que le han ofrecido trabajos en otros sitios, pero él se niega a marcharse. «Mi paz y mi tranquilidad en la vida no son negociables», asegura, antes de prometer que no conoce «otro lugar tan mágico como este».
Esas sensaciones suyas las tiene otra asturiana de adopción, la camerunesa Cynthia Zebaze. «Yo me siento muy acogida en Asturias, me encuentro muy bien aquí porque ya llevo más de diez años», recuerda. Ella llegó a nuestra región por casualidad, en diciembre de 2011, y ya no entra en sus planes moverse de aquí. «El comienzo fue complicado porque las culturas son muy diferentes, pero no queda otra que adaptarse». Además, un mes después de asentarse en el Principado, Zebaze se convirtió en madre de una pequeña asturiana.
Daniel Fernández
Algo más de tiempo lleva por estos lares el conocido escanciador dominicano Wilkin Aquiles. «Vine hace diecisiete años y recuerdo que la primera semana me quería ir», se ríe. Ese pensamiento desapareció rápido de su cabeza porque «pronto vi un cartel de una sidrería que buscaba aprendiz, empecé y ya me quedé en la hostelería hasta hoy».
Muchos años de trabajo, como los del albaceteño José Jarne, quien llegó en 2005 , después de bastante tiempo viviendo en Zaragoza. «Me encontré en un lugar que es abierto y generoso, además Gijón es una ciudad que está viva los 365 días del año». Igual que Oviedo, adonde llegó la madrileña Lucía Morales, a los diecinueve años. «Vine para poder continuar con los Estudios Superiores de Violín», explica. «Mi plan inicial era quedarme un año solo y luego pedir el traslado a Madrid porque estaba segurísima de que Asturias no me iba a gustar nada, pero cuando llevaba dos o tres meses aquí, me di cuenta de lo mucho que me gustaba».
Un amor que también sintió el toledano Luis Rubio Bardón, cuando llegó al Principado en 1969. «Había oído hablar muy bien de la región y me vine a trabajar sin haber estado nunca», rememora quien fue director del aeropuerto de Asturias y presidente del Ateneo Jovellanos. «Me encontré con una región generosa, hospitalaria y muy alegre». Tanto es así que él ya se considera «tan asturiano y tan gijonés como el Cabo Peñas y EL COMERCIO».
Medallas, Hijos predilectos e Hijos adoptivos
MIRIAM SUÁREZ
CHELO TUYA
MIGUEL ROJO
P. A. MARÍN ESTRADA
Verónica García-Peña
A. S. González
Verónica García-Peña
Está claro que es un apasionado de nuestra región como la madrileña Paloma Martín, quien llegó aquí en agosto de 2019. «Antes había estado en Asturias muchas veces porque mi hermano vive aquí», explica. Y un día le surgió la oportunidad de abrir su obrador en Gijón y decidieron establecerse. «Nosotros estábamos viviendo en Gante y Gijón tiene un tamaño parecido, es una ciudad abarcable en la que te puedes mover cómodamente» y en, poco tiempo, estar disfrutando del mar o de la montaña.
Unas virtudes que tienen pocos lugares. Lo sabe bien Ricardo Fernández, el chef al frente del restaurante Farragua. «Yo estuve viviendo en muchas ciudades diferentes y ningún sitio me gustó tanto como Asturias». Lo tiene claro él y lo tiene claro la ciudadrealeña Rocío Rojas. «Había estado ya de viaje en Asturias y me encantaba. Desde hace un mes vivo aquí y estoy encantada». Por eso, todos ellos ya son asturianos de adopción.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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