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CHELO TUYA
GIJÓN.
Viernes, 8 de septiembre 2023, 00:55
Es difícil encontrar una imagen suya que no esté iluminada por una sonrisa. No es que ella no se enfade, lo hace y con genio, incluso con muchos tacos, habituales en su conversación, pero su sonrisa es su tarjeta de visita y su carcajada la ... coletilla con la que cierra muchas de sus frases. Porque Laura González (Avilés, 1941) sabe de la importancia de la risa para suavizar mensajes y lograr abrir puertas. Y en eso fue, es, una experta.
Sin el ruido y alharaca con el que otras personas potencian logros inferiores a los logrados por ella, Laura González ha dejado escrito, en silencio, sin postureo, su nombre en las mayúsculas de la historia asturiana y española. Fue concejala en Avilés en la primera legislatura democrática (1979) y siguió en las de 1983 y 1987. Fue la primera mujer en presidir la Junta General del Principado (1991). Bajo su mandato se celebró, por primera vez, el Día Internacional de la Mujer de forma institucional. Y, también, fue Laura, 'la asturiana' la llamaban en Bruselas, la primera eurodiputada por Asturias (1994-2002).
Un ser la primera ya desde nacimiento, pues es la mayor de cinco hermanos, que la llevó a lograr un nuevo hito en 2003: formó parte del primer gobierno de coalición en el Principado, el del PSOE e IU que presidió el socialista Vicente Álvarez Areces, y en el que ella se convirtió en la primera consejera de Vivienda y Bienestar Social.
Un mandato en el que siguió cosechando 'primeras veces'. Fue Asturias una de las primeras comunidades en tener una renta básica, conocida aquí como salario social y aprobado en diciembre de 2005, después de muchos (muchísimos) tiras y afloja entre los socios de gobierno.
Y con su impulso, incluso remango, fue Asturias la primera comunidad en arrancar, el 23 de abril de 2007, una ley llamada a ser pionera, pero que ha ido creciendo a trompicones: la Ley de la Dependencia. Mientras en el resto de España la norma, que debía haber entrado en vigor el 1 de enero de ese año, seguía en un cajón, aquel lunes, Día del Libro, a los centros de servicios sociales del Principado llegaron las primeras de valoración.
Todo ello siempre defendiendo las siglas del Partido Comunista, incluso cuando estas quedaron englobadas en la marca con la que la izquierda del PSOE se buscó su propio hueco: Izquierda Unida, IU. Y siempre remando a favor del equipo, siempre con disciplina, pero sin buscar protagonismo. Pese a su esfuerzo, lo cierto es que siempre tuvo los focos en su persona.
Porque esa mujer alta y delgada, con voz inconfundible, mirada brillante y sonrisa franca, llamó la atención desde que decidió que vivir en dictadura no era, realmente, vivir. De hecho, estuvo apunto de dejar de hacerlo cuando franquistas armados con metralletas rodearon la casa de su abuela Mercedes, la socialista que la metió en política. Buscaban ellos a un rojo para matarlo. Al final, no mataron a nadie, sino que hicieron nacer en la aquella guaja avilesina una roja vocacional.
Y así llegó la boda (1960) con otro rojo, José Antonio Martín Salinero, 'Sali', presidente del comité de empresa de Ensidesa por CC OO. El mismo que sería padre de sus hijas, Laura y Noemí. El mismo al que le obligó a quitar una pancarta en la Junta, cuando ella la presidía y él acudió para una protesta laboral. Y llegó la militancia en el PCA y en CC OO (1970) de una joven auxiliar de enfermería que se solidarizó con la huelga de limpieza en el Hospital San Agustín de Avilés.
Quizá el ser la mayor de cinco hermanos y haber sido una niña criada en una dictadura que perseguía a su familia, la convirtió desde joven en la matriarca familiar de todos, independientemente de su ideología política. Como Dolores Ibárruri, la Pasionaria, a la que tanto admira y con la que muchos la identifican, la imagen de Laura González se convirtió en un icono, en un sinónimo de cercanía. En su casa de San Martín de Laspra han comido su famosa fabada personajes de toda clase y condición.
Fue Laura un icono que se divorció cuando pocas se divorciaban, que volvió a tener pareja cuando pocas lo hacían, con Pepe Sierra, el alcalde de Grado por antonomasia, que se convirtió en la feliz abuela de Yara y Nel. Un icono que jura que Fidel Castro no le tiró los tejos y que tiene como estado de whatsapp otro ejemplo de su modo de vivir. Está Laura González 'en el cine'. Menos hoy, que estará en el Auditorio recogiendo su galardón.
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