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Nada es casual. El Principado entregó sus Medallas y títulos de hijo predilecto y adoptivo, distinciones llamadas a reconocer a los mejores, elevarlos y que iluminen el camino. Todo tiene un marco, un discurso, una intención. El acto solemne, organizado en el Auditorio Príncipe Felipe ... comenzó con pandereta y guitarra eléctrica, esa mezcla de tradición y modernidad que defendieron desde el escenario el dúo L-R, Leticia González y Rubén Bada, con una muñeira envuelta en sones de rock.
La cosa iba de eso, de reunir a más de 1.300 personas de la sociedad asturiana y juntos mirar atrás para encontrar el rumbo. Iba de explicar, cómo explicó la reconocida Laura González, que es la sanidad pública la que la mantiene viva y con la esperanza de encontrar «en una cuneta a su abuelo». De que el periodista Juan Ramón Lucas confesara cómo encontró el hogar en una tierra donde no nació. De que el empresario Antonio Suárez aclarara que en México montó un emporio, pero que aquí fue donde aprendió «a escribir, leer y conocer la vida», y eso no lo olvida.
Medallas, Hijos predilectos e Hijos adoptivos
Miriam Suárez
Chelo Tuya
Miguel Rojo
P. A. Marín Estrada
Verónica García-Peña
A. S. González
Verónica García-Peña
De que Luis Fernández-Vega admitiera que en él se reconocía a cinco generaciones de facultativos, de fama mundial y sede en Asturias. De que José Andrés mandara un vídeo explicando cómo un cocinero de Mieres está llevando comida a las víctimas de guerras y terremotos. De que Ángeles Flórez, 'Maricuela', mostrara la sonrisa con la que ha superado tanta historia negra de este país. La cosa iba de que Xosé Lluis García Arias contara que se puede defender una llingua desde la pasión y la academia.
Pero también de que Ana Cristina Tolivar Alas hiciera presente a su abuelo, el rector Leopoldo Alas, fusilado en 1937. O de que María Teresa Álvarez hiciera gala de su arte como escritora para andamiar, palabra a palabra, qué tiene esta región que tanto emociona.
Ese fue el marco, el preludio a un discurso, el del presidente del Principado, Adrián Barbón, con intención. Hablaba después de que por la mañana su amigo y arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, criticara a los «ecologetas», mentara el escándalo de Luis Rubiales como una «leyenda del beso» y rechazara la «carga ideológica de la Agenda 2030».
«Vivimos en la antesala de otro periodo en la historia de Asturias», dijo Barbón, con palabras que contrastaron con las del prelado. Esta es «la década del cambio», expuso. La región avanza «hacia un modelo verde, digital, sostenible, donde la lucha contra el cambio climático va a acabar imponiéndose como una de las grandes urgencias de nuestro tiempo». Pero no sólo. La Asturias a la que quiere ir es «una Asturias feminista que sólo los machistas desprecian por temor a lo que significa. El 'se acabó' es así un grito de rebeldía que Asturias comparte», manifestó Barbón.
«Asturias siempre será la tierra de la libertad», exclamó el presidente. En el propio acto institucional, aseguró, «todos tenemos espacio: hombres y mujeres, mayores y jóvenes, creyentes de múltiples religiones o no creyentes. Aquí no sobra ni se expulsa a nadie. Somos fiel reflejo de lo que es Asturias: plural, diversa, abierta y con futuro».
El Principado, reconoció, «ha vivido una crisis tras otra. Una especie de tormenta continua en la que apenas ha escampado. Es lógico que ese proceso haya oscurecido el ánimo y asentado el pesimismo, una especie de desesperanza colectiva».
En un momento sin mayorías parlamentarias ni en la Junta General ni en el Congreso de los Diputados, Barbón apeló al diálogo «con voluntad expresa de que fructifique en acuerdos». Lo defendió «por razones prácticas. Necesitamos la mayor unión posible dentro para defender nuestros intereses fuera. La mayor unión entre nosotros y la mayor unión, también, con todas las administraciones que comparten similares necesidades y planteamientos». A Asturias «el consenso le sienta bien», apreció.
En una intervención que saltó del español al asturiano y del asturiano al español, subrayó que era la primera vez que los presidentes del Congreso y del Senado, además de un ministro del Gobierno, asistían al evento, una referencia que puede anticipar la influencia que Barbón quiere rentabilizar en esta legislatura, en donde es uno de los tres presidentes autonómicos que le quedan al PSOE.
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No rehuyó ese contexto el jefe del Ejecutivo regional, explicando que tiene sus preferencias respecto a la investidura que está en juego («sería hipócrita negarlo») pero que «sea cual sea el resultado, mi Gobierno siempre va a tener el mismo norte: con toda lealtad y con la mayor exigencia, Asturias lo primero».
El uso del asturiano estuvo cargado de intención, si bien el presidente quiso desnudarlo de política. «No entiendo por qué quien se expresa o escribe en fala tiene que ser etiquetado ideológicamente», argumentó. Sobre la oficialidad, «ya conocen ustedes mi opinión», pero no iba por ahí la reflexión que quería hacer en el día de Asturias. «Hablo de la necesidad de desterrar cualquier sentimiento de inferioridad sobre nuestra historia, nuestra cultura y nuestra identidad», instó.
«Si reconocemos y apreciamos nuestra historia y nuestro patrimonio cultural, también aumentaremos la seguridad en nosotros mismos», aseguró. Llegan retos para la región y para enfrentarlos con éxito «no podemos encararlos menguados, encogidos de ánimo, sino conscientes de nuestras fuerzas».
Antes de que La Bandina Los Marnuetos, venidos desde la Casa de Asturias en Guadarrama, pusiera a todos en pie con el himno, se despidió Barbón con versos de su viceconsejera de Cultura, Vanessa Gutiérrez:
«Si la patria ye un temblor,
tu yes munches,
munches veces,
patria mía».
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