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Rodrigo Cuevas, Carlos López Otín y Luz Casal, tras la gala de los Premios de EL COMERCIO. Fotos: Damián Arienza / J. C. Román; vídeo: EC Audiovisual

Lo que no se vio de los Premios de EL COMERCIO

Del abrazo de Otín y Luz Casal al encuentro de Rodrigo Cuevas con su «güelita» y las colas para saludar al científico a las puertas del teatro

Viernes, 27 de septiembre 2024, 12:42

Acabó la gala de los Premios de EL COMERCIO pero ni se bajó el telón ni terminó la fiesta, porque fue ese el momento de los abrazos y los reencuentros. Sobre el mismo escenario del Jovellanos y en los pasillos del patio de butacas se vivieron algunas de las escenas más emotivas de la tarde, y eso que la emoción no dejó ni un instante la gala. Entre ellas, el abrazo de Otín y Luz Casal. Él no sabía que la cantante, con la que le une una estrechísima amistad desde hace años, estaría en Gijón para felicitarle, y no se encontraron hasta que todo terminó. Al cariño se sumaron las bromas y hasta una confesión del científico, que reveló entre risas que lo mejor de su carrera habían sido «las dos veces que fui telonero de Luz Casal». Se refería a dos intervenciones en sendos premios a la cantante, una en Madrid y la otra en L'Amuravela de Cudillero.

Al grupo se sumó Rodrigo Cuevas, que además de recoger felicitaciones de numerosos fans pudo encontrarse con su «güelita» y reñirla, aunque poco, por haber desvelado sus travesuras de guaje. Fue justo después de eso cuando departió con Luz Casal, un encuentro del que podría salir alguna colaboración futura. El tiempo lo dirá.

Y el tiempo fue lo que faltó ayer porque se quedó corto para tanto beso y tanto abrazo. Todos los premiados se los llevaron pero hubo uno que propició hasta colas. Sin duda los tiempos difíciles que Carlos López Otín ha tenido que vivir tan injustamente y su marcha de Asturias, a donde llevaba dos años sin venir, tuvieron que ver. Por eso fue recibido en el escenario con el patio de butacas en pie y por eso hasta pasadas las diez de la noche el científico más internacional de cuantos ha dado la Universidad de Oviedo seguía atendiendo a personas que querían darle las gracias: discípulos, colegas y decenas y decenas de enfermos y sus familias a los que ha atendido personalmente a lo largo de tantos años, una suerte de 'justicia poética' para reivindicar su incontestable e ingente trabajo.

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