![Rodrigo Cuevas. El agitador folclórico está viviendo uno de los mejores momentos de su vida. Todo lo que toca se convierte en éxito.](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/2024/09/27/96832243-kc0B--1200x840@El%20Comercio.jpg)
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Rodrigo Cuevas (Oviedo, 1985) está viviendo el que probablemente sea el mejor momento de su vida. Al menos de su vida hasta ahora porque este artista, Premio Nacional de las Músicas Actuales, agota entradas en cuestión de horas allá donde va y convierte en apoteosis cada escenario que pisa. Tiene en su haber tres discos, un libro y una exposición en Laboral Centro de Arte que, en su inauguración, abarrotó el espacio cultural gijonés como pocas veces había ocurrido. Además, este agitador folclórico es el alma que se esconde detrás de La Benéfica, un lugar dedicado al arte en el corazón de Infiesto, que todavía está inmerso en las obras de remodelación. Con todos esos logros y proezas, hay que sumar un nuevo galardón a su palmarés: el premio de EL COMERCIO en la categoría de Cultura, que marca un nuevo éxito en una trayectoria brillante, todavía con un larguísimo camino por delante. Esto es solo el comienzo de una carrera que tiene ya el listón muy alto.
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–¿Qué supuso para usted recibir este premio del diario EL COMERCIO en la categoría de Cultura?
–Estoy muy agradecido de que aquí en casa se me valore, de que el periódico esté contento con el trabajo que estoy haciendo y de que la gente lo aprecie. Me siento muy querido.
–Suele decirse que nadie es profeta en su tierra, a usted eso no lo pasa porque, cada vez que da un concierto aquí, agota las entradas. En el Niemeyer, por ejemplo, llenó tres noches seguidas. ¿Se siente profeta en su tierra?
–Yo creo que se me quiere bastante. El otro día en el concierto en Gijón, en la playa de Poniente en la Semana Grande, había mucha gente, así que sí, me siento muy querido por aquí.
–Últimamente no para de recibir galardones, entre ellos el Premio Nacional de las Músicas Actuales, ¿se acaba por acostumbrar uno a los premios y no los valora de la misma manera que los primeros que recibió?
–No te creas, yo intento pensar siempre que mucha gente también se los merecería como yo, pero que igual por falta de visibilidad no los reciben. Siento entonces que los premios son una consecuencia de la visibilidad que tengo y que por eso la gente pone el foco en lo que estoy haciendo, pero pienso que yo no soy tan especial (risas).
–Siempre se habla de lo difícil que es gestionar el fracaso en cualquier ámbito de la vida, pero también el éxito y acostumbrarse a convivir con él a diario tienen su enjundia. ¿Alguna vez se ha sentido sobrepasado por el éxito o le ha costado gestionarlo?
–No, pero sí que es verdad que alguna vez me sentí sobrepasado por la fama, con el hecho de que todo el mundo me conozca. Eso sí que me sobrepasa, pero el éxito no, si acaso podría decir que la parte negativa que tiene son las consecuencias que trae consigo, que es que te reconozca la gente.
–¿Recuerda algún momento en el que haya echado pestes sobre la fama porque hayan ido contra su privacidad?
–Por ejemplo, cuando aparece gente a buscarme a la puerta de mi casa.
–¿De verdad le pasa eso?
–Sí, me pican en casa y me dicen que vienen a hacerse una foto conmigo. En ese momento, digo 'ya valió, no puede ser'. La gente no mide, se cree que por ser conocido de repente eres un objeto o algo así y conseguir una foto contigo se convierte en una especie de conquista. En esos momentos la fama realmente me supera.
–Y en una situación tan disparatada como esa, con alguien que se planta en su puerta, ¿usted cómo reacciona, cómo les responde a esa actitud?
–¡Uy!, los mando por la carretera p'abaxu (risas). Les digo que no se invade la intimidad de la gente, que no se va a casa de nadie porque yo puedo estar en un momento malo, puedo estar encontrándome mal, o discutiendo con alguien... lo que sea, no importa. No se puede invadir la intimidad de las personas. Yo se lo explico a los que vienen y me dicen que vale, pero acto seguido me están preguntando que si me puedo sacar una foto con ellos y les vuelvo a decir que no, que no me saco fotos en mi casa. Hay mogollón de lugares en los que puedes pedirme una foto sin ningún problema, cuando estamos en La Benéfica o cuando estoy en un concierto o incluso por la calle, pero mi casa no es el lugar para pedírmelo, lo siento.
–En el concierto que dio en la Semana Grande de Gijón, cuando cantó el 'Soy de Verdicio' decía que le debe mucho a esa canción, ¿cómo recuerda ese momento en el que la sacó y de repente empezó a hacerse famoso?
–Me acuerdo que estaba en casa con las amigas y me decían que se estaba haciendo viral el vídeo que había subido. Yo no me hacía viral con nada y, además, de aquella hacerse viral no era tan normal como lo es ahora, que te haces viral con cualquier chorrada que subes a las redes sociales. De aquella fue algo raro y me dio vértigo en ese momento, la verdad.
–¿Con ese vídeo vivió su mayor salto a la fama o hubo algún otro momento en el que dijera con más rotundidad 'la que he liado'?
–Yo creo que el de 'Soy de Verdicio' no fue el salto más gordo que tuve, cuando me dieron el Premio Nacional de las Músicas Actuales, por ejemplo, tuve muchísima más visibilidad, pero hubo más.
–Le debe mucho a 'Soy de Verdicio' por lanzarlo a la fama, pero ¿a qué canción está más agradecido usted? Porque tiene otras como 'Rambalín' que son sumamente conocidas y aplaudidas por el público.
–Yo creo que la de 'Rambalín' sería una de las que más porque fue la primera canción que compuse, fue la primera vez que me animé a publicar lo que componía. La buena acogida que tuvo esa canción fue un emburrión muy grande para componer tantos temas en el segundo disco. Me dio seguridad.
–En sus conciertos suele hablar del acoso escolar, un problema que sigue muy presente en los colegios a día de hoy. Cuando mira hacia atrás, hacia su infancia, y recuerda alguno de esos momentos en los que los niños se metían con usted, ¿cómo le gustaría que los adultos le hubieran ayudado a enfrentar esa situación tan complicada? ¿Qué echó de menos?
–Yo lo digo en una canción, me hubiera gustado que los adultos me dijeran que no me preocupara tanto, que yo no estaba haciendo nada mal y que hubieran tomado medidas contra el agresor, contra el abusón. Mis profesoras en el recreo me mandaban quedarme con ellas y a los matones los mandaban a jugar como si fuera yo el problemático. Me hubiera gustado que actuaran completamente al revés y, sobre todo, insisto, que me hubieran dicho que no me preocupara y que yo no estaba haciendo nada malo, vamos que me hubieran quitado esa sensación de culpabilidad que yo tenía entonces.
–Con el paso de los años, siendo ya adulto, ¿se encontró alguna vez con esos niños que ejercían de matones cuando iba al cole?
–Sí, me los encontré mogollón de veces.
–¿No le apeteció en ese momento aprovechar para decirles lo que de niño no pudo o no supo decirles?
–No, porque yo tampoco tengo ningún rencor hacia ellos. Yo creo que los matones también son víctimas. Son víctimas de lo que escuchan en su casa y de los padres que tienen. Vivir en el odio y estar educado en el odio es muy duro también. Yo no creo que los guajes que son abusones o matones lo sean porque son malos, al contrario, yo creo que son inseguros y que no tienen los recursos necesarios para relacionarse con la gente de otra manera. Son niños que en casa maman que el que queda por encima es mejor que el que queda por debajo.
–Hablemos de algo mucho más bonito que aquellos momentos: el espacio cultural La Benéfica. ¿Cómo van las obras de rehabilitación por allí?
–Vamos muy bien. Hicimos este verano varias actividades como la exposición 'Artistas benéficos', y fue muy bien. Hay muchos artistas que quieren colaborar con nosotros todos los años y ahí estamos. Las obras siguen, entonces todavía estamos cerrados. Igual para noviembre o para diciembre están, aunque no queremos decir una fecha fija. Igualmente, seguimos programando actividades fuera del espacio y ahora ya cuando abramos será la vez definitiva, que tenemos muchísimas ganas de estar abiertos.
–Hablando de abrir, creo que se acaba de comprar el Palacio de Argüelles, en pleno centro de Infiesto.
–Uy... eso son rumores, todo rumores.
–¿No es verdad entonces que se lo haya comprado? ¿Se lo están inventando quienes lo aseguran?
–Ni confirmo ni desmiento (risas).
–Si ni confirma ni desmiente el rumor, la gente sabe que va a fantasear...
–Eso no se sabe, no se puede saber (risas).
–Volviendo entonces a lo que sí se puede saber: tiene ahora mismo abierta una exposición en Laboral Centro de Arte y firma el libro 'La Xorda. Nuevos cantares de chigre', ¿qué otras vertientes artísticas le gustaría explorar en el futuro? ¿Tiene algo en mente?
–Lo que más me gusta a mí ahora, más allá de la música, es escribir. Si algo tengo paralelo que me gustaría desarrollar próximamente es la escritura. Me gusta mucho.
–O sea que igual le vemos dentro de poco tiempo con el Palacio de Argüelles y con un libro nuevo bajo el brazo, ¡qué barbaridad!
–Pues no lo sé, eso del libro es que tampoco se puede saber (risas).
–¿Y qué tal lleva la vida por Piloña? ¿Nunca echa de menos la vida de la ciudad? No es tan habitual encontrar a personas de su edad viviendo en Asturias en el medio rural.
–Pues la verdad que no echo nada de menos vivir en la ciudad (risas). Cada vez que voy a la ciudad, digo '¡madre qué bien toy, qué hostilidad!'.
–Pero la zona rural también tiene su parte negativa, ¿no la encuentra? ¿No hay días de pleno invierno en los que le pese, aunque solo sea un poquitín, la soledad?
–¡Uy, qué va!, yo estoy encantado con la soledad. No le veo la parte mala a vivir en un pueblo, no la encuentro, estoy en la gloria viviendo aquí, de verdad lo digo.
–Para acabar, ¿habrá pronto disco nuevo? ¿Está ya preparando nuevas canciones para lanzar próximamente otro álbum o algún sencillo?
–Uno siempre tiene en mente lo siguiente que va a hacer, pero ahora estoy bastante concentrado en la gira y tengo poco tiempo para escribir y para preparar. Igualmente lo tengo ahí agendado.
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Equipo de Pantallas, Leticia Aróstegui, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández y Mikel Labastida
Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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