Arquitectura que acoge
Shigeru Ban ·
Por su contribución solidaria al proporcionar refugio en condiciones dignas a personas en situación precaria por emergencias sociales y naturales o conflictosShigeru Ban ·
Por su contribución solidaria al proporcionar refugio en condiciones dignas a personas en situación precaria por emergencias sociales y naturales o conflictosEn Japón denominan Kintsugi al arte ancestral que consiste en reparar objetos de cerámica valiosos con pan de oro. De este modo, grietas y roturas adquieren un valor estético, pasando a ser un elemento más de la creación artística. Este concepto –fuertemente arraigado en ... la cultura nipona– es aplicable a otras disciplinas y, en el caso de Shigeru Ban, se encuentra en la base misma de sus construcciones.
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Y es que en la arquitectura del japonés se impone, por encima de todo, una pulsión de vida, de adaptación y resiliencia. No en vano, el artista ha dedicado más de la mitad de su carrera al perfeccionamiento de arquitecturas que sirvan para alojar a las víctimas de catástrofes naturales.
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Que Ban reciba un premio Princesa no de las Artes, sino a la Concordia, resulta cuanto menos significativo pues reconoce la buena praxis de una disciplina tan asociada al preciosismo visual como al urbanismo irresponsable de quienes priorizan lo económico a lo humano. En este sentido, la trayectoria de Shigeru Ban constituye una perfecta muestra que la arquitectura puede y debe implicarse con las necesidades de la gente, de los barrios, del planeta. De la primera a la última, sus construcciones comparten la voluntad de servir a las personas y mejorar su día a día.
Cuando en 2011 el accidente nuclear de Fukushima asoló la región nipona, Shigeru Ban se puso manos a la obra y aplicó sus vastos conocimientos para diseñar un sistema de construcción ligero y rápido que pudiese alojar al mayor número de damnificados. Se trataba de una macroestructura de papel que permitía aliviar los problemas de hacinamiento hasta que comenzase la construcción de viviendas temporales.
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En un contexto como aquel, de horror y pérdida, puso su intelecto al servicio del bien común. Huelga decir que no era la primera vez que lo hacía. Y es que durante toda su trayectoria el japonés se interesó especialmente por esos lapsos en los que el ser humano se encuentra en su mayor vulnerabilidad. Las catástrofes naturales han sido su escuela.
Con 26 años, empezó a trabajar sobre imágenes de los refugios que la ONU levantaba en Ruanda para los tutsis. Utilizaban plásticos y postes de madera, pero el sistema de aislamiento era pobre y con más de dos millones de exiliados tutsis la historia se complicaba. Ban elevó su propuesta a la ONU, un sistema de tubos de cartón cuyo sistema ha ido perfeccionando a posteriori, dando a conoccer la técnica en países como Turquía o Haití. La acción humanitaria está en el centro mismo de la obra de Ban que, como consultor de la ONU y a través de su ONG 'Voluntary Architecths' Network, ha recorrido medio mundo enseñando cómo preparar campos de regugiados adaptados al entorno y los materiales disponibles en cada región.
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El resto del tiempo, lo ha invertido en erigir construcciones bellas, funcionales y, además, sostenibles. Buen ejemplo de ello lo constituye la catedral de Christchurch, en Nueva Zelanda, levantada en cartón tras el terremoto que devastó el país. Lejos de lo que pudiera parecer, la simpleza de los materiales que emplea Ban no está reñida con la ambición artística. Así, por ejemplo, la fachada central de Christchurch está presidida por una vidriera multicolor que, en las horas de luz, impregna de vida los recovecos de la iglesia.
Otra de las piezas emblemáticas del arquitecto es el centro de arte moderno Pompidou-Metz, ubicado en la región francesa de Lorena. El diseño de la cubierta, elemento protagonista de la construcción, evoca un sombrero tradicional chino. Consta además de una estructura de rejilla hexagonal que acapara todas las miradas, especialmente cuando cae la noche y la luz del interior se filtra hacia la superficie. Un efecto óptico que ha ido puliendo con los años como demuestra otra de sus construcciones estrella, el salón de conciertos Seine Musicale, ubicado en París.
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Ban es un firme detractor del desperdicio. Antes incluso de que se popularizasen conceptos como economía circular o sostenibilidad, el arquitecto nipón ya aplicaba estos criterios en su arquitectura. Si algo había aprendido durante su peregrinaje por las poblaciones devastadas del mundo era precisamente que ante el desastre el hombre solo salva lo necesario. Frente al afán acumulador y consumista de nuestra sociedad moderna, Ban reivindicaba recientemente en una entrevista «la complejidad que se necesita para hacer las cosas sencillas». De ahí su interés por los materiales reciclados o de fácil obtención y manejo como el cartón o el papel.
La labor de Shigeru Ban va más allá del diseño, parte de una voluntad de entender al otro y sus necesidades. En definitiva, de ayudar, de reconstruir.
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