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Carlos López Otín. Catedrático en el área de bioquímica. :: E. C.

«Sus discípulos nos llamamos con orgullo 'Margaritos' por habernos inculcado su pasión»

«Los que pertenecemos a su escuela somos una auténtica familia», destaca Ángel Zaballos, uno de sus innumerables colaboradores

ANDRÉS MAESE

GIJÓN.

Viernes, 8 de noviembre 2019, 01:47

Las muestras de cariño y de respeto hacia la asturiana Margarita Salas no cesaron durante el día de ayer una vez que se conoció la fatídica noticia de su fallecimiento. Muchas fueron las personalidades que recordaron su figura, pero las palabras más cariñosas ... hacia la científica fueron de sus pupilos. Aquellos que se formaron bajo sus conocimientos. Apodados por sí mismos como 'Margaritos' en homenaje a la «pasión por la ciencia» de la bioquímica, sus discípulos agradecieron con orgullo haberse formado y trabajado con una persona reconocida tanto nacional como internacionalmente por su labor en el mundo científico.

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El bioquímico Jesús Ávila de Grado fue el primer becario de Margarita. Su historia comenzó en 1969 cuando llegó al Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, desde entonces mantuvo una relación con su mentora tanto en lo «profesional como lo personal».

Ávila, actual director científico de CIBERNED, afirma que Margarita es «la mejor científica del Siglo XX». Pero el bioquímico también destacó su forma de trabajar. Calificada como una persona «rigurosa» en el día a día, el que fuera el primer becario de la asturiana indicó que «formaba muy bien a su gente, porque les enseñaba cómo hacer las cosas de un modo riguroso». Lo que más le llamó la atención de la asturiana en sus primeros meses con ella es que «los experimentos que uno hacía tenían que ser creíbles para todo el mundo y también exactos».

Su estilo a la hora de trabajar marcó a todos los alumnos que la conocieron como profesora. «Ese tipo de rigurosidad y su modo de trabajar perfeccionista fue muy importante y creó una escuela en la que lo imprescindible es hacer las cosas bien», apuntó.

La directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) desde el 2011, María Blasco, aprovechó sus años con la bioquímica asturiana y, como el resto de los discípulos, no se olvidará nunca de ella: «Vivió la ciencia con pasión y sirvió de inspiración para gran parte de la comunidad científica de nuestro país».

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Blasco fue la persona que desveló el apodo que crearon todos los científicos que pasaron por las manos de Margarita. «El CNIO está lleno de sus discípulos, a los que nos llamamos con orgullo 'Margaritos', por habernos imprimido su pasión por la ciencia», explicó. La dirigente del CNIO obtuvo su doctorado en 1993 en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa bajo la supervisión de Margarita Salas. Además de destacar la pasión de la bioquímica también subrayó «el rigor y las ganas de seguir adelante que nos transmitía a pesar de los momentos difíciles con los que nos podamos encontrar».

La relación con sus alumnos atravesaba las fronteras de las aulas. Así lo recordó Ángel Zaballos, el actual responsable de la Unidad de Genómica del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII): «Margarita siempre nos tuvo en permanente contacto. Cada cierto tiempo nos reuníamos todos y hacíamos encuentros en parte científicos y en parte amistosos». Las vivencias con la asturiana y el amor por la ciencia hizo que «los que pertenecemos a su escuela formemos una auténtica familia», explicó Zaballos. Entre ellos se encuentran el investigador de la Universidad de OviedoCarlos López Otín -de baja en estos momentos tras pasar por momentos difíciles-, que realizó una estancia post-doctoral en el laboratorio de Eladio Viñuela, también en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, y Marisol Soengas, que se encuentra entre las mejores investigadores del mundo contra el melanoma.

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La familia de los 'Margaritos' quedó ayer huérfana. «Todos vamos reconociendo a nuestros mentores y nos reconocemos como 'discípulos' de Margarita», detalló Zaballos. Sin duda este, su legado formado por tantos científicos, es el mejor premio que pudo recibir la asturiana por su labor.

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