No quería ni oír hablar de jubilación, así que prácticamente murió con la bata puesta. Era una trabajadora nata que disfrutaba de su cita diaria con la investigación, del placer de descubrir, que amaba tanto las ciencias como las letras, que añoraba Asturias ... desde la distancia de Madrid, que siempre estaba dispuesta para reivindicar la investigación y a las mujeres. Con 80 años, apenas a tres semanas de cumplir los 81 y el mismo día en que nació Marie Curie, se fue la bioquímica entregada, la académica de la RAE del sillón «i» -de inquieta, de intrépida, pero sobre todo de investigadora- , la marquesa de Canero nombrada en 2008 por el Rey Juan Carlos. Y en su adiós acaparó elogios llegados de todos los ámbitos, los propios de una pionera, una mujer tozuda, brillante y entregada que es la científica más grande y relevante de cuantas ha dado España.
Publicidad
Nombre absolutamente mayúsculo, «un referente» para la ciencia española en palabras de los Reyes, su vida se apagó en Madrid. Se había echado en falta su frágil estampa en las últimas semanas en los pasillos de su laboratorio en el Centro Nacional de Biología Molecular Severo Ochoa. Pero eran razones de fuerza mayor: estaba ingresada en la Fundación Jiménez Díaz de Madrid desde el 12 de octubre a causa de varias úlceras isquémicas. Allí sufrió varias paradas cardiacas, la última en la mañana de ayer, allí falleció y desde allí fue traslada al tanatorio de La Paz para ser velada y donde hoy será incinerada tras un servicio religioso a las 14.45 horas. A su lado, Lucía, la hija que tuvo junto al científico Eladio Viñuela.
Ella, que fue siempre calificada como la discípula de Severo Ochoa, deja como legado decenas de discípulos, hijos científícos que no dudan en reclamar esa maternidad de quien era capaz de generar entusiasmo, vocaciones, ese gusto por saber más y más, por dar ese paso más, que a ella la llevo de un pequeño pueblo asturiano -Canero, en Valdés, allí nació en 1938- al mundo en el sentido más amplio de la palabra.
Su padre era médico y alentó su interés por la ciencia en un momento en el que pocas mujeres llegaban a la universidad. Ella, con 16 años, después de formarse en el colegio de la Asunción en Gijón y acercarse a la ciencia de la mano de la madre Gloria, se fue a Madrid y allí se formó en la Facultad de Químicas de la Universidad Complutense, donde también se doctoró. Fue el inicio de una trayectoria brillante en la que se dio de bruces con el machismo imperante. Siempre denunció esa discriminación por ser mujer que sufrió en el inicio de su carrera y la que sufrió por ser mayor en el tramo final de la misma, que se desarrolló fundamentalmente en Madrid. Aunque fue precisamente un viaje a EE UU junto a su marido, Eladio Viñuela, en 1964 para trabajar en el laboratorio de Severo Ochoa en la Universidad de Nueva York en un postdoctorado, el que marcó su vida. «Conocí a Severo Ochoa en tercero de carrera. Mi padre y él habían estudiado juntos. Me invitó a una conferencia que daba en Oviedo y me fascinó», solía explicar ella, que quiso seguir su senda. Pero su aventura americana tuvo billete de vuelta. «Nosotros volvimos porque queríamos desarrollar aquí la biología molecular que habíamos aprendido con Severo Ochoa», aseguraba la científica.
En España descubrió la ADN polimerasa del virus bacteriófago phi29, que tiene una aplicación crucial en biotecnología: permite amplificar el ADN de manera sencilla, rápida y fiable. Por ello se usa en medicina forense, oncología y arqueología, entre otras áreas. Ha sido precisamente esta tecnología la que ha aportado más beneficios económicos al Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) a lo largo de su historia. De hecho, entre 2003 y 2009, representó más de la mitad de los derechos de autor de la organización, lo que permitió devolver millones de euros en inversión a la investigación financiada con fondos públicos, e hizo que Salas y su equipo realizaran nuevos avances en genética. Ella, ante la pregunta de qué momentos 'Eureka' había vivido en su trayectoria investigadora, citaba ese hallazgo junto a otros: «Yo tuve un momento muy emocionante cuando estaba en Nueva York en el laboratorio de Severo Ochoa y descubrí dos nuevas proteínas. De vuelta a España, hubo dos descubrimientos muy notables: uno, cuando encontramos que el ADN del virus bacteriano Phi29 tiene una proteína unida a los extremos del ADN y demostramos que inicia la duplicación del material genético y, después, cuando descubrimos que la ADN polimerasa, que se produce cuando el virus infecta a la bacteria, tiene unas propiedades fantásticas desde el punto de vista de su aplicación biotecnológica. De este último resultaron rendimientos muy importantes no solo desde el punto de vista científico sino también económico», dijo en su última entrevista con este periódico. Pero, quede claro, si bien presumía de sus logros siempre matizaba que era el equipo el que estaba detrás, que en la ciencia una sola persona no es capaz de llegar tan lejos.
Publicidad
No fue menor su tarea docente y como mentora. Grandes nombres de la ciencia española como María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas a quien supervisó su tesis doctoral, crecieron bajo su magisterio. No hay un solo científico español que no llore la pérdida de quien fue profesora de Genética Molecular de la Facultad de Químicas de la Universidad Complutense entre 1968 y 1992, así como profesora de Investigación desde 1974 en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CSIC-Universidad Autónoma de Madrid) y jefa de la línea Replicación y Transcripción del DNA del bacteriófago 29.
Jalonaron su carrera un sinfín de distinciones. Pero ella, nunca lo negó, siempre echó en falta una: el Príncipe o Princesa de Asturias. Quería ese premio para ser profeta en una tierra en la que siempre se sintió querida y que, si no le permitió recibir el aplauso del Campoamor, sí le dio la Medalla de Asturias en 1997. Pero es que también era hija predilecta de Valdés y adoptiva de Gijón, pero es que además en Oviedo hay una plaza con su nombre y en Gijón una calle. Pero, y sobre todo, es que el luto oficial decretado va más allá de las banderas a media asta y trasciende al bar y a la tienda, a esos espacios al que solo llegan las personas más respetadas. «Asturias es mi patria querida, siempre la llevo en mi corazón y sé que se me quiere», dejó dicho.
Publicidad
Más allá de ese Príncipe o Princesa que no pudo ser, la que fue la primera mujer española en ser miembro de la Academia de Ciencias de EE UU, atesora un listado casi interminable de galardones y distinciones: el Severo Ochoa de Investigación de la Fundación Ferrer (1986), Carlos J. Finlay de Unesco (1991), Rey Jaime I de Investigación (1994), Premio a los Valores Humanos del Grupo Correo (1998), Premio de Investigación de la Comunidad de Madrid (1998), Premio México de Ciencia y Tecnología (1998), Medalla de la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (1999), Premio Helena Rubinstein-Unesco Women in Science (1999), Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal (1999), Española Universal por la Fundación Independiente (2000) y Medalla de Oro de la Comunidad de Madrid (2002). La Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio (2003), el Premio Internacional de Ciencia e Investigación de la Fundación Cristóbal Gabarrón (2004), la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo (2005), Medalla de Honor de la Universidad Complutense de Madrid (2005) se unen a un currículo impresionante. Este mismo año recibió dos premios de la Oficina Europea de Patentes (OEP): al Inventor Europeo 2019 en la categoría de 'Logro de toda una vida' por haber puesto la secuenciación de ADN al alcance de muchos más investigadores y científicos y el llamado Premio Popular.
En su tierra sí fue, además, doctora honoris causa. En 1996 la Universidad de Oviedo le concedió un honor que le llegaría después de otras instituciones académicas: Politécnica de Madrid (2000), Extremadura (2002), Murcia (2003) y Cádiz (2004).
Publicidad
3 meses por solo 1€/mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.