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Rosa María Pérez en su bar.

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Rosa María Pérez en su bar. ÁLEX PIÑA
Lotería de Navidad 2022

«Ya era hora de que en esti pueblín tocara algo»

Revulsivo. Los comerciantes y hosteleros esperan que El Gordo de Navidad impulse a Moreda y que los agraciados «no se lo gasten todo en Oviedo y en Gijón, que monten algo aquí»

ANA RANERA

Sábado, 24 de diciembre 2022, 02:43

En Moreda de Aller solo hay estos días un tema de conversación. Todos los vecinos hablan constantemente sobre los 148 millones de euros que el jueves dejó en su pueblo El Gordo de Navidad, gracias al 05490. Una cantidad que, por suerte, estuvo muy repartida y que hace que «todos conozcamos a unos cuantos a los que les tocó la Lotería», tal y como comentaban ayer los vecinos en el mercado, en los bares y en las tiendas que se reparten por las calles de la localidad.

Unas calles que ayer estaban especialmente animadas, ya que más de uno tenía la cuenta corriente bastante más boyante que el día anterior. Esa bonanza económica animaba a muchos comerciantes como Enrique Fernández, quien estaba vendiendo cupones de la ONCE muy cerca de la administración de donde salió este primer premio, que marcó un hito en la historia de este concejo minero. «Hoy estoy vendiendo muchísimo más, gracias a la Lotería», celebraba feliz, mientras un puñado de clientes revoloteaba a su alrededor, en busca de otro golpe -golpazo- de suerte. «La gente quiere que el azar venga otra vez por aquí, así que estoy vendiendo la del demonio y eso es muy, muy de agradecer», lanzaba.

Enrique Fernández.

Él aseguraba que El Gordo era, de una manera o de otra, «bueno para todos». A él no le cabía la menor duda de que esta maravillosa nueva sería un revulsivo para la zona y deseaba que no fuera el único. «Espero dar yo el siguiente premio», se reía, antes de contar que el jueves, cuando empezó el Sorteo Extraordinario de Navidad, se asomó al local de la lotera Laura García y le dijo que «a ver si este año daba el premio». Sus palabras fueron un talismán o una premonición porque, un par de horas después de aquello, «la vi salir corriendo, diciendo que había dado el Gordo», recordaba encantado este hombre que pensó «que le iba a dar algo de lo emocionada que estaba», desvelaba.

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Afortunadamente, solo fue alegría lo que tenía Laura en el cuerpo y él tiene claro que muy merecida porque «ya era hora de que en un pueblín como esti tocara algo así».

Y no solo lo pensaba por los lugareños, sino también por las propias Laura e Irene, las chicas que regentan la administración número 3, «que son encantadoras y que se lo merecen muchísimo», comentaba, antes de valorar que ellas «siempre me dejaron que trabajara en su puerta, así que, si tienen cola, mejor también para mí», festejaba con una sonrisa, mientras vendía otro cupón más y se formaba una importante fila de clientes delante de él y de sus boletos.

Enrique tiene toda la razón del mundo en que esto es bueno para todos y, con él, coincidía -desde detrás de la barra de El Trébol- la hostelera Rosa María Pérez. Su bar está pared con pared con la administración de loterías agraciada, pero ella el jueves tuvo tanto trabajo que no fue consciente de que tenía una de las papeletas premiadas, hasta un rato después de que los niños de San Ildefonso cantaran el número. «Yo creía que no había comprado ninguna, pero me puse a mirar y apareció, la tengo», contaba anteayer, mientras se llevaba una mano a la cabeza incrédula y, con la otra, agarraba su billete afortunado.

Aida Fernández.

Un día después y, pese a los 80.000 euros que acababa de embolsarse, ella seguía poniendo cafés y cervezas sin respiro como si nada hubiera pasado. Estaba feliz por sí misma y también porque estaba convencida de que «esto le va a venir genial al pueblo y al concejo entero, para que se mueva más la gente y para que esto empiece a ir hacia arriba porque la verdad es que estamos en un bache», se lamentaba. Ella, además, reconocía que estos días todo el mundo entra al bar «muy contento y muy alegre porque le tocó a muchas personas que lo necesitaban y también a muchísimos jóvenes de aquí». Como es su caso.

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Su emoción la compartía Aida Fernández, en la panadería La Artesana. A ella, no le tocó nada, pero aún así, desprendía una euforia honesta, al ver a sus vecinos más afortunados. «Estoy muy ilusionada porque le tocó a muchos conocidos, amigos y vecinos y es muy emocionante verlo», confesaba. De hecho, a sus jefes les cayó algo y el jueves, en este obrador, «tocó brindar por ello todos juntos», explicaba. «Se lo merecen, abrieron la tienda hace ocho años y apostaron mucho por ella», los aplaudía esta trabajadora.

Ella deseaba que «esta lluvia de dinero nos traiga a los negocios locales más ventas» porque esta Navidad seguro que podrán hacer «más compras y algún regalo más», creía. Lo decía antes de celebrar que el premio estuviera «tan repartido» y que ayer todo el mundo entrara a comprar el pan «con una sonrisa». Así da gusto colocarse detrás del mostrador y dar los 'buenos días' a cada cliente.

Desde luego hay motivos para sonreír porque el Gordo mejorará la vida de bastantes personas y cambiará radicalmente la de algunos. No había más que ver las puertas de Montse Moda, donde unos cuantos lugareños charlaban sobre el premio, mientras Montse Rodero, la propietaria de la tienda, confesaba con pena que a ella no le había tocado nada. Igualmente, esta allerana dejaba a un lado la envidia porque le parecía que estaban viviendo un momento «muy guapo» y reconocía que el jueves se le cayó más de una lágrima. «Todo el mundo viene y te pregunta si te tocó y conozco a muchos que tienen participaciones. Oyes a la gente comentar que va a poder hacer esto o lo otro», se alegraba.

«Después del sorteo, fui a dar un paseo y te cruzabas con alguien y directamente te preguntaban que cuántas participaciones tenías tú», rememoraba, entre risas y sin acabar de dar crédito a lo que les estaba sucediendo en Aller.

Ella cree que, de momento, no va a incrementarse el número de ventas en su negocio, pero que, en unos meses, seguro que se empieza a palpar el empujón económico de la Lotería. «Ahora la gente va a aprovechar para comprarse una camisa de 140 euros y ya, cuando pasen los meses, vendrán aquí a por la de cuarenta», pensaba.

Esta allerana tenía posibilidades de haber sido agraciada porque es muy dada a jugar a la lotería y siempre les compraba papeletas a los chicos del Club de Atletismo Mieres, «pero este año no pasaron por la tienda los críos, si no siempre les compro», se lamentaba, ahora que sabe que el Gordo no solo cae en la televisión, también es cosa de la vida real.

En la tienda de moda Fernando, Rita Cordero deseaba que «algo del dinero se quede aquí y que no se lo lleven todo para Oviedo y para Gijón». Está claro que Moreda necesita que sus vecinos apoyen al pequeño comercio y también nuevas oportunidades laborales para las generaciones presentes y futuras, por eso esta comerciante deseaba con fuerza que alguno de los agaraciados «monte algún negocio por esta zona».

Habrá que darle tiempo al tiempo para ver si hay quien se anima a dar empleo por la zona. Rita no podrá hacerlo porque a ella no le tocó nada, aunque tuvo muy cerca el Gordo, se le clavó en la vista. «El día antes del sorteo fui a la administración y dudé entre coger el 05490 u otro y al final me decanté por el otro», decía resignada.

Hay decisiones que darán rabia toda la vida, aunque al final todos los que no fueron agraciados pedían seguir teniendo «salud» para poder seguir trabajando y que «el dinero quede en casa y no se vaya para los centros comerciales», porque muchos comerciantes temían que este premio pudiese ser «el fin definitivo de este pueblo porque los que tengan dinero se van a vivir para La Corredoria o para Gijón».

Ellos quieren que siga habiendo quienes apuesten por hacer crecer Moreda de Aller, un pueblín de pocos habitantes, que hace ya tiempo que se merecía que esta lluvia de millones salpicara muchas de las casas que custodian el valle del Caudal y que cada vez están más vacías. Ayer había esperanza en el mañana porque daba gusto ver a vecinos jóvenes, comprando ropa en tiendas de toda la vida y dejando de lado esas grandes cadenas que no tienen detrás el alma que levanta los pequeños comercios.

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