«Estoy feliz de ver a las jóvenes que nos siguen, es la forma de que no se pierda lo que hacemos»

–¿Cómo fue el momento en que reciben una llamada de España para comunicarles que les van a dar un premio?

–Ana Lía Gonzales: (Ríe) Al principio fue un interrogante, les pregunté un premio a quién y por qué. No entendía. Y, cuando me lo explicaron, pensé en Dora, mi madre, porque ella es la esencia. Fue la que empezó como cocinera de alta montaña y lo merece, porque es un legado que ha dejado a sus hijas.

–Ya ve una generación detrás que participa de eso que lograron unas pocas, usted entre ellas. ¿Qué siente cuando ve a las jóvenes? ¿Cómo ven las nuevas a las que lo empezaron todo?

–A. L. G.: Nos están dejando un legado, abriendo caminos en el sentido más literal que puede haber. Y no sólo en Bolivia, porque lo que hacen llega también al extranjero, que estemos en Asturias es un síntoma. Mi mamá y otras mujeres sembraron semillas que nosotras debemos seguir cuidando para que no se pierda, tenemos que esforzarnos. Mi mamá me enseñó siempre el valor del esfuerzo y el trabajo. Tenemos hecho el camino, yo voy a seguirlo.

–D. M.: Estoy feliz de ver a las jóvenes, de que no se pierda lo que hacemos. Ahora van también mis hijas y mis nietos. Me dan ánimos cuando estamos en la montaña y eso es algo hermoso. Por eso estoy feliz y contenta, porque no es algo que ocurra solo en familia, sino en muchas otras que veo y es muy especial cuando los hijos también quieren hacer lo que han visto hacer siempre a sus mamás.

–Agradece a su marido, Agustin, haberla llevado a la montaña. No siempre los hombres lo entendían...

–D. M.: Para nada, por eso es justo reconocer a los que sí. Es que las cosas han cambiado muchísimo en los últimos años, antes era impensable plantearlo.

–Ascienden con sus trajes típicos, con la chola (la falda). Y llevan en la subida a turistas con trajes de montaña de última generación. ¿Qué significado tiene el atuendo para las cholitas?

–D. M.: Esto trajes representan a nuestra comunidad, así que los mantenemos para proteger nuestras costumbres. Somos así, nuestras abuelas vestían así y sus abuelas también.

–A. L. G.: Y porque se estaban perdiendo.

–¿Se dejaban de usar en la ciudad?

A. L. G.: Y en la propia comunidad también, y eso no podía ser. A medida que las mujeres iban saliendo para la ciudad, los dejaban de usar porque tenían vergüenza de vestir de cholita y preferían ponerse pantalón. Es una mezcla continua porque la misma sociedad que obligaba a hacerlo es la misma que ahora aboga por protegerlo como hemos hecho siempre nosotras. Ahora nos reivindicamos y cada vez se ven más mujeres vistiendo la pollera (la falda), que es un orgullo porque es parte de nuestras raíces.

–¿Qué se llevan de Asturias, además del premio?

–D. M.: Amigas y cocina. Hemos aprendido mucho y nos han demostrado que podemos influir en mujeres de todo el mundo, empezando por las de nuestro país.

–A. L. G.: Ha sido una experiencia única por la que estamos muy agradecidas. Esta tierra es hermosa y tiene bellísimas personas.