JOSÉ ÁNGEL GARCÍA
Domingo, 8 de agosto 2021, 01:50
Saúl Craviotto (Lérida, 1984) ya puede codearse con otro piragüista como su amigo David Cal, ambos con cinco medallas olímpicas. Un honor que les sitúa en lo más alto del olimpo español, al que este ilerdense de nacimiento y asturiano de adopción -reside ... junto a su familia en Gijón- ha llegado tras sumar una plata en la prueba de K4 500. Aseguran aquellos que han estado a su lado en los días previos que Craviotto estaba nervioso. Más de lo normal. Ha sido un ciclo olímpico duro para él. Se complicó todo en el selectivo, siendo incluso acusado de amañar el proceso para beneficiar a algunos compañeros en detrimento de otros. Aquello ejerció un efecto negativo en la figura de Craviotto y a la vez le sirvió de impulso para pelear por las medallas.
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No fue posible en el K 1. Ni siquiera la había preparado de manera específica y no tenía claro si la disputaría. Lo decidió casi sobre la marcha. Esos días, acorde a sus buenas sensaciones, decidió apuntarse y doblar. Su gen competitivo salió a relucir a la espera de que le saliera una carrera redonda. Al final le faltó fuelle. Sus esperanzas de podio en Tokio pasaban por el K 4.
Tras haber alcanzado en Río su cuarta medalla, inolvidable aquel doblete a los pies del Corcovado con el oro en K2 y el bronce en K1, Craviotto se dio un tiempo de respiro. Aparcó la piragua y se metió «en un fregado», como dice él. Se apuntó al talent de cocina 'Masterchef Celebrity' y aquello cambió su vida. Como no podía ser de otra forma, Saúl ganó el concurso (no hay nadie más competitivo que él) y con esa fama en el bolsillo volvió a su rutina en el agua hasta que la pandemia lo paró todo. Fueron semanas complicadas en las que volvió al servicio, patrullando con sus compañeros en Gijón. uando la situación se calmó, pudo volver a la normalidad, persiguiendo ese sueño de la quinta medalla.
Para explicar el presente es obligado retrotraerse en el tiempo y volar hacia la niñez. En esa etapa empezó la relación de Saúl con el piragüismo. Y buena culpa de ello la tienen su padre Manuel y su tío Víctor, quienes lo practicaban a buen nivel desde su juventud. Siempre que la familia se iba de vacaciones, se buscaba un destino con agua. Y la piragua, bien sujeta, se encontraba en la baca del coche.
El por aquel entonces pequeño Saúl se subió a una de estas embarcaciones por primera vez con poco menos de un año, y cuando cumplió los siete comenzó a practicar el piragüismo con cierta frecuencia. Y eso que el fútbol, la natación y el kárate también tenían mucho tirón en su Lérida natal. Su madre Emma, en una especie de «ultimátum», de esos que solo saben hacer las madres, le pidió que «hiciera el favor» de decidirse por uno de ellos.
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En dicho momento, Craviotto eligió las palas. Comenzó a entrenarse en serio, tres veces a la semana, a los once años, y fue a los quince cuando recibió la llamada de la selección júnior de piragüismo.
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emilio v. escudero
EMILIO V. ESCUDERO
Efe / Reuters
Como no hay éxito sin sacrificio, le llegó el momento de tomar la primera decisión complicada: debía trasladarse a vivir a Madrid para continuar con la competición de alto nivel. La residencia del Centro de Alto Rendimiento Blume fue su nuevo hogar y el embalse de Picadas, en el municipio de San Martín de Valdeiglesias, su habitual lugar de entrenamiento. Mientras tanto, en Lérida dejaba a sus padres y a sus amigos de la infancia.
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El esfuerzo le trajo las primeras recompensas. Victorias notables. Se confirmó como un prometedor talento con 16 años en el Mundial de Curitiba (Brasil), donde obtuvo su primer metal, una plata, en categoría juvenil. Algo que refrendó tiempo después en el Europeo de Polonia sub 23, en el que ganó dos medallas de oro.
Al mismo tiempo, Saúl tenía claro que la piragua no le daría en el futuro la estabilidad económica que pudieran ofrecer otros deportes de élite. A los 18 años comenzó a preparar oposiciones para ser policía nacional, a los 19 las aprobó y a los 20 juró el puesto.
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Los malos resultados cosechados por la selección española en el Campeonato del Mundo de Duisburgo (Alemania), en 2007, obligaron a los seleccionadores a realizar cambios drásticos en el equipo. Se cambiaron las embarcaciones, las distancias de las pruebas competitivas y también los piragüistas.
Eran los cimientos de una de las duplas más exitosas del piragüismo español: Saúl Craviotto y el gallego Carlos Pérez Rial 'Perucho'. Ambos, además, perfeccionados desde entonces por el técnico luanquín Miguel García.
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Ya con un puesto de policía en Gijón, y con el embalse de Trasona como testigo de sus madrugones diarios, comenzó a prepararse para los Juegos de Pekín, donde logró junto a 'Perucho' su primer oro olímpico en la categoría de K-2 500. Se trataba de un logro impensable tan solo nueve meses antes, cuando comenzaron a entrenarse juntos.
En el camino a Londres 2012, a su palmarés se sumaron más medallas cosechadas en europeos y mundiales, tanto en K-1 como en K-2. Sin embargo, la dupla no logró clasificarse para la cita olímpica y Saúl tan solo acudió a competir en la disciplina de K-1 200. En la capital británica, Craviotto volvió a subirse al podio, esta vez con diez kilos más, ya que compitió en una prueba en la que era necesaria mayor potencia y explosividad.
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Con la medalla de plata al cuello, y el anillo de compromiso en el bolsillo, Saúl llevó a su novia, la gijonesa Celia García, a Piccadilly Circus, la plaza más famosa de Londres, y allí le pidió matrimonio. Se casaron en Gijón en septiembre de 2013.
De nuevo comenzó otro ciclo olímpico. Otra Olimpiada. Y esta fue dura. Más si cabe. Tocó sufrir. Craviotto no logró el billete a Río en el Mundial de Milán, en agosto de 2015, y pensó en la retirada: «Fue mi peor momento, fallé, me descoloqué y me vi fuera de los Juegos».
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Fue un momento humano, de flaqueza. Sin embargo, quienes mejor le conocen destacan de él su «fortaleza mental», algo que demostró al no arrojar la toalla. De nuevo se lo jugó todo a una carta, a treinta segundos de carrera, y por el camino largo: el preolímpico de Duisburgo. Y allí consiguió la plaza a Río.
Acudió a Brasil junto al palista Cristian Toro, con quien consiguió el oro en la modalidad K 2 200. Y dobló la apuesta. En el penúltimo día de competición ganó el bronce en el K-1 200.
La plata en Tokio le deja contento después de tanto sufrimiento, pero también le motiva a continuar subido a la piragüa. Su ilusión, unos quintos Juegos y por qué no, una sexta medalla. Solo él puede lograrlo.
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