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OLAYA SUÁREZ
GIJÓN.
Jueves, 6 de septiembre 2018, 03:36
El exceso de velocidad no fue la causa que desencadenó el accidente del autobús del lunes pese a que superaba en unos 20 kilómetros por hora el límite de 70. Las investigaciones consideran que la falta de reacción del conductor, que en ningún momento ... intentó frenar o enderezar el rumbo, es la clave para determinar el desencadenante del siniestro que se cobró cinco vidas y dejó heridas a quince personas.
La Guardia Civil de Tráfico avanza en los trabajos con la lectura del tacógrafo del autocar, que ha determinado que circulaba a una velocidad de entre 80 y 90 kilómetros por hora en el momento en el que impactó de forma brutal contra el pilar del nuevo puente del Parque Empresarial, en Llaranes (Avilés).
En el tramo en el que el lunes se produjo el siniestro existe una limitación de 70 kilómetros por hora. El hecho de que se tratase de una zona de vía recta lleva a centrar las pesquisas en el comportamiento del conductor al volante, en saber qué motivó que perdiese el rumbo, invadiese el carril izquierdo y se llevase por delante numerosos 'jerseys' de obra con capacidad para 100 litros de agua cada uno antes de chocar frontalmente contra la columna. Los agentes aún no han podido tomar declaración al chófer, Omar López, que se encuentra en ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Central de Asturias. Su estado continúa siendo muy grave, tras haber sufrido varias amputaciones.
Hasta que los investigadores puedan entrevistarse con el conductor y los facultativos emitan un informe médico para tratar de determinar si sufrió un desvanecimiento, los trabajos se centran en la lectura del tacógrafo y en la reconstrucción del accidente.
La empresa ALSA mantiene que el autobús circulaba a 55 kilómetros por hora «instantes antes» del impacto, según los datos registrados por el sistema de gestión de velocidades con los que van dotados todos los autobuses. Los registros de días anteriores del mismo conductor muestran esa misma velocidad en dicho tramo.
A 55 kilómetros por hora el impacto provoca unos daños en la estructura del vehículo que aumentan si circula a 90 kilómetros y, en el caso del autocar siniestrado, la investigación ha encontrado daños más compatibles con el segundo supuesto.
El chófer conocía a la perfección el recorrido entre Cudillero y Gijón y lleva siete años trabajando para la compañía. En 2015 permaneció once meses de baja, si bien, en los dos últimos reconocimientos médicos de 2016 y 2017 fue valorado como apto para desempeñar su profesión. Sus allegados explican que durante el tiempo que permaneció de baja laboral sufría mareos y episodios de vértigo por problemas de cervicales, una patología habitual entre los conductores y transportistas por permanecer durante muchas horas en la misma posición.
«No hay otros motivos aparentes a la indisposición porque se han analizado otras probabilidades como un fallo por el estado de las ruedas, pero en la carretera no había ninguna marca de arrastre a pesar de que había una anchura suficiente y tenía tiempo de frenar, entró recto, lo que hace pensar que sufrió algún problema», señalaron fuentes de la investigación a Efe.
La investigación corre a cargo del destacamento de Tráfico de Gijón, perteneciente al Subsector de Asturias. Cuentan con el apoyo del Equipo de Reconstrucción de Accidentes de Tráfico de la Benemérita, un grupo de agentes altamente cualificados que han participado en el esclarecimiento de otros graves accidentes de autobús, como el de 2015 en Cieza, donde fallecieron catorce viajeros, o el de Pola de Lena en 2006, en el que murieron dos niños y dos monitoras que regresaban a Gijón de un campamento de boy-scouts.
La Benemérita ya ha tomado declaración a la mayoría de los 20 pasajeros que viajaban en el autobús, excepto al conductor y a los tres heridos que permanecen ingresados en el Hospital Central de Asturias. Además de los pasajeros, los investigadores han citado a las personas que prestaron las primeras atenciones a las víctimas antes de la llegada de los servicios de emergencia. Se trata de otros conductores que circulaban detrás del autocar y de los operarios de la obra que se encontraban en las inmediaciones y no lo dudaron ni un segundo a la hora de acudir a liberar a los heridos y ayudarlos a bajar del vehículo.
Todos los viajeros coinciden al recordar que «el conductor no hizo ademán de frenar la dirección ni de enderezar la marcha» cuando unos 300 metros el autobús invadió el carril izquierdo y comenzó a embestir las barreras de plástica que señalizaban el tramo de obras. Uno de esos 'jerseys' llegó a impactar contra la luna de la parte derecha y reventarla. Ni aún así el chófer pareció percatarse de lo que estaba ocurriendo y de su vertiginosa marcha directa hacia el pilar del puente.
Uno de los testigos relató que incluso le dio tiempo a colocarse el cinturón de seguridad del asiento y agarrarse fuertemente para intentar amortiguar el golpe, que resultó brutal. Este mismo viajero explicó que la columna le quedó a escasos centímetros de la cara.
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