Los médicos estudian si el parricida de Soto de Ribera sufre un daño cerebral

Los familiares que han declarado ante la Guardia Civil relatan que no tenía diagnosticada ninguna patología mental, un extremo que así se constata en los servicios médicos, donde no consta consulta alguna en salud mental y tampoco ninguna visita a atención primaria que pudiera revelar alguna patología psiquiátrica. Cabe destacar además que dio negativo en alcohol y drogas tras ser sometido a pruebas. La Guardia Civil investigó en su historial médico y no halló consultas referidas por salud mental ni ningún tipo de tratamiento relacionado con esta especialidad por lo que abre otras vías. Sus allegados aseguran que no se trata de una persona violenta y que nunca manifestó un comportamiento anómalo, únicamente e un carácter reservado e introvertido.

El relato del crimen de Miguel Ángel Muñiz empieza en la casa que compartía con su hijo Pablo en El Picón, en una ladera frente a la central térmica, a orillas del Nalón. Pocos minutos antes de las diez de la noche del pasado martes, en mitad de la oscuridad, el hombre, de 73 años, celador jubilado, salió sangrando y despavorido del domicilio, gritando y pidiendo ayuda desesperado. Recorrió los apenas 20 metros que le separaban de la casa de Celso y Luisa, sus vecinos de toda la vida, y aporreó la puerta en busca de ayuda. Allí la alcanzó su hijo, fuera de sí, con un machete en la mano, con el que ya había atacado en el pecho a su padre.

Fuera, justo en la puerta, Pablo decapitaba a su padre, la persona que más le había apoyado a lo largo de sus 46 años y con quien tenía una fraternal relación. En mitad de la noche, con la luz de la térmica iluminándole el camino, cogió la cabeza en una mano, el hacha en la otra y bajó por la carretera que lleva a la rotonda de la N-630.

«Este hombre fue un héroe sin capa, que afrontó todas las dificultades de la vida, con una aceptación estoica, y con un sentido de la responsabilidad absolutamente encomiable». Así define a Miguel Ángel Muñiz Caldero –el hombre decapitado por su hijo en Ribera de Arriba el pasado lunes– el que fuera su yerno, Diego Muñiz, padre de uno de sus nietos. Ayer familiares y vecinos lo despidieron con el profundo dolor de ser conscientes de que su muerta ha sido «terriblemente injusta», a manos de una de las personas que «más le querían», su hijo mayor Pablo Muñiz.

Muchos de sus conocidos no acudieron al tanatorio para no «molestar a la familia, no sabes qué decirles; sufren por partida doble», apuntaba un conocido del fallecido con el que compartía charlas sobre la montaña y alguna que otra caminata. Sus vecinos eran claros. «Era muy querido, no se metía con nadie, respetuoso y servicial. Se le echará de menos, aquí fue muy feliz», explicaba una de sus vecinas.

Los más cercanos sí acudían al tanatorio. Lo hacían cabizbajos y emocionados para arropar a la familia de Muñiz y acompañarles en su dolor. Visitas que de forma mayoritaria se hacen en silencio, pocos comentarios sobre lo sucedido, ni siquiera en las afueras del tanatorio. Es la forma que tiene los que conocen a esta familia de «respetar su dolor, lo sucedido les va a acompañar toda la vida. No somos quién para juzgarlo», apostillaba un conocido a la salida del tanatorio

El cementerio de la localidad de Tellego acogía sus restos mortales a media tarde, sin tiempo para entender lo que ha sucedido en esa pequeña casa de El Picón.