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Celso y Luisa no durmieron ayer «ni medio minuto». Hacia las once de la noche tenían que poner, ayer, rumbo al cuartel de Rubín de la Guardia Civil para relatar «la pesadilla» que les tocó vivir la noche del lunes en el tranquilo barrio de ... El Picón. «Parece una pesadilla, no lo acabamos de creer», decía este matrimonio que lleva residiendo toda la vida en Soto de Ribera, en vecindad apacible con la víctima y el presunto parricida.
Eran las diez de la noche cuando aporrearon la puerta de su casa. «Escuchamos llamar y muchas voces, estaba muy oscuro y no sabíamos qué pasaba, aunque era algo grave, pero no sabíamos ni quién era», relataban, aún conmocionados. «Pasamos mucho miedo, eran unas voces tremendas y unos gritos despavoridos, llamamos a la Guardia Civil y nos metimos en la habitación a esperar a que llegasen porque lo que pasaba era justo delante de nuestra puerta, teníamos hasta miedo de que entrase quien fuese», dicen.
En un momento dado se hizo el silencio. Luego supo por qué. «Si llegamos a abrir la puerta podríamos estar muertos nosotros también», sentencian. El estado de agitación y violencia que presentaba el atacante apunta en esa línea, como así se confirmó cuando, con la cabeza de su padre, bajó hasta la rotonda, a unos 200 metros, y la emprendió a hachazos con los vehículos que por allí circulaban, mientras les lanzaba la cabeza.
Fue cuando, unos 20 minutos después, se personaron los primeros agentes de la Guardia Civil cuando descubrieron el horror. «Yo no salí, nos dijeron que había una persona muerta y que no saliésemos, luego ya nos enteramos de que era Miguel, el vecino. No nos lo podíamos creer...», apuntan.
Sobre su vecino sólo tienen buenas palabras. «Era muy buen hombre y muy buen vecino y Pablo también, algo le tuvo que pasar en la cabeza porque nunca fue violento, jamás pensamos que pudiera hacer algo así...», decía Luisa.
Sus familiares se acercaron a primera hora de la mañana a la casa para llevarles a prestar declaración a la Comandancia de la Guardia Civil, en Oviedo. A los agentes de la Unidad Orgánica de la Policía Judicial les relataron la pesadilla vivida y remarcaron que «nunca escucharon ninguna discusión entre el padre y el hijo en todos los años que llevaban allí viviendo», más de cinco décadas.
Otro de los residentes en el grupo de casas no se encontraba allí cuando se produjo el espeluznante episodio.
«Estaba en casa de un sobrino y cuando me puse a subir a casa ya no me dejaron porque estaba todo acordonado, estaba la Guardia Civil haciendo una inspección y tuve que esperar hasta por la mañana para poder pasar», apuntaba. Los trabajos policiales se prolongaron durante varias hasta bien entrada la madrugada, una vez realizada la inspección ocular.
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