Los pintores vascos que revolucionaron la fotografía antes de la IA
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Los pintores vascos que revolucionaron la fotografía antes de la IA
Valentín, el mayor (1879-1963), nació sordo, como su hermano, Ramón (1882-1969), tres años más joven. Tuvieron, además, una hermana, Pilar (1884-1970), que resultaría crucial en sus vidas, al encargarse de la venta de sus cuadros y organizar numerosas exposiciones fuera y dentro de España. Los tres eran hijos del compositor y organista Valentín de Zubiaurre Urionabarrenechea, maestro musical en la capilla del Palacio Real, motivo por el que la familia residía en Madrid, lejos de Garay, la localidad vizcaína de la que eran oriundos y a la que regresaban cada verano de vacaciones.
Fue ante todo en aquel contexto estival, entre 1898 y 1910, donde los hermanos, aún adolescentes, encontraron en el lenguaje fotográfico otra forma de expresión y juego que, sin que lo supieran, los convirtió, en la historia de la fotografía, en pioneros en teatralizar y ritualizar el espacio doméstico y la ociosidad desde una perspectiva lúdica, desenfadada y creativa. Sus imágenes retratan, de hecho, el fenómeno social y cultural que supuso la penetración del medio fotográfico en el espacio privado; algo hoy universal, pero en aquellos tiempos solo al alcance de las familias pudientes.
Se trató, en suma, de un inédito proceso nacido espontáneamente del amateurismo y que resultó fundamental para la aparición de crónicas de la vida familiar que se centraban sobre todo en las actividades de ocio, incluyendo los viajes —al igual que la fotografía, otro lujo en aquellos tiempos—, profusamente retratados también por los hermanos Zubiaurre en los álbumes que fueron creando.
Privados como Valentín y Ramón estaban de la audición, solo Pilar pudo cumplir el sueño de su padre: dedicarse a la música y llegar a convertirse en pianista. Valentín y Ramón, en tanto, se formaron, entre 1896 y 1905, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y desarrollaron una destacada carrera como pintores. Sus obras se encuentran hoy en los museos Reina Sofía, Bellas Artes de Bilbao, Thyssen de Málaga, Galería Nacional de Arte Moderno de Roma, Stedelijk Museum de Ámsterdam o The Hispanic Society of America, en Nueva York, de la que Ramón fue nombrado miembro en 1918.
Hasta esos años —década de 1920—, Ramón trabajó y expuso siempre en estrecho contacto con Valentín. Sin embargo, tras varios viajes por el sur de América, Ramón encontró en aquel tiempo su propia voz creativa y sus caminos artísticos comenzaron a correr por separado. Siguieron, no obstante, bastante unidos y creando juntos, durante sus temporadas en Garay, no tantas fotografías como las que habían realizado en años anteriores, sino pequeñas películas que comenzaron a filmar en cuanto pudieron hacerse con una cámara.
Seguían compartiendo, además, su estudio de pintura en Madrid, foco de reuniones y tertulias que los hermanos organizaban con el gran apoyo y la influencia de Pilar y a las que, ya desde la década de 1910, acudían Pío Baroja, Miguel de Unamuno, Ortega y Gasset, Juan Ramón Jiménez y otros intelectuales. El menor de los Zubiaurre ilustró incluso Las inquietudes de Shanti Andía, de Baroja.
Al margen de la obra pictórica que cada uno de ellos desarrolló por separado, con estilos independientes y por las que fueron reconocidos, los Zubiaurre dejaron un legado de más de 1200 ejemplares fotográficos —placas negativas de cristal y copias positivas, encuadernadas y sueltas— así como veintisiete películas.
Una destacada parte de ese material fotográfico podrá verse del 6 al 30 de junio en la localidad vizcaína de Getxo, en el marco de la 17º edición del Festival Internacional de Imagen GetxoPhoto.
El festival, siempre de carácter temático, se desarrolla mayoritariamente en el espacio público y está comisariado este año por María Ptqk, quien ha articulado toda la programación artística (de 22 proyectos) en torno la idea del juego. Dentro de esa programación, GetxoPhoto rinde homenaje a los hermanos Zubiaurre con varias instalaciones en las calles de la ciudad, en un proyecto desarrollado en colaboración con el Museo de Bellas Artes de Bilbao.
En los años 40, Valentín se casó con Pilar Elejoste Astarbe, y Ramón con Isolina Gallego Llausás, con quienes vivieron el resto de sus vidas. Antes, en 1922, Pilar se había casado con el crítico de arte, historiador y museólogo Ricardo Gutiérrez Abascal, más conocido por su seudónimo: Juan de la Encina. Con él, durante la Guerra Civil, siguió al Gobierno Republicano a Valencia, de donde, poco después, se exiliaron con su único hijo, Leopoldo, en Francia, para pasar en 1938 a México.
Pilar —impulsora de la revista Hermes: Revista del País Vasco (1917-1922) y co-fundadora del Lyceum Club Femenino, donde dirigió la Sección de Literatura desde 1928 a 1932— regresó a España por primera vez en 1951 y, posteriormente, en 1955, con su esposo. A partir de 1964, visitó nuestro país al menos una vez al año y falleció en 1970 en México. Sus restos fueron trasladados a Garay. Valentín había muerto siete años antes, en 1963, y Ramón, uno, en 1969.
Sordos de nacimiento, los hermanos no pudieron seguir la tradición familiar como músicos. Lo suplieron con un gran talento para la imagen; principalmente, para la pintura, con la que triunfaron, y menos famosamente, pero no con menor talento, para la fotografía, que abordaron como amateurs. Experimentaron con procesos como la doble exposición, el retoque durante las fases de copiado en el laboratorio, el collage y la construcción de escenografías de ámbito casero para la composición de sus imágenes. (En la imagen: Valentín).
Los Zubiaurre —que formaban parte de la burguesía que, a finales del XIX, incorporó la fotografía como práctica documental y social e integraron la primera generación de fotógrafos españoles— no sólo experimentaron con el collage, por indagar sus posibilidades, sino que demostraron llegar a manejar la técnica como una más para sus necesidades expresivas. En sus fotos, como en su pintura, destacan así el paisaje y los ritos del País Vasco, con curioso humor y desenfado.
La recreación de escenas pictóricas o surrealistas era un juego para entretener sus veranos, pero la simulación de movimiento es asombrosa. No solo requería de talento actoral, sino de habilidad tanto en el diseño de la toma (ofreciendo discretos puntos de apoyo a los protagonistas para, desde la quietud, simular una inestabilidad ante un disparo de larga exposición) como en el revelado. Apenas se aprecia algún 'desajuste' en las manos que recuerdan a las de algunas fotos generadas hoy por inteligencia artificial generativa.
Aldeanos vascos (1920-1936), óleo sobre lienzo de Valentín Zubiaurre. Los diversos viajes y estancias en el extranjero de los que él como Ramón gozaron —entre 1905 y 1906 viajaron a París y, desde allí, a otros sitios de Bélgica, Holanda, Italia y Alemania— les permitieron estudiar las vanguardias y conocer a fondo la tradición pictórica occidental, vital en sus estilos. Valentín se sintió a su vez influido por Ignacio Zuloaga.
Ramón y Valentín en su estudio madrileño. Allí, ellos y su hermana, Pilar, organizaban unas tertulias llamadas los Sábados de los Zubiaurre, a las que, entre otros, asistían Manuel de Falla, José Ortega y Gasset, Diego Rivera o Juan Ramón Jiménez. Pilar, que no era sorda, fue un apoyo vital para sus hermanos.
Ramón trabajó y expuso en estrecho contacto con su hermano mayor, Valentín, hasta la década de 1920, cuando, tras varios viajes por el sur de América, encontró su propia voz creativa. Por esa época pintó esta obra, En el jardín, óleo sobre lienzo que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.