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Jueves, 30 de Enero 2025, 10:00h
Tiempo de lectura: 3 min
La historia de amor de Gerda Bormann con su marido, Martin Bormann –poderoso director de la Cancillería del Partido Nazi y secretario del Führer–, es una de las más extrañas del Tercer Reich. Gerda defendía suprimir la monogamia e introducir el ‘matrimonio de emergencia nacional’, que consistía en permitir la poligamia para facilitar la procreación de hijos de raza aria.
Gerda creía que la Alemania nazi podía adoptar la poligamia islámica, «una gran idea que no deberíamos desaprovechar», escribió en sus diarios. Pensaba que Mahoma era un hombre muy sensato y que el Reich podía adoptar algo de su doctrina de una forma más moderna. «¿Cómo hubiera podido Mahoma disponer, si no, de suficientes soldados?», se preguntaba Gerda, quien añadía: «El que esto fuera tildado de atrasado y bárbaro es una nueva prueba de la estrechez de miras de las dos Iglesias cristianas (la católica y la protestante)».
Algunos gerifaltes nazis coquetearon con esta propuesta, aunque el régimen totalitario de Hitler nunca la oficializó. Gerda siempre fue coherente con sus ideas, por brutales o estrafalarias que pudieran parecer. El cariño que le profesaba a su marido no mermó cuando este inició una relación extramatrimonial con la atractiva actriz Manja Behrens.
El secretario de Hitler escribió cartas a su mujer en las que le contaba sus devaneos amorosos con Manja. «Este hombre afortunado se siente increíblemente feliz estando doblemente casado. ¿Qué dices, amor mío, de este loco marido tuyo?». Ella le respondía con prontitud, mostrándole su apoyo incondicional.
Además de estar profundamente enamorada de su marido, Gerda sentía respeto y admiración por el Führer y por la doctrina nazi. Pero también sentía orgullo por las relaciones extramatrimoniales del temible Bormann. En Berlín, todo el mundo creía que ella se resignaba a su destino de víctima silenciosa. Pero el caso era justamente el contrario.
Gerda no solo dio su beneplácito a las aventuras de su marido, sino que las favoreció. Para ella era el natural cumplimiento del deber de una «honesta nacionalsocialista». «En el caso de Manja -escribió Gerda a su marido- solo tienes que preocuparte de que tenga un hijo un año y yo, otro hijo el siguiente, de modo que siempre tengas al lado a una mujer activa».
Gerda, desde luego, cumplió su parte. Tuvo diez hijos con Martin Bormann entre 1930 y 1943, 'logro' por el que recibió la medalla de Oro del partido. El mismísimo Führer apadrinó al primero de sus vástagos al que, en consecuencia, pusieron el nombre de Martin Adolf.
Gerda, siempre pragmática, llegaba a sugerir en una carta: «Será bueno que se promulgue una ley al final de la guerra, como al final de la Guerra de los Treinta Años, que permita a hombres sanos y válidos tener dos mujeres». Su marido le respondió: «El Führer es exactamente del mismo parecer».
Pero ese punto no está claro. Es cierto que Hitler tenía un gran éxito entre las mujeres y fueron mayoritariamente quienes pavimentaron su llegada al poder, cautivadas por el «magnetismo de su oratoria», según han señalado no pocos oradores. Fue para cultivar ese atractivo de 'soltero de oro' por lo que el Führer nunca se casó con Eva Braun. Pero no parece que considerase la poligamia como una propuesta extensible a toda la Alemania nazi. Por convicción socio política o porque su potencia sexual era más limitada que la de Bormann. Hitler carecía del testículo izquierdo, lo que podría haber reducido bastante su deseo sexual.
Los Bormann no llegaron a ver aplicada su 'intrépida' propuesta más allá de su matrimonio. Martin Bormann murió en 1945 por ingesta de cianuro cuando se vio acorralado en su huida tras la llegada de los aliados a Berlín. Gerda y sus hijos lograron huir a Italia. Ella murió de cáncer un año después en Merano.