Viernes, 17 de Enero 2025, 09:34h
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Dicen que no ofende quien quiere sino quien puede, también que se ofende el que quiere ofenderse, y cierto es que a veces se sobreactúa la ofensa. Sin embargo, se convendrá en que, puestos a elegir, lo sensato es no ofender a otro si cabe evitarlo y no es imprescindible. Y, cuando resulta haber ciudadanos ofendidos por algo que se ha difundido y retribuido con dinero público, quizá sea demasiado ligero dar a todos por excesivamente susceptibles. Quizá a quienes lo manifiestan con mesura y sin faltarle al respeto a nadie, como hace una de nuestras lectoras, procediera pensar en ofrecerles una respuesta un poco más elaborada. Quizá conviniera, en fin, que todos, sin perjuicio de nuestra libertad de expresión, meditáramos un poco mejor cuándo y dónde la ejercemos, frente a quiénes y bajo qué auspicios.
LAS CARTAS DE LOS LECTORES
No hay necesidad
¿Qué necesidad hay de ofender sentimientos ajenos en un país donde existe libertad para que cada uno exprese sus gustos y chanzas desde sus propios sentimientos y creencias? Se me antoja de mal gusto convertir un espacio común a todos, pagado por todos, en ofensa a los sentimientos de algunos. Cuando suceden estos hechos, se demuestra, desde mi punto de vista, falta de creatividad y originalidad. En una sociedad pluralista y progresista, todos los valores cuentan y merecen respeto. Entendamos que la inclusión y la diversidad no solo implican aspectos físicos, psíquicos y morales, también alcanzan a los sentimientos, creencias y valores. ¿De quién? De nuestros vecinos, amigos y familiares y, sobre todo, de los jóvenes. ¿Los estamos educando en la inclusión y el respeto?
María del Pilar Prieto Zurita. Valencia
El cartero
Me tropiezo con un amigo quien me informa de que su tío Antonio ha fallecido; mi mente se retrotrae hasta la infancia. Antonio era una de las personas más importantes del pueblo, la más entrañable: era el cartero, que ejercía de cordón umbilical entre las familias; era el heraldo. La gente estaba pendiente de él, sabía a qué hora llegaba y, si ese día había carta, la alegría se desbordaba. En aquellos tiempos, los carteros eran una figura romántica; hacían las veces de los SMS, wasaps, etc., pero con calor humano. La gente los paraba, conocían el vecindario y, aunque las señas (qué bella palabra perdida) estuvieran mal escritas, siempre entregaban la carta. La pregunta diaria por antonomasia era: ¿ha venido el cartero?
Francisco Javier Sáenz Martínez. Lasarte-Oria (Guipúzcoa)
Humo
Las cortinas de humo han sido y son una constante en la ajetreada vida política española. Los políticos se muestran negligentes en cada sesión del Parlamento. Lo que debería ser un ejercicio de reflexión constructiva sobre economía, derechos sociales o el devenir nacional se ha convertido en una comedia de poco gusto aderezada con groserías, faltas de respeto, escaso rigor histórico y disparates. Hablaba Foucault sobre la importancia del lenguaje y cómo este cambia la realidad. No es para menos, ya que, mientras ese deleznable espectáculo acontece día tras día, los ciudadanos nos hallamos como necios mirando para el dedo que señala la luna, insultándonos entre nosotros con palabras rebajadas de significado tales como 'facha', 'ultra', 'rojo' y demás fruslerías. No podremos avanzar como sociedad hasta que no aprendamos que las etiquetas del pasado únicamente deberían representar aprendizaje para el presente. Y así podremos caminar hacia el futuro y ver cómo el sabio señala la luna. Confucio debería sentarse a presidir el Congreso.
Basilio Freán Bernedo. Ferrol (La Coruña)
Fácil contra sencillo
Aunque en lenguaje coloquial utilicemos ambos términos como sinónimos, si nos atenemos al Diccionario de la RAE, muy resumidamente, es 'fácil' aquello que se puede hacer sin gran esfuerzo, habilidad o capacidad, o que puede suceder con mucha probabilidad; mientras que 'sencillo' es lo que no tiene artificio ni composición, lo que carece de ostentación y adornos. Hoy tendemos a preferir lo fácil sobre lo sencillo: actitud que se manifiesta en muchos aspectos de nuestras vidas, pero quizá más claramente en el ámbito religioso. Es creciente el número de personas que rechazan la fe cristiana por considerarla fundamentada en postulados demasiado sencillos, y sin embargo acaban poniendo velas de colores por todos los rincones de su casa, con los bolsillos llenos de extraños amuletos y realizando tropecientos rituales absurdos para alejar la mala suerte. Les parece muy simple que para redimir a la humanidad, Dios se encarnara en una Virgen hebrea hace dos mil años, o que a través de la oración puedan llegar a un conocimiento profundo de sus propias vidas; pero aceptan con toda naturalidad que alguien, que asegura tener poderes, les eche unas cartas, les diagnostique que padecen un mal de ojo y les someta a ridículos tratamientos a base de esotéricos productos que se les facilitarán por un 'módico' precio. Y son capaces de someterse a toda esa parafernalia, aunque el de los poderes ni se haya pasado por el notario ni sepa dónde está Correos ni tenga pajolera idea de oftalmología. Ser sencillo resulta cada vez menos fácil.
Miguel Ángel Loma Pérez. Sevilla
Hilda
Al anochecer en una calle de barrio madrileña, delante de mí una mujer de avanzada edad se apoyó para descansar en el taburete de un velador de un Bar; le comenté si quería ir agarrada a mi brazo y me dijo que, bueno, para cruzar la calle. Me atreví a preguntarle su edad y me respondió que 97 años. A mis 66 me sacaba casi media vida, inalcanzables se me antojaron; me dijo que se llamaba Hilda. Qué bonito nombre que ya no se lleva. Al cruzar la calle la dejé en la puerta de entrada de una cafetería, valiente y pizpireta. Me pregunté quién ayudó a quién.
Francisco José Eguibar Padrón. Madrid
Sociedad intoxicada
Es lamentable el impacto negativo en la sociedad de la medicalización: proceso mediante el cual se convierten situaciones o experiencias humanas normales en enfermedades o trastornos médicos que requieren tratamiento farmacológico. Pueden generar efectos secundarios innecesarios, aumentar los costes sanitarios, sobremedicación y polimedicación, dependencia de los fármacos… Las industrias farmacéuticas priorizan, con su poder económico y político, sus ganancias sobre la salud pública, pudiendo influir en las decisiones médicas y en la percepción de la enfermedad. En España, solo en septiembre, 89 millones de recetas, 160,3 millones de envases y facturación de 2.128,9 millones de euros. ¿Cómo combatirla? ¿Promoción de la prevención de enfermedades y de la salud? ¿Controlar de manera más estricta la industria farmacéutica y sus prácticas comerciales? ¿Transparencia en la prescripción de medicamentos (pacientes informados sobre los beneficios y riesgos de cada tratamiento para que participen activamente en las decisiones sobre su salud)?
Fernando Serrano Echeverria. Eibar (Guipúzcoa)
LA CARTA DE LA SEMANA
Existen
Los Reyes Magos existen, claro que existen. Para un niño son tres señores que van a camello a dejar regalos en sus casas. Pero para aquellos que no creen que esos tres señores van de casa en casa bebiendo y comiendo lo que se les deja, los Reyes Magos se convierten en esa extraña sensación de nervios cuando nos vamos a dormir el día 5. Y a la mañana siguiente pasan a ser la ilusión de nuestro niño interior, que despierta para recordarnos que seguimos vivos, para pedirnos que nos ilusionemos más y nos dejemos sorprender. Esto último es lo realmente importante, tener ilusión por las cosas y por la vida. ¿Acaso no se disfruta un truco de magia bien hecho, aunque se sepa que tiene truco? La mañana del 6 de enero es un poco lo mismo, un truco de magia —un poco peor hecho— donde lo que aparece no es ni una moneda ni una carta, sino la ilusión de un niño. Así que no busquemos el truco a la magia y dejémonos empapar por esa sensación para empezar el año recordando que todos seguimos teniendo un niño dentro.
Juan Bernar Gutiérrez. Madrid
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