Viernes, 25 de Octubre 2024, 11:41h
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Estamos todo el día mirando y ya no miramos nada. Nuestros ojos no se dan tregua, pero cada vez ahondan menos en lo que ven y, aún peor, cada vez cuesta más encontrar en ellos el peso y la hondura de una mirada verdadera. Por motivos distintos, meditan los lectores sobre el valor de mirar. Sobre cómo se lo echa de menos cuando la vida aprieta y uno sólo está rodeado de ojos huidizos que se sepultan en la pantalla del móvil como escapatoria. Sobre cómo quienes miran de más esa pantalla acaban, al menor descuido, colisionando con la realidad de la que buscan zafarse en los mundos virtuales. Sobre cómo encima de un escenario nada que valga la pena sucede si en el patio de butacas no hay un público que sepa y quiera mirarlo. Quizá sea cuestión de mirar menos y mirarnos más.
LAS CARTAS DE LOS LECTORES
Cual dromedario tecnológico
Desde la atalaya que me brinda la banqueta del bar que frecuento para desayunar y desde la que puedo ver lo que acontece en la calle no dejo de observar la creciente cantidad de gente con giba, joroba cual dromedario tecnológico, cabeza inclinada sobre cuello forzado sin dejar de mirar la pantalla del móvil mientras se realiza auténtica carrera de obstáculos ante la persona que, en la misma posición, va en dirección contraria, además de los cada vez más mensajeros en veloces patines o futuristas aparatos de una o más ruedas motorizadas con los que dar salida a la ingente de pedidos on-line. No ha sido hasta que alguien que iba sumergido en el cristal líquido de su pantalla ha intentado abrir la puerta de limpio y transparente vidrio templado. El golpe ha sido tremendo, así como la vergüenza del susodicho. Ha sido en ese momento cuando se me ha ocurrido que debería haber una especie de señalización en las aceras de nuestras ciudades, por ejemplo, en los bancos, de tal forma que la persona que debe usar una aplicación tenga un sitio donde permanecer 'aparcada' mientras hace uso de ella, también podría haber un par de líneas en sentido marcha, una para cada sentido, a modo guía de carriles para (ya que se tiene la vista inclinada hacia el suelo) no dejar de ver el camino y no acabar de boca contra una cristalera limpia, por ejemplo. Visto que ya es habitual olvidarse de la realidad que nos rodea, de la que nos gusta aislarnos mediante auriculares, pantallas, gorras, gafas oscuras, etcétera, por lo menos que no nos salgamos de nuestro camino o, al menos, que no interfiramos en camino ajeno.
Daniel Marzo Domínguez. Zaragoza
La mirada
Miro hacia atrás. Apenas dos meses. Una prueba, otra prueba y ahí está. Escondido pero visible, sorprendido en su viaje. El hallazgo, la prueba de la eficacia de un sistema sanitario desbordante y desbordado. De niña, los retos comenzaban en septiembre, con el curso escolar. Estrenando libros, lápices y cuadernos. Soportando nervios. De nuevo esa sensación de vértigo, lejana pero conocida. Más consciente que nunca, macerada por el tiempo. Es la hora de los aciertos y de los errores. Del compañerismo y la amistad con mayúsculas, de los libros prestados y la televisión constante. Mientras tanto, la normalidad espera su turno para mostrarse. Se burla de mis quejas. Ella sabe su momento. Yo todavía no. Hoy he descansado mejor. Mañana molestan menos los puntos de sutura. Pasillos cada día más conocidos, asientos rígidos y fríos, personas que invaden nuestro espacio vital y a las que invadimos el suyo. Y muchas miradas con fundamento. Y pienso que el móvil nos hace agachar la cabeza para no mirar, para ocultarnos y ocultar a los otros.
María Luisa Navarro Lorente. Correo electrónico
'Guardianas' de la tierra
El 15 de octubre hemos 'rendido' homenaje al importantísimo papel (no siempre, lo suficientemente reconocido) que desempeñan, desde los albores de la humanidad, las 'guardianas' de la tierra, nuestras mujeres rurales. A ellas les debemos, gran parte del sustento alimenticio de nuestro planeta, con sus conocimientos ancestrales, en muchos casos, transmitidos de generación en generación, sobre todo en aquellos países con menos recursos económicos o en vías de desarrollo, donde su trabajo, para el cuidado de las preciadas semillas, su contribución a la igualdad de oportunidades y su empoderamiento, son dignas de elogio y ejemplo. En lo que llamamos el 'primer mundo' tampoco les fue fácil a esas 'guardianas de la tierra', sobre todo en los siglos pasados, en los que, ya de por sí, los derechos de las mujeres eran prácticamente inexistentes, así que nos imaginaremos a las del mundo rural sostenes de la casa y la unidad familiar. Los y las que hemos crecido o vivido en ese entorno rural y tenemos, ya, una 'cierta' edad recordaremos con cierta añoranza o nostalgia, aquel trabajo incansable. Afortunadamente, en nuestro presente actual nuestras 'guardianas' desempeñan su labor, algo más desahogadas, pero igualmente pendientes de esa tierra, de esos alimentos que nos siguen proporcionando, si cabe, con más empeño o pasión que sus antepasadas. Nunca las olvidemos, siempre muy presentes.
Olga Santisteban Otegi. Zalla. Bizkaia
Desafección política
Es frecuente escuchar a personas decir que pasan de la política, u otras que son apolíticas, tal vez por reminiscencias franquistas de no meterse en ella. La política sería el arte de articular la convivencia entre animales sociales, que ya nos dijo Aristóteles. Si los que la ejercen directamente, no lo hacen bien, serían las sociedades las encargadas de cambiarlos: si se vende 'basura' es porque se compra, si hay corrupción es por demasiados silencios cómplices. Miles de años costó a nuestros antepasados que el dedo pulgar fuera prensil y se pudieran fabricar herramientas y hacer fuego para sobrevivir al bajar de los árboles. Ahora también sirve para agarrar (y para que te agarren) móviles inteligentes que controlan y crean dependencias, mientras el dedo índice a veces sirve para señalar culpables; es decir, yo no ataco, me defiendo, soy buena persona, pero no me postulo, así que puedo elegir votar o no, hacerlo a lo que considero menos malo, castigar a quienes mandan o votar en blanco, aunque sea conocedor de que la política no pasa de mí y de nadie, y que la justicia a veces parezca más política conservadora o progresista que justicia a secas. Poco o mal futuro espera a la humanidad de no considerarnos vecinos más o menos próximos, con urgencias o problemas parecidos antes que confiar en seres que por doquier aparecen prometiendo salvaciones nacionales o individuales.
Vicente Polidura Valle. Santander
LA CARTA DE LA SEMANA
Miradas
El público es el verdadero protagonista cuando trabajas en un teatro. Los equipos técnicos, los artísticos, los procesos creativos, los montajes, la publicidad, la limpieza, la taquilla, el mantenimiento, las oficinas... todo y todos tienen como objetivo el público. Hace unos días, en la puerta del teatro, se cayó un matrimonio que venía a ver la función; el taxi no paró donde solían bajar: un bordillo alto al que no estaban acostumbrados les provocó el accidente. Pese a la rápida acción del Samur, esa noche falleció el hombre por trauma craneal. Ellos eran el PÚBLICO, con mayúsculas. Pese a sus casi 90 años, no se perdían un ballet, un concierto, una zarzuela, una ópera... Su cultura, extraordinaria, y su afán de ser aún parte de ella es un ejemplo para las nuevas generaciones. Estas palabras los homenajean; también a quienes, cerca de sus 90, aún son parte vital de los teatros, luchan por no apoltronarse en el sofá ante la tele y, con su aplauso, premian el trabajo de los profesionales que, sin ellos, no seríamos nada.
Mar Eguiluz. Madrid
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