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¿La Tercera Guerra Mundial empezará en este islote?

Pertenece a Taiwán. Al fondo, China

¿La Tercera Guerra Mundial empezará en este islote?

Las minúsculas Islas Kinmen pertenecen a Taiwán, pero están a menos de dos kilómetros de China: lo que se ve al fondo, de hecho, son los rascacielos del 'enemigo', en la ciudad de Xiamen. El gigante asiático considera Taiwán una provincia rebelde a la que conquistar, y este año puede saltar la chispa. Las consecuencias serían desastrosas para el mundo. Te lo contamos.

Miércoles, 27 de Marzo 2024, 13:22h

Tiempo de lectura: 8 min

Tanques CM-11 atacan sin compasión una ladera. Los proyectiles no se estrellan contra objetivos reales, sino contra siluetas dibujadas con tiza. Una vez al año, en Taiwán se llevan a cabo unas espectaculares maniobras militares en el sur del país. Nadie lo dice expresamente, pero todos los observadores saben quién se supone que estará en esa ladera: China, el megalodón geopolítico que acecha a poco más de 150 kilómetros. «Espero que cuando llegue el momento el Gobierno me dé un rifle», dice Gary Shu, de 62 años, un entusiasta militar retirado. Este veterano ha conducido siete horas desde su casa para ver las maniobras. «Veremos, cuando llegue el momento, si China es tan fuerte como cree. Hay que estar preparados; la libertad no es gratis».

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Pieza clave desde la guerra fría: primera cadena de islas. Taiwán es una pieza clave en lo que los especialistas llaman 'la primera cadena de islas'. Se trata de una barrera geográfica que arranca en Japón, pasa por Taiwán y Filipinas y avanza hacia el mar del sur de China. Todos estos territorios son aliados de Estados Unidos y cruciales. De hecho, China dice sentirse «rodeada». Si Taiwán formara parte de China, el gigante asiático tendría libertad para aumentar su poder en el Pacífico e incluso amenazaría bases estadounidenses como las de Guam y Hawái. | Adobestock.

¿Está China realmente a punto de invadir Taiwán? ¿Y cómo responderá Estados Unidos? ¿Podría su reacción desencadenar la Tercera Guerra Mundial? Estas preguntas consumen a los estrategas militares del mundo entero. Porque, si piensas que la situación en Ucrania es mala y la guerra en Gaza te espanta, imagina a China y Estados Unidos en guerra por Taiwán. Imagina toda la cadena mundial de microchips –el 92 por ciento se produce en Taiwán– cortada; y, con ello, la producción de teléfonos, ordenadores y coches detenida en seco.

El archipiélago de Kinmen fue descrito una vez como «una granada de mano en las mandíbulas de un tigre». De hecho, en estas islas, la primera Guerra Fría parece no haber terminado

Bloomberg estima que una guerra en Taiwán le costaría a la economía mundial diez billones de dólares. En comparación, el conflicto de Ucrania parece un mal día en las carreras de caballos. ¿Los temores son exagerados? Un dato: el 67 por ciento de los expertos estadounidenses encuestados el pasado enero por el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales dijo que esperaban una crisis en el estrecho de Taiwán este año.

Una amenaza constante

A pesar de los malos augurios, el día a día en Taiwán no parece el de un país al borde de la guerra. En las calles no hay presencia militar visible, solo gente corriente que sigue con sus vidas en un país próspero, avanzado y muy seguro. De hecho, cuando les preguntas sobre la amenaza china, se encogen de hombros. Si ocurre, ocurre. «Hemos estado bajo esta amenaza durante décadas y tenemos una vida que vivir –dice Wang Ting-yu, un parlamentario taiwanés–. Cuando la gente llega aquí, espera ver algo del tipo de Ucrania o Israel. Pero la vida aquí es más parecida a la de Los Ángeles».

El parlamentario tiene razón. Taiwán tiene cierto aire californiano con sus palmeras y una temperatura que no baja de los 17 grados. Pero la nube de China oscurece el horizonte. Es una amenaza constante. Cuando la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, hizo una visita histórica a Taiwán en 2022, China respondió lanzando misiles balísticos y volando aviones de combate sobre el espacio aéreo taiwanés. Por no hablar de los más de diez millones de ciberataques al mes que Pekín lanza implacable contra Taiwán.

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Juegos de guerra. Las fuerzas armadas de Taiwán realizan regularmente simulacros con fuego real para probar su capacidad de combate y defensa ante un posible ataque chino. Desde 2024, el servicio militar obligatorio masculino durará un año.| Getty Images.

El Partido Comunista Chino ha apostado su prestigio a que habrá reunificación. En su discurso de Nochevieja, el presidente chino, Xi Jinping, repitió que Taiwán y China «se reunificarían». Poco antes había insistido en que este conflicto «no puede heredarse de generación en generación». Hay quien cree incluso que ha ordenado a su Ejército tomar Taiwán en 2027.

Mientras tanto, Estados Unidos y sus aliados andan ocupados en Ucrania y Oriente Medio y si a eso le añades una posible presidencia aislacionista de Donald Trump no es difícil imaginar que las cosas podrían ir a peor... y rápido.

En ninguna parte se ejemplifica mejor la posición de Taiwán respecto a China que en las islas Kinmen. Estos islotes pertenecen a Taiwán, pero se encuentran a menos de dos kilómetros de los rebosantes rascacielos chinos de Xiamen en el continente. Pisar estas islas, a la sombra literalmente de China, da una visión rápida de lo cercano y complejo del conflicto.

Una historia compleja

El archipiélago de Kinmen fue descrito una vez como «una granada de mano en las mandíbulas de un tigre». De hecho, en estas islas, la primera Guerra Fría parece no haber terminado: hay tanques oxidados en las playas y los agujeros de bala de los edificios –de cuando China intentó invadir las islas en 1949– muestran placas que honran el rechazo a los «bandidos». La tensión se masca a diario: el mes pasado, dos pescadores chinos murieron ahogados al volcar su barcaza mientras eran perseguidos por la guardia costera de Kinmen, que los acusaba de entrar ilegalmente en aguas taiwanesas.

Pero, al mismo tiempo, transbordadores unen regularmente Kinmen y China. En la terminal, los lugareños hacen largas colas para embarcarse y hacer compras o pasar unas vacaciones en el continente. Su proximidad hace que los kinmeneses sean pragmáticos. «Mi cuerpo y mi mente están divididos», dice Tony Su, de 29 años, que va a China a comprar suministros para su negocio. «En lo que respecta a la economía, es mejor si trabajamos con China. Pero emocionalmente quiero que seamos un Taiwán independiente».

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Un escudo de silicio. Taiwán fabrica más de la mitad de los chips del mundo. TSMC es la novena empresa más valiosa del planeta. Para algunos analistas, esto la blinda frente a ataques chinos. Otros creen que solo aumenta su apetito conquistador.| Getty Images.

La compleja relación de Kinmen con China resume la larga historia taiwanesa. Taiwán solo se convirtió en una isla hace unos diez mil años, cuando la subida del nivel del mar la separó físicamente del continente. Hasta el siglo XVI, la habitaban exclusivamente indígenas de origen austronesio, más cercanos a Indonesia que a China. Los exploradores portugueses la llamaron isla Formosa ('isla hermosa'), pero la bella isla acabó bajó control chino y así estuvo hasta 1895, cuando –tras la guerra sino-japonesa– Pekín tuvo que cedérsela a Japón como parte de la victoria. En 1945, con el final de la Segunda Guerra Mundial, la isla regresó a manos chinas.

Tras el término de la Segunda Guerra Mundial, en China se desató un conflicto civil entre el Kuomintang (KMT), liderado por Chiang Kaishek, y los comunistas de Mao Zedong. Derrotados, los nacionalistas de Kaishek se refugiaron en 1949 en Taiwán con dos millones de soldados a la espera de reagruparse.

Pero Chiang Kai-shek nunca regresó a China para conquistarla. A cambio tomó el control de Taiwán, a la que bautizó como República de China, y durante 38 años el KMT impuso la ley marcial, el llamado 'terror blanco' que arrojó a decenas de miles de personas a la cárcel por sus presuntas simpatías comunistas. Pero, además del terror, el KMT sentó las bases del 'milagro taiwanés', un crecimiento económico basado en una economía de libre mercado. Taiwán celebró sus primeras elecciones presidenciales democráticas en 1996.

La mayoría de los analistas norteamericanos vaticina un conflicto en la zona este año

Hoy en día, los dos partidos principales de la isla son el KMT, que ha tratado de suavizar las tensiones con China, y el Partido Progresista Democrático (DPP), que se inclina más hacia la independencia. El DPP se mantuvo en el poder este enero, cuando los votantes eligieron nuevo presidente a William Lai, un hombre descrito por China como un «separatista peligroso». Hasta que tome posesión en mayo, la presidenta del país continúa siendo una mujer, Tsai Ing-wen, que en 2019 firmó la primera ley que autorizaba el matrimonio homosexual en un país asiático.

En resumen, el carácter predominantemente chino de Taiwán, pero democrático y libre, resulta una afrenta para el Partido Comunista de Xi. Taiwán es un recordatorio de que ser chino no implica tener que vivir bajo un Gobierno autoritario. «La propaganda comunista asegura que el pueblo chino no acepta una democracia, que no es un sistema adecuado para ellos –dice el congresista Wang Ting-yu–. Pero, entonces, ¿qué pasa con nosotros?».

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Situación difícil. Aunque Pekín ve Taiwán como una provincia rebelde que se reunificará con el continente, Taiwán se ve como un país independiente, pese a que nunca ha declarado de forma oficial su independencia. En la imagen, su capital, Taipéi.

El apego ideológico de los taiwaneses a la libertad es solo una de las razones por las que el país es importante para Estados Unidos y Occidente. Otra es su posición estratégica, justo en medio de lo que se conoce como 'la primera cadena de islas', una serie de territorios, de Japón a Malasia, que impide que China domine el Pacífico. Pero tal vez la razón más importante de todas se encuentre en la ciudad de Hsinchu: la 'fábrica mundial' de semiconductores y microchips.

Cada mañana, trenes de alta velocidad llevan a miles de ingenieros a la sede de la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC). TSMC representa el 15 por ciento del PIB del país. Si quieres fabricar un teléfono, un ordenador, un coche, un televisor, una nevera o incluso una bombilla led o armamento de última generación, es muy posible que necesites semiconductores taiwaneses.

Taiwán no diseña los microchips, pero es increíblemente bueno fabricándolos. Todos, desde Apple hasta Intel, contratan a TSMC. Construir chips es tan complejo que ni Estados Unidos ni China han sido capaces de reproducir la producción de Taiwán a nivel nacional. De hecho, China gasta más dinero en importar chips que petróleo. Por todo ello, un conflicto en el estrecho de Taiwán sería económicamente catastrófico.

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El enemigo de China. William Lai será el nuevo presidente de Taiwán. Dejó la medicina para enfocarse en una exitosa carrera política. Se declara un «trabajador por la independencia de Taiwán», y China lo ve como una amenaza.| Getty Images.

Algunos estrategas taiwaneses han sugerido que su industria de semiconductores les proporciona un 'escudo de silicio': una invasión china sería demasiado costosa, incluso para China. Pero no todos comparten esta opinión. Hay quienes creen que el Partido Comunista estaría dispuesto a arriesgar y destruir la fabricación de chips de Taiwán si cree que perjudicará a Occidente más de lo que lo haría a ella misma.

Por supuesto, toda esta tensión a quien genera más ansiedad es a los jóvenes. Taiwán acaba de restablecer el servicio nacional (como una mili) de cuatro meses a un año. Implica entrenamiento, seguido de un período de actividades que van desde inteligencia militar hasta el mantenimiento de calderas a bordo de buques navales. Cuesta creer, caminando por el agradable Taipéi y contemplando su próspera democracia, que todo pueda desaparecer bajo el fuego, que las calles queden reducidas a escombros. Pero la historia está llena de hechos parecidos.


© The Sunday Times Magazine