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La guerra sin fin, dos años después

Ucrania en su hora decisiva

La guerra sin fin, dos años después

Las tropas de Ucrania viven su peor momento. En pleno contraataque ruso crece el descontento entre la población, y la munición escasea en el frente. Álvaro Ybarra Zavala nos acerca al conflicto en su año decisivo.

Viernes, 23 de Febrero 2024, 10:47h

Tiempo de lectura: 5 min

Elena se mueve entre el desorden por el suelo de su habitación. Empaqueta en bolsas sus pertenencias. Debe llevarse lo básico y, en dos minutos, subir al último coche de voluntarios que abandona Toretsk, su ciudad natal, antes de que empiecen a llover proyectiles de artillería rusos. Desde octubre, las tropas rusas avanzan poco a poco hacia esta pequeña localidad minera en el óblast de Dombás (este de Ucrania). Apenas cinco kilómetros la separan ya del frente, y el Ejército ucraniano, menguadas sus reservas de munición, ralentiza como puede el avance enemigo.

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Las caravanas de heridos. Trenes y autobuses medicalizados son el método más seguro para evacuar a los soldados ucranianos desde las zonas de guerra. A la izquierda: evacuación, en agosto de 2022, de heridos derrotados en la batalla de Pisky. En la imagen que abre este reportaje, más de 440 cadáveres enterrados en un bosque. Esto es lo que descubrieron las tropas ucranianas, en septiembre de 2022, tras la reconquista de Izium. Muchos cuerpos presentaban señales de tortura.

«¡Rápido, rápido!», grita Elena a Igor, el vecino que la ayuda a sacar sus cosas. Miedo y nerviosismo impregnan el estado de ánimo de Elena, testigo horas antes de la muerte de dos vecinos bajo las bombas rusas. «Aquí ya no estás a salvo ni en los sótanos. Solo se quedan ancianos que prefieren morir a perder los frutos de toda su vida, y quienes apoyan a Rusia», revela el padre Yuri, capellán de la Brigada 24 del Ejército ucraniano, que ayuda a evacuar a los civiles.

Muchos ucranianos llevan combatiendo desde 2014. Y desde la invasión no han disfrutado de permisos. Por eso, el gobierno ha planteado un nuevo, e impopular, reclutamiento

Dos años después de la invasión rusa, los civiles atrapados en las ciudades cercanas al frente carecen de servicios básicos. Rusia ha destruido todas las infraestructuras, y sus habitantes se saben objetivo de la nueva contraofensiva rusa. Avdivka, Vuhledar, Chasiv Yar, Kupiansk y una larga lista de ciudades a tiro del frente se han convertido en escombros, casi despobladas, donde lo único visible es la barbarie de la guerra.

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Los soldados conocidos. Nadie ofrece cifras oficiales de bajas en combate, pero se estiman en más de medio millón entre ambos bandos. En Ucrania abundan murales como este con los muertos de cada localidad. 

Sviatohirsk vive una tregua. Esta pequeña localidad junto al frente de Lyman, controlada hasta hace poco por los rusos, intenta recuperar una normalidad amenazada por una nueva ocupación. Roman, responsable en la zona de la ONG World Central Kitchen, que da de comer cada día más de 600 personas, es la única organización que opera aquí. «Hemos recuperado la electricidad, pero las líneas no son estables; no tenemos agua ni gas, pero la gente quiere recuperar su vida –relata–. La guerra sigue y los rusos pueden volver, pero este es nuestro hogar».

Faltan combatientes

Protegidos por una arboleda cercana a Toretsk, Mykhaylo y sus compañeros vigilan el frente desde su trinchera. Parte de la Brigada 24, su unidad da cobertura de fuego a la infantería. Son todos veteranos de guerra. Muchos combaten desde 2014, en la guerra del Dombás. Llevan dos años sin un solo permiso y están exhaustos, un problema crónico en las filas ucranianas. Ante la urgencia de reponer las bajas y dar descanso a la tropa, el Gobierno tramita una ley que rebaja la edad de reclutamiento de 27 a 25 años, una iniciativa impopular en una sociedad desgastada por el conflicto.

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Última resistencia. Los soldados de la Brigada Azov son la resistencia en el frente entre Kupiansk y Lyman (Donetsk). Rusia ha enviado más de 100.000 soldados en los últimos meses mientras entre los ucranianos escasea la munición.

Poco queda del patriotismo que desató la invasión, con voluntarios acudiendo en masa a los centros de reclutamiento. «La gente se ha acostumbrado a la guerra y a los bombardeos. En la mayor parte de Ucrania, la vida ha vuelto a la normalidad, la gente ha recuperado sus trabajos y no quiere alistarse, pero no podemos olvidar que nos toca luchar por nuestra supervivencia como país», señala Alexiy, un joven voluntario que recauda fondos para el Ejército en Leópolis, cerca de la frontera polaca, en la otra punta del país.

«En casi toda Ucrania, la vida ha vuelto a la normalidad, la gente ha recuperado sus trabajos y no quiere alistarse», lamenta un joven voluntario

La contraofensiva ucraniana del pasado junio se ha estancado. El objetivo era dividir a las fuerzas rusas cerca del mar de Azov, pero siete meses después apenas se han recuperado 320 kilómetros cuadrados de territorio. Los ucranianos no han podido superar la doble barrera que los frena. La de las defensas rusas, por un lado: una densa red de minas, drones y artillería pesada. Por otro, la dificultad de un ejército entrenado en las tácticas de combate heredadas de la URSS para integrar y adaptarse al armamento que proporciona Occidente. 

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En el frente. Soldados ucranianos preparan sus armas en el Donetsk. En esta región separatista se halla la línea del frente más activa desde el inicio de la contraofensiva rusa hace unos meses.

Franz-Stefan Gady, del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, señala que la falta de una estrategia más adaptada y realista ha limitado la contraofensiva. En respuesta a este escenario, Ucrania ha replanteado su enfoque insistiendo en la innovación tecnológica y la adaptabilidad en el campo de batalla. Drones y estrategias cibernéticas son las nuevas herramientas contra un enemigo superior en número. No solo han equilibrado las fuerzas en el campo de batalla, también han marcado nuevos rumbos en la guerra.

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Perderlo todo. En Kupiansk, uno de los objetivos de la contraofensiva rusa, la situación es crítica para los civiles. Según Acnur, más de 17 millones de personas necesitan ayuda urgente. 

Su incorporación al combate ya es una realidad. En un búnker del frente de Lyman, Volodymyr observa en una pantalla imágenes tomadas por seis drones en tiempo real. Dos son aparatos rusos que han logrado hackear y a cuyos pilotos tienen localizados. «Desde aquí veo todo lo que ocurre en el frente –explica–. Esto nos da una ventaja operativa que antes no teníamos». De pronto, los drones alcanzan sus objetivos en las posiciones rusas y las pantallas pasan al negro.

Cada brigada ucraniana cuenta ya con batallones de drones. «Son un antes y un después en la guerra –subraya Volodymyr–. Cada día probamos nuevas tácticas, formas novedosas de hacer la guerra con drones y otro tipo de armas no tripuladas. Confiamos en que con ellas podamos tener más opciones de ganar la guerra».