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La investigación de Rebeca Alonso y su equipo a lo largo del tiempo se ha centrado en el estudio del envejecimiento del sistema inmunitario. El inicio de la pandemia, y aún sin haber estudiado nunca pacientes contagiados por coronavirus, les permitió comprobar que sus estudios previos estaban centrados en los grupos más susceptibles al contagio y que presentaban una peor evolución. «Esto nos llevó a pensar que nuestra experiencia podía servir para aumentar el conocimiento sobre esta infección por el SARS-CoV-2 y la exagerada respuesta inflamatoria que se produce, posiblemente consecuencia de una deficiente respuesta inmunológica específica frente al virus», explica.
Con ese planteamiento se puso en marcha este proyecto nacional, financiado por el Instituto de Salud Carlos III y cuyo objetivo es «definir el perfil linfocitario que caracteriza a los pacientes con distintos grados de afectación por SARS-CoV-2 con el objetivo de predecir aquellos de mayor riesgo de complicaciones o que podrían no beneficiarse de la vacuna cuando esté disponible». Y es que parten de la hipótesis de que «la exagerada y dañina respuesta inflamatoria en respuesta a la infección por SARS-CoV-2 podría producirse en individuos genética o fisiológicamente predispuestos, como mecanismo compensatorio de una ineficaz respuesta inmune adaptativa», apunta Alonso. Y el elemento clave en el proyecto son los linfocitos T naïve circulantes «encargados de reconocer los agentes infecciosos con los que nuestro organismo no haya tenido contacto previo». Si la cantidad o variedad de dichos linfocitos está reducida «también lo estará su capacidad de responder frente a antígenos con los que el organismo no se encontrara previamente, como los del SARS-CoV-2».
La investigación, cuya concesión tenía lugar hace tres semanas, se encuentra en un estado incipiente. De hecho, se encuentran en pleno proceso de reclumentamiento de voluntarios. Se buscan personas mayores de sesenta años que hayan superado la infección para comparar el estado de la respuesta inmune celular en tres situaciones clínicas: infectados asintomáticos, síntomas leves y síntomas graves. ¿Su aplicación práctica? La identificación de las personas más vulnerables para tomar medidas preventivas y el desarrollo de estrategias de inmunización específicas «que traten de potenciar la respuesta en estos individuos más inmunocomprometidos».
¿Y a partir de ahora qué? ¿Qué cambia esta pandemia? «Espero que la situación vivida sirva para darnos cuenta de la importancia de la investigación. Es necesario que se cambie la forma de ver la ciencia, se valore y reconozca el trabajo del investigador y se disponga de la financiación necesaria. Ojalá haya, también en esto, un antes y un después de la pandemia del coronavirus», asevera Rebeca Alonso.
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