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A. S. GONZÁLEZ
Oviedo
Lunes, 12 de diciembre 2022, 20:09
La pistola de Claudio Campiti, de 57 años, se encasquilló después de descerrajar varios tiros. Ese fortuito lapsus de tiempo permitió a los testigos de su incipiente masacre abalanzarse sobre él y desarmarle. El hombre había entrado segundos antes en el local de Fidene en ... el que se reunía, al norte de Roma, su comunidad de vecinos gritando: «Mafiosos, os voy a matar».
Acabó con la vida de Sabina Sperandio, Elisabetta Silenzi y Nicoletta Golisano, consejera, secretaria y contable del área residencial y de disparar en la cabeza a una tercera, en estado muy grave. Otras tres personas más resultaron heridas con la Glock semiautomática de calibre nueve que ese mismo día, apenas media hora antes, se había llevado de un campo de tiro. Guardaba 170 balas en su bolsillo que ilustran el calibre de la matanza que deseaba. Sus pasos revelan la premeditación de sus actos.
Sus desavenencias con sus vecinos se remontaban tiempo atrás y él mismo había dado cuenta de ellas en internet. «Bienvenidos al infierno», señalaba en su blog, en el que tachaba de «ladrones» a los residentes de la urbanización Valle Verde, emplazada junto al Lago Turano, pero también a sus administradores e incluso a las autoridades locales. Los consideraba unos «mafiosos».
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Sus palabras adquieren ahora una nueva lectura: «La farola frente a mi casa se apaga regularmente, dejándome en la oscuridad toda la noche. Me mantienen sin alumbrado público. Ya sabes, en la oscuridad puedes ver menos y puedes disparar en paz», escribió. Parecía tener miedo y decidió atacar primero.
Los residentes sostienen, sin embargo, que simplemente hubo desencuentros triviales aunque ya lo había denunciado por amenazas. Las casas de la urbanización eran casi todas segundas viviendas estivales pero el asesino vivía con severas estrecheces en un bloque de hormigón con ventanas enrejadas.
«Pretendía que consideraremos habitable un sótano de una construcción de la que solo se veía el esqueleto», explicado el alcalde de Rocca Sibalda, Stefano Micheli. No pagaba las cuotas de la comunidad y carecía de agua, calefacción e incluso de las tuberías conectadas con la red del alcantarillado. Su enganche a la luz era ilegal.
Don Giovanni, uno de los vecinos presentes durante la masacre, describe así la matanza. «Entró, cerró la puerta detrás de él, sacó su arma y pensé que quería amenazarnos. En cambio, inmediatamente disparó contra la primera mujer sentada en la mesa presidencial, luego la segunda, la tercera...» Así hasta que alguien se abalanzó sobre él mientras el resto corría hacia la puerta para esquivar la muerte.
Ese alguien era Silvio Paganini, de 67 años. «He visto que me apuntaba, ha disparado y me he lanzado sobre él aprovechando que se le había bloqueado el arma», ha relatado a los periodistas. Afortunadamente, la bala solo le rozó la cara.
Giovanni consideraba a Campiti simplemente un tipo «extraño, solitario y marcado por el drama de un hijo adolescente que murió en las pistas de esquí hace diez años». Sus redes sociales revelan sus tendencias fascista y su simpatía por el nacismo. Aunque carecía de licencia de armas –le fue denegada- tenía la tarjeta de platino del campo nacional de tiro en Viale di Tor di Quinto.
Allí era muy conocido y se convirtió en un experto tirador. Nadie se sorprendió cuando solicitó el arma, dejando en prenda su documento nacional de identidad, y tampoco se percataron de que, en lugar de dirigirse hacia las dianas, volvió a su vehículo y partió con el arma, una negligencia que la Policía investiga y que ha puesto en entredicho a la instalación.
Una de las mujeres muertas era amiga de la primera ministra Giorgia Meloni, que le ha dedicado unas sentidas palabras en redes sociales: «Nicoletta era una madre protectora, una amiga sincera y discreta, una mujer fuerte y frágil al mismo tiempo. Pero era, sobre todo, una profesional con un extraordinario sentido del deber. Fue ese sentido del deber lo que la llevó allí, el domingo por la mañana, donde un hombre la esperaba para matarla a tiros, junto con otras dos mujeres, durante una reunión de condominio en Roma».
La política continua: « Nicoletta era mi amiga. Le sobreviven su esposo Giovanni y un hermoso hijo de diez años, Lorenzo. Con la suya, otras familias, a las que expreso toda mi cercanía, han sido destruidas».
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