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PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
CANGAS DE ONÍS.
Domingo, 9 de septiembre 2018, 06:01
«¿Sueñan las princesas? ¿Con qué sueñan?». En las viejas fábulas de la tradición oral se preguntaban cosas como esas acerca de princesas soñadas por quienes las iban contando de villa en villa, de país en país, asombrando a todos y cada uno de sus ... oyentes. Son cuestiones que ahora resulta raro plantear a propósito de las princesas del Siglo XXI y que tal vez solo resulten pertinentes en las palabras de un niño. Ayer, en la falda del monte Sohornín, junto a la Vega del Lago Enol, cuando unos pocos privilegiados veíamos a la Princesa de Asturias Leonor y a su hermana la infanta doña Sofía acariciar a Xana, la hermosa yegua que los vecinos de Cangas de Onís les regalaron para estrechar aún más el vínculo que les une a esta tierra, lo raro era que no se nos despertase un poco de esa sensibilidad infantil que a veces nos sonroja y sin la cual, también, estaríamos más perdidos como seres humanos.
¿Con qué soñarían esa misma noche doña Leonor y doña Sofía? ¿Qué recuerdo les acompañará de la jornada que vivieron ayer en Asturias? Era un día especialmente importante para la Princesa. Su primer acto oficial fuera de palacio y en su Principado. Y al niño que sueña en nosotros -contemplando esa imagen, todas las que parecieron confabularse ayer en ese rincón de nuestro Paraíso para recibir a la Familia Real- no le cabría ninguna duda de que el recuerdo de ese día sería bonito.
'Xana', la noble y tranquila yegua de raza de la Montaña Asturiana criada en las praderías verdes de la cercana Vega de Comeya, era el regalo final de la felicidad en un programa que parecía haber sido elaborado mano a mano con la propia Naturaleza, deslumbrante y prodigiosa en el Parque Nacional de los Picos de Europa cuyo centenario se recordaba en uno de sus principales emblemas. Lo afirmó, el propio don Felipe, bromeando con los fotógrafos, tras descender con su familia del Mirador que desde ayer lleva el nombre de la Princesa y cuando sonaban los truenos allá por las lejanas cumbres de Las Peñas Santas: «Está todo medido. Ahora va a caer un tormenta...».
Afortunadamente, las nubes tuvieron la cortesía de esperar todavía un rato y sobre los cielos, justo cuando todas las cámaras apuntaban a la Familia Real para inmortalizar su imagen con el fondo de Los Lagos, el sol y unas gotas de lluvia asomaron para no perderse el momento y un doble arco iris se dibujó desde la Vega del Ercina hasta la de Comeya. Realmente todo parecía calculado para que doña Leonor y su hermana doña Sofía se llevaran un recuerdo bonito de aquel día tan largo en el que estrecharon tantas manos, respondieron a tantos parabienes con sus sonrisas, escucharon a los paisanos de su madre la Reina dedicarle frases poco protocolarias, espontáneas y sentidas -como seguramente les han dicho que son las gentes de esta tierra- y en las que se alababan su simpatía o le soltaban, como a una asturiana más: «¡Doña Letizia a ver si viene más por Asturias!».
Más que de un niño, sería el pensamiento de alguien muy osado especular con que algún día, las hijas de nuestros Reyes, tal vez recuerden con amor, un amor tan alto como las cumbres de Covadonga, a quienes hicieron posible que una de las jornadas más importantes de sus vidas de Princesas fuera feliz, bonita. Realmente como si todo hubiese sido medido con precisión científica para que sucediese así o fuese cosa natural en una tierra que por algo llaman Paraíso. Y es también la suya. (Desde ayer aún más).
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