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DANI BUSTO
Domingo, 5 de agosto 2018, 04:14
Vas a sufrir. Te voy a apretar. Sufrirás». Las advertencias que Milín Llamedo le lanzaba a su compañero, Pedro Vázquez, se sucedieron una tras otra durante toda la semana y se prolongaron hasta que faltaban pocos minutos para iniciar el Descenso. Por diversas circunstancias, habían tenido muy poco tiempo para entrenarse juntos y amoldarse a su K-2, pero la dupla parraguesa competía en su casa, en el Sella, el río que les vio crecer. Por tanto, su misión ayer era completar una carrera honrosa.
Nada más cruzar la línea de meta, sus gestos lo decían todo. Vázquez, con el rostro desencajado, se había exprimido al máximo hasta quedar exhausto. Milín, en el asiento delantero de la piragua, no daba crédito a lo que habían logrado. Se movía hacia los lados y se llevaba las manos a la cara. Dudaba entre reír o llorar.
En un trepidante final, el más igualado de los últimos años, Llamedo y Vázquez se impusieron al esprint, ajustadísimo, a las embarcaciones de los cántabros Julio Martínez y Rubén González, y de los sudafricanos Andrew Birkett y Hank McGregor, seguidos todos ellos muy de cerca por la K-2 de los asturianos Luis Amado Pérez y Miguel Llorens.
Los palistas del Kayak Tudense se proclamaron campeones del Descenso Internacional del Sella, que este año cumplió su edición número 82, y recogen el testigo dejado por Walter Bouzán y Álvaro Fernández Fiuza, después de ocho años consecutivos de reinado sellero. Fue también el triunfo de una piragua integrada por dos asturianos, algo que no sucedía desde 1996, cuando vencieron Ramón Cerra y Alberto Llera.
Ganar el Descenso es un reto complicado. Son muchas las parejas de palistas que invierten horas y horas en el río para acoplarse a la piragua de K-2. Por eso, el triunfo de los parragueses tiene un mérito añadido. Milín Llamedo había preparado esta prueba con Franco Balboa. Sin embargo, el argentino no pudo participar por estar sancionado. Ante esta tesitura, Llamedo se había planteado ver el Descenso como un aficionado más y seguir la competición por carretera, desde Arriondas a Ribadesella, en moto.
Todo cambió el pasado martes, cuando de manera improvisada decidió inscribirse junto a Vázquez, recién llegado del europeo sub 23. Por potencial, su K-2 entraba en el abanico de favoritos, pero el poco margen que habían tenido para preparar la carrera les suponía un hándicap difícil de superar. Ahí reside también la magia del Sella, que ayer dejó para el recuerdo uno de los finales más intensos que se recuerdan de la última década.
Instantes antes del comienzo, mientras la piragüista Mara Santos leía el tradicional pregón, todo eran rostros serios y caras de concentración junto al puente de Arriondas. Los palistas coinciden en señalar que el Descenso no se gana en la salida, pero sí se puede perder. Buena fe de ello dan el avilesino Miguel Fernández Castañón y el leonés José Julián Becerro. Sus remos se quedaron trabados con el cepo, que tardó un instante en abrirse. Fue tan solo un suspiro, un momento de incertidumbre, pero la pareja de Los Rápidos, que había sido la más veloz en la contrarreloj del pasado jueves, llegó al agua tras perder algunos segundos de gran valor.
Uno de los primeros en poner sus pies en el río fue Julio Martínez, curtido en mil batallas y muchas salidas del Descenso. El once veces ganador del Sella participó este año con su paisano Rubén González. La embarcación cántabra realizó una salida impecable y se puso al frente de la estampida de piraguas.
Entre la colorida marabunta de remos pronto se dilucidó el póquer de embarcaciones aspirantes. Llamedo y Vázquez se asomaban en cabeza, junto a los cántabros, los sudafricanos Birkett y McGregor, y la dupla Amado-Llorens. Cuatro piraguas que ya no se volvieron a separar hasta el final. Mientras tanto, por detrás, Castañón y Becerro tuvieron de nuevo problemas en La Remolina, y eso les alejó definitivamente de sus opciones de podio. Tan solo les quedaba pelear por el honor de la quinta plaza, junto a otras tres K-2 que dirigían Brais Sánchez y Antonio Palmás; Guillermo y Jesús Pérez; y Eduardo González y Juan Busto.
Las K-2 de cabeza se vigilaban mutuamente y todo apuntaba a que se resolvería en el islote de La Boticaria. Martínez y González fueron los únicos que se decantaron por el porteo. Cruzaron a toda velocidad el islote, sin contratiempos, mientras sus rivales continuaban a fuerte ritmo por el agua. Los cántabros lograron una ligera ventaja para encarar el esprint final, pero en los últimos metros todo se igualó.
Los sudafricanos, expertos en estas lides, miraban de reojo hacia Martínez y González, mientras Amado y Llorens buscaban su hueco, pero la embarcación parraguesa, con Milín Llamedo y Vázquez, tensó los músculos y aceleró de tal manera que logró adelantar a sus rivales, hasta llegar a superar por medio metro a la K-2 cántabra sobre la línea de meta.
En K-1 el final fue incluso más apretado, hasta el punto que los jueces otorgaron la victoria de forma conjunta a Borja Estomba y a Guillermo Fidalgo, ambos con idéntico tiempo. El podio lo completó Kiko Vega.
En K-2 femenino, Amaia Osaba y Eva Barrios, bronce en el europeo de maratón, cumplieron con los pronósticos y se llevaron la victoria. Por su parte, Arantza Toledo se proclamó campeona en K-1 femenino.
En las canoas, Manu Campos y José Sánchez lograron su tercera victoria consecutiva en C-2. Mientras que en C-1, el riosellano Diego Suárez ganó por segundo año seguido.
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