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azahara villacorta
Sábado, 17 de octubre 2020, 02:50
«Libardón. Alegre». Esa era la señal convenida para que, al fin, las gaitas que en otras ediciones de los Premios Princesa de Asturias sonaban día y noche y que este año algunos tanto se han echado de menos en las calles de Oviedo para alivio de otros volviesen a arropar a los Reyes de España y sus hijas, acompañadas como ya es tradición por doña Sofía, en una ceremonia que, por primera vez la historia de los galardones, cambiaba de escenario con el desafío monumental de no perder ni un ápice de carga institucional.
Rondaban las seis de la tarde cuando el Patio de la Reina del Hotel de la Reconquista -sobrevolado por un helicóptero y tomado por el personal de seguridad de la Casa Real, el equipo de la Fundación Princesa y decenas de medios de comunicación acreditados- se convertía en el epicentro en el que se posaban todas las miradas para escrutar la reducida nómina de personalidades llamadas a presenciar esta edición histórica de los Premios.
Un microcosmos en pleno corazón de Oviedo cuya construcción había requerido meses de trabajo -con muchas incertidumbres y varios planes sucesivos- y dominado por el orden milimétrico que preside cada acto organizado por la Fundación Princesa, pero que, en esta era pandémica que ha venido a ponerlo todo patas arriba, también dio lugar a nervios, improvisaciones y cambios de última hora, dejando de paso varios momentos curiosos para el anecdotario.
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Porque, menos la alfombra 'azul Fundación' lista para ser pisada y los tapices que engalanaban el corredor, casi todo era nuevo en un paseíllo mermado en el que se mezclaron patronos y jurados como el armador astur-mexicano Antonio Suárez y el presidente de Vocento, Ignacio Ybarra Aznar, con Delia Losa (delegada del Gobierno en Asturias), Javier Fernández (expresidente del Principado), Félix Baragaño (presidente de la Cámara de Comercio de Gijón) o Manuel Menéndez (consejero delegado de Liberbank).
Todos ellos accedieron a los salones acondicionados para seguir la ceremonia por un lateral del patio que quedaba fuera del tiro de las cámaras, donde el presidente de la Fundación, Luis Fernández-Vega, y su directora, Teresa Sanjurjo (regia de negro y oro y que no se separó de su 'clutch' ni de su teléfono móvil en ningún momento) se encargaban de darles la bienvenida junto a las puertas de la cocina del hotel. Así que unos y otros se mezclaban con atareados camareros con mandil que entraban y salían ora con una jarra ora con un vaso de agua.
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Y todo porque, según explicaron luego fuentes de la Fundación, «la persona encargada de abrir la puerta del acceso principal no la abrió» a su debido tiempo.
Hasta que hizo su aparición Carlos Sainz junior del brazo de su madre y acompañado por sus dos hermanas, las tres envueltas en gasas y con cara de no dar crédito ante semejante despliegue.
Fue entonces cuando cambió el itinerario del particular rally de estos Premios para alejar a tan ilustres invitados de los fogones y hacerlos atravesar el patio para alivio de televisiones y fotógrafos, que por fin pudieron captar a la familia del piloto y a quienes la sucedieron sobre la alfombra.
Por ella desfilaron los premiados a los sones que marcaba la Real Banda de Gaitas Ciudad de Oviedo -liderada con pulso firme por Vicente Prado 'El Pravianu' y José Manuel Fernández 'Guti'-, cuyos setenta integrantes se repartieron entre el patio y el corredor por aquello de mantener las distancias de seguridad y después de haberse sometido a una prueba PCR a instancias de la organización, como también tuvieron que hacer los miembros de la Orquesta de la Universidad de Oviedo, encargada de interpretar un sinfónico himno nacional al inicio de la ceremonia.
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Los pasacalles típicamente asturianos que salían de gaitas, bombos y acordeones emocionaron especialmente a la directora de Salud Pública de la OMS, la langreana María Neira, que causó sensación enfundada en un mono de terciopelo negro y que tampoco se separó del móvil. En su caso, para captar todo lo que acontecía en su elegante camino hacia el Salón Covadonga.
Tras ella, hicieron su aparición galardonados como el propio Carlos Sainz, Andrea Morricone armado con su batuta y los representantes de los sanitarios que se han dejado la piel en la lucha contra la covid. Y que, sabedores de que todo en estos Premios está cargado de un profundo simbolismo, eligieron mayoritariamente vestirse de verde, emblema de la defensa de la sanidad pública.
Verdes fueron también el conjunto escogido por la Infanta Sofía (compuesto por una falda evasé con un favorecedor fajín y un cuerpo más claro en tejido plumetti y manga francesa y sus ya habituales bailarinas a conjunto, concretamente el modelo 'Rosario' en ante de Pretty Ballerinas) y muchas de las corbatas que lucieron autoridades como Carlos Lesmes (presidente del Tribunal Supremo) en un año especialmente complejo para la Corona, porque a pocos se le escapa que el verde -acrónimo de «Viva el Rey de España- es el color de los monárquicos.
Otra de las tendencias que hicieron furor fue la de las mascarillas con bandera de España. Como la que eligió el líder del Partido Popular, Pablo Casado, de los últimos en llegar (había estado comiendo con la líder de los populares asturianos, Teresa Mallada), justo antes de Pilar Llop (presidenta del Senado, de negro riguroso, un clásico recurrente que nunca falla), Meritxell Batet (presidenta del Congreso, arriesgando de mostaza y salones 'nude', que también arrasan esta temporada) y Carmen Calvo (vicepresidenta primera del Gobierno, que resolvió con pantalón y chaqueta púrpura). Y, con todo, cuando las gaitas atacaron la 'Muñeira de Libardón' para dar la bienvenida a la Familia Real, el reloj marcaba las 18.26 minutos. Cuatro antes de la hora H. Un 'tour de force' resuelto con nota y, a pesar de los pesares, alegría.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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