Cuando el futuro nos alcanza
Geoffrey Hinton, Yann LeCun, Yoshua Bengio y Demis Hassabis ·
Por sus contribuciones al avance de la Inteligencia Artificial y a su integración plena en la sociedadGeoffrey Hinton, Yann LeCun, Yoshua Bengio y Demis Hassabis ·
Por sus contribuciones al avance de la Inteligencia Artificial y a su integración plena en la sociedadLevante su mirada hacia el cielo y trate de pronosticar si va a llover. De toda su experiencia vital dependerá que su pronóstico sea más o menos atinado. Pero la meteorología juega con tal cantidad de variables que hasta el pronóstico aparentemente más fundamentado es ... falible.
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Eso sí, cuantas más edad tenga, más cielos haya visto y más haya usted aprendido de las relaciones causales (el cielo lleno de nubarrones apunta a tormenta, las nubes en 'empedrado' al atardecer anuncian un mañana soleado) más fácil será que su pronóstico sea acertado. Sabrá usted, además, cuáles de las señales que percibe su cerebro son pertinentes para afinar su predicción (por ejemplo, la llegada por el noroeste, en el caso de Asturias, de un frente de nubes de tono oscuro, o la sensación de que el viento viene cálido y del sur) y cuáles son meramente aleatorias y no añaden más que ruido a su pronóstico.
Usted ha ido aprendiendo a lo largo de toda su vida, de todas sus experiencias, en un proceso continuo de ensayo y error, de premios y castigos, de satisfacciones e insatisfacciones que le llevan a priorizar unos comportamientos y decisiones sobre otros, aunque no de una forma absolutamente rígida.
Conseguir que un androide, o que un vehículo autónomo, sea capaz de tomar decisiones en función de su experiencia anterior es el Santo Grial de la informática, pero, a diferencia de la copa que Jesucristo utilizó en la Última Cena, este objetivo cada vez está más cerca gracias a las investigaciones y desarrollos tecnológicos de los galardonados este año con el Premio Princesa de Investigación Científica y Técnica, los ingleses Geoffrey Hinton y Demis Hassabis y los franceses Yann LeCun y Yoshua Bengio. Tres de ellos (Hinton, LeCun y Bengio) ya fueron reconocidos 2018 con el Premio Turing, considerado de facto como el 'Nobel de la informática', y en esta ocasión se les suma Demis Hassabis, posiblemente el perfil más disruptivo de los cuatro y sin duda quien más ha avanzado en la aplicación práctica de las investigaciones en 'Deep Learning' (aprendizaje profundo), al punto de que Google adquirió su empresa DeepMind por 400 millones de libras esterlinas, quedando el propio Hassabis como vicepresidente de ingeniería líder en proyectos de IA.
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Una cosa es cómo lograr la inteligencia artificial. Otra muy distinta es cómo gestionarla de forma que proporcione a la humanidad en su conjunto los grandes beneficios que potencialmente se le coligen.
La declaración de apertura en la página web de la empresa DeepMind lo deja claro: «Queremos que la Inteligencia Artificial beneficie al Mundo, así que tenemos que ser muy reflexivos sobre cómo se la diseña».
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Esta preocupación no es exclusiva de Hassabis. Es algo que une profundamente a los cuatro investigadores galardonados, que en todos los casos han dedicado una buena parte de su esfuerzo intelectual a discernir cuáles son los límites éticos en los que se debe encuadrar su trabajo y cuáles las metas hacia las que se debe orientar el desarrollo de la Inteligencia Artificial. Más aún, cuáles son los caminos de riesgo en los que el desarrollo y la aplicación de la inteligencia artificial no se deben adentrar, con especial acento en evitar que acabe sirviendo a intereses de grupos políticos o de presión y en contra del bien común. Pero eso, por el momento, se encuentra todavía en el terreno del futuro, si bien es un futuro cada vez más cercano.
¿Dónde comenzó todo esto? Los galardonados son los herederos de una larguísima tradición que se remonta al menos a la formulación de los principios de la lógica en la antigua Grecia. La máquina de computación diseñada por Charles Babbage en 1835 o la denodada lucha del equipo de Alan Turing en el descifrado de los mensajes de la codificadora nazi Enigma dieron pasos de gigantes, sobre los que se alzan los esfuerzos de los galardonados.
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Geoffrey Hinton fue el pionero de todos ellos. Investiga desde los años setenta en las maneras de utilizar redes neuronales artificiales para el desarrollo de percepción, memoria y procesamiento, reconocimiento e interpretación de símbolos. En los 80 y 90 se sumaron los franceses LeCun y Bengio, formando parte de una tendencia en el estudio e investigación en Inteligencia Artificial que apostó por las redes convolucionales, sistemas de base algorítmica que manejan muy bien las complejidades del lenguaje o de las sencuencias, y que como una de las aplicaciones prácticas más destacadas ha llevado a la empresa de Demis Hassabis a la creación del programa AlphaFold, que en sus versiones de 2018 y de 2020 ha ganado la competición CASP (evaluación crítica de técnicas para la predicción de la estructura de proteínas, por sus siglas en inglés). El programa de la empresa de Hassabis se destacó en las predicciones de estructuras de unas 200.000 proteínas para las que no existían modelos previos, con una precisión de más del 91% en dos tercios de los casos.
Geoffrey Hinton (Londres, Reino Unido, 6 de diciembre de 1947) es, con mucho, el más veterano de los cuatro premiados en esta categoría. En 1986, cuando Hassabis aún empezaba a destacar como un jugador infantil de ajedrez y los ordenadores caseros aún cargaban los juegos desde una cassette, Hinton inventó los algoritmos de retropropagación, fundamentales para el entrenamiento de redes neuronales artificiales. Un cuarto de siglo después, en 2012, daba un nuevo paso de gigante con la creación de AlexNet, una red compuesta por 650.000 neuronas (un cerebro humano tiene en torno a 100.000.000.000 neuronas), entrenada con 1,2 millones de imágenes, que registró un 74% de aciertos en el reconocimiento de objetos. Desde 2013 colabora con Google como vicepresidente en el desarrollo de aplicaciones de 'deep learning'. En 2021 publicó un documento en el que presentó GLOM, un innovador proyecto, aún teórico, que supone un nuevo modelo vectorial para procesar y representar la información visual en una red neuronal artificial. Y pese a todos sus aportes, Hinton ha advertido reiteradamente sobre los riesgos de un desarrollo escasamente reglamentado de la inteligencia artificial. Ha indicado que existe el riesgo de que determinados políticos usen la IA para «aterrorizar a la población» y ha pedido expresamente la prohibición de generar armas autónomas letales.
Todos ellos han trabajado y siguen haciéndolo en cómo enseñar a sistemas artificiales a reconocer e interpretar la realidad. A cualquiera de nosotros no nos supone, en apariencia, un esfuerzo especial distinguir un balón de fútbol de una canica, una representación del planeta Tierra o una bola de piedra situada al inicio de una calle peatonal. Para la salud de nuestros pies, con todo, un rápido discernimiento puede ser esencial. Una inteligencia artificial tendrá que distinguir la forma (un círculo en dos dimensiones al que las tonalidades e intensidades de color, así como la visión bifocal otorgan en nuestro cerebro tres dimensiones y lo convierten en una esfera). Los detalles (las manchas de una pelota, la representación de continentes en una esfera planetaria o los tonos de la piedra en el caso de la bola) añaden información, y acabamos reconociendo el objeto en un proceso que lleva microsegundos de computación en nuestro cerebro, evitando de paso hacer caso a demasiados detalles. Ese es el procedimiento que tiene que imitar la inteligencia artificial.
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Yann LeCun (Soisy-sous-Montmorency, 8 de julio de 1960) se doctoró en Ciencias de la Computación en la Universidad Pierre et Marie Curie de París en 1987, e inmediatamente completó su postdoctorado en el grupo de Geoffrey Hinton en la Universidad de Toronto, tras lo cual fue contratado por AT&T Bell Laboratories en 1988 y allí fue nombrado jefe del Departamente de Investigación de Procesamiento de Imágenes en 1996. Sus avances le llevaron a que Facebook le contratase como director de investigación en inteligencia artificial, mientras mantiene una intensa labor académica vinculada en la Universidad de Nueva York, en el Centro para la Ciencia de los Datos, que fundó y dirigió entre 2012 y 2014.LeCun hizo aportaciones al desarrollo de los algoritmos de retropropagación que Hinton inventó y tan pronto como en 1989 creó LeNet-5, un sistema de reconocimiento de caracteres escritos en cheques bancarios que supuso un gran avance para la tecnología de reconocimiento óptico de símbolos. Además, contribuyó a la creación de la tecnología DjVu de compresión de imágenes, que hoy usan miles de sitios web para acceder a documentos escaneados. En 2018 fue crítico con el desarrollo de un robot, llamado Sophía, de Hanson Robotics, al que calificó de simple marioneta tras una entrevista de Sophía con Tech Insider. LeCun dijo que ese «robot es a la inteligencia artificial como el ilusionismo es a la magia real».
Si de lo que se trata es de reconocer una voz o una letra, la cosa se complica. Aquí se juega ya con la identificación de vibraciones sonoras, en el caso de la voz, o de la forma, en el caso de los caracteres escritos, y la atribución de significados a lo que los humanos tenemos interiorizado como símbolos, y ello después de un aprendizaje de años.
¿Cómo se hace? El Deep Learning se basa en las inteligencias autoprogramadas. Un ejemplo: Yo puedo enseñar –o programar, y este no es un matiz menor– a un robot de cocina a preparar una fabada. No es extremadamente difícil, puedo programar un algoritmo con una serie de instrucciones básicas: qué ingredientes usar y qué hacer con ellos.
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Yoshua Bengio (París, 5 de marzo de 1964) se graduó en Ingeniería Informática en 1986 en la Universidad McGill (Canadá). Hizo el postdoctorado en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y en los AT&T Bell Laboratories, junto al grupo de LeCun. Desde 1993 es profesor de Ciencias de la Computación e Investigación Operativa de la Universidad de Montreal. Bengio ha publicado más de 700 artículos y es autor de tres reputados libros sobre aprendizaje profundo. Impulsó la Declaración de Montreal para un desarrollo responsable de la inteligencia artificial, que defiende que este se debe atener al respeto a los siguientes diez puntos. Bienestar: debe permitir el crecimiento del bienestar de todos los 'seres sintientes'. Respeto a la autonomía: Debe aumentar el control de las personas sobre sus vidas y su entorno. Solidaridad: Debe fomentar lazos entre las personas y las generaciones. Participación democrática: Deben estar sujetos al escrutinio democrático, el debate y el control. Equidad: Debe contribuir a la creación de una sociedad justa. Inclusión y diversidad: Debe ser compatible con la diversidad social y cultural. Prudencia: Toda persona involucrada en el desarrollo debe tener precaución anticipando, en la medida de lo posible, las consecuencias adversas del uso de sistemas de IA. Responsabilidad: No debe contribuir a disminuir la responsabilidad de los seres humanos en la toma de decisiones. Desarrollo sostenible: Debe garantizar la sostenibilidad ambiental del planeta.
En este caso las instrucciones son reglas sencillas de formular: «Si ocurre tal evento, la respuesta es X; si no ocurre, es Y» (en este caso podría decirse que «si las fabes siguen duras tras x tiempo de cocción, aplíquesele tanto tiempo más. Si no, apague el fuego».
Con todo, esto es la automatización de un proceso, con algoritmos de respuestas de 'sí' o 'no', mientras que el Deep Learning va más allá. Es de aplicación cuando se desconoce el patrón o la regla que ayudaría a tomar la decisión o a automatizar el proceso, o bien cuando las reglas o condiciones están en constante cambio o son tantas que no es posible incluir todas sus variantes en un algoritmo.
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Demis Hassabis (Londres, 27 de julio de 1976) fue un niño prodigio del ajedrez y un apasionado de la programación que desde los ocho años de edad mostró un gran interés sobre cómo funciona el cerebro humano y la lógica de la toma de decisiones. A los 17 años se unió a la compañía Bullfrog Productions como diseñador de videojuegos, donde creó juegos de éxito como 'Theme Park'. Estudió en Cambridge, se graduó en 1997 en Ciencias de la Computación y en 1998 fundó la empresa de videojuegos Elixir Studios, con la que creó proyectos para multinacionales como Microsoft o Vivendi. En 2009 se doctoró en Neurociencia Cognitiva en el University College de Londres y completó sus estudios en Harvard y el Instituto Tecnológico de Massachusetts. En 2011, con el apoyo de inversores como Elon Musk, fundó la empresa de inteligencia artificial DeepMind Technologies, de la que es CEO, con la que comenzó a crear algoritmos de aprendizaje para dominar videojuegos, como AlphaGo (que en poco tiempo logró derrotar a Lee Sedol, campeón mundial del juego de origen chino Go) o AlphaZero, para progresar en el desarrollo de un sistema de aprendizaje de inteligencia artificial, considerado por algunos expertos como revolucionario, pues combina el funcionamiento neuronal humano y las conexiones entre la memoria y la imaginación con los mecanismos de aprendizaje de las máquinas. Con otra de esas variantes, AlphaFold, ha propiciado grandes avances en biomedicina.
Aquí, los pasos lógicos son más. Otro ejemplo: La personalización de anuncios de una web. El algoritmo marcará, por ejemplo que ante un usuario masculino de menos de 25 años se seleccione una regla concreta, que marque con una determinada prioridad, por ejemplo, que se le mostrará el anuncio de un videojuego. Si el usuario, y aquí está la clave, entra en ese anuncio, el algoritmo aumenta la prioridad de la regla mencionada y si no, la disminuye. Tras miles de operaciones similares, en las que el algoritmo va elaborando sus estadísticas, contaremos con un modelo que en la mayoría de los casos sabe lo que hacer, y que acertará tanto más cuantas más variables se puedan incorporar al algoritmo (por ejemplo, si el usuario de antes tiene menos de 25 años y está suscrito a una página de videojuegos será más probable que esté interesado que si tiene más de 70 y está suscrito a periódicos de información económica».
Pero esto va mucho más allá, o al menos lo hará con el tiempo. Hassabis cree que el progreso hacia una forma nueva y potente de IA será rápido y está creando un comité de ética dentro de Google para considerar las posibles desventajas de la inteligencia artificial avanzada: «Es algo de lo que tenemos que ser conscientes. Hoy día seguimos jugando a juegos de Atari», dice, «pero estamos en los primeros peldaños de la escalera, y nadie sabe dónde estaremos en cinco años».
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