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Se avanza rápido y sin pausa, pero todavía queda muchísimo camino por delante para alcanzar esa inteligencia artificial en la que equiparamos, de momento solo en nuestra imaginación, a los hombres y las máquinas. Así lo ha explicado esta mañana el Premio Princesa de ... Investigación Científica y Técnica, Yann LeCun, en la rueda de prensa que ha dado en el Hotel de la Reconquista, donde fue recibido anoche por la directora de la Fundación, Teresa Sanjurjo.
«Las inteligencias artificiales que construimos no aprenden con la misma eficiencia que los humanos o los animales», asegura el científico. Una persona, argumenta, «aprende a conducir un coche con veinte horas de práctica, pero una máquina no puede. Se nos escapa algo». Y va más allá. «Los animales aprenden cómo funciona el mundo en sus primeros meses de vida. Ese es un aprendizaje que todavía no hemos sido capaces de reproducir en máquinas». Dicho esto, queda en el aire una importantísima cuestión. ¿Podremos reproducir el llamado «aprendizaje autosupervisado» propio de los seres vivos? «No lo sabemos», reconoce LeCun.
Por el momento, sostiene, quedan «muchas barreras» por superar en la larga distancia que nos separa. LeCun se refiere así al «enorme» poder de cómputo del cerebro humano y reconoce que «la tecnología que tenemos a día de hoy es entre cien mil y un millón de veces menos efectiva». Todo lo anterior, no impide que se construyan «sistemas de inteligencia artificial realmente fantásticos y muy especializados» ni que se avance en el aprendizaje autosupervisado de las máquinas.
El Premio Princesa ha abordado algunas de las muchas preguntas que se plantean respecto al efecto y la extensión de la inteligencia artificial, así como su papel a la hora de rebajar o profundizar en las desigualdades que azotan el planeta. Es innegable que estos sistemas «ofrecen acceso a muchas cuestiones a las que muchísimas personas no habían tenido acceso antes». Se refiere el galardonado, por ejemplo, a los sistemas de reconocimiento de voz fiables o a los teléfonos inteligentes, que permiten al usuario interactuar con el mundo y de los que se benefician también las personas en países en vías de desarrollo. Es también el caso de la gestión de sistemas agrícolas, los programas de descripción de imágenes para personas con discapacidad visual o los de traducción de idiomas 'habla a habla', que no necesitan pasar por el lenguaje escrito y pueden ser una herramienta de lo más útil para idiomas poco frecuentes «como el asturiano». Las posibilidades son infinitas. Y están ahí. Pero, ¿se van a compartir estas tecnologías con el mundo? «Esa es una cuestión política, no científica. Yo soy científico. La pregunta que cabe hacerse es cuáles son las mejores decisiones políticas para que estas tecnologías se compartan en todo el mundo. La inteligencia artificial nos va a ayudar a enfrentar muchos problemas», responde LeCun, quien ha salido en defensa de la cuestionada figura de Mark Zuckerberg.
«Es una persona estupenda, su preocupación y su misión es conectar a la gente. La mala prensa y mala reputación que le afectan son malintencionadas. Cuando creas un sistema que conecta a 3.000 millones de personas, esto tiene efectos maravillosos y, por supuesto, también va a haber repercusiones negativas que no se pueden predecir. Hay quienes van a hacer un uso malintencionado de las redes sociales. Para evitar eso, necesitaremos inteligencia artificial. Esta nos ha permitido moderar el contenido de las en los últimos años», sostiene implacable. En este sentido, apunta que en los últimos tiempos, gracias a la inteligencia artificial, «el discurso de odio en redes se ha eliminado de manera automática en un 95%, antes de que llegue a los usuarios». Ir más allá, eliminarlo por completo, «es muy difícil» -entre otras cosas, porque a las máquinas se le escapan conceptos como la ironía-, «pero la evolución ha sido fantástica». Y la empresa de Zuckerberg, defiende, «cada vez que identifica un problema invierte muchísimos recursos en solucionarlo».
Todo tiene pues una cara y un cruz. Y, del mismo modo que la inteligencia artificial puede ayudar en la traducción de idiomas, lo que a priori ayudaría a conservarlos, también puede perfeccionarla hasta el punto de que sea innecesario aprenderlos. «Puede que dentro de diez o quince años, en lugar de llevar teléfonos móviles llevaremos gafas de realidad aumentada, con una pantalla donde usted hablará conmigo en español y yo veré los subtítulos en mis gafas y viceversa. Quizá podamos comunicarnos, cada uno, en nuestra lengua nativa. O quizá dispongamos de traductores de voz a voz, con los que yo la escucharé en mi idioma». Todo un mundo, a la vuelta de la esquina.
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