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Todo empezó en 2004, cuando Salman Khan (nacido en 1976 en Nueva Orleans, de madre india y padre bangladesí) se propuso ayudar a su prima Nadia, de doce años, con las Matemáticas, que se le atragantaban. Y hacerlo a distancia, porque en aquel ... momento vivían en ciudades diferentes. Así que empezaron a comunicarse por teléfono y Skype. Una fórmula que empezó a darles resultado y que provocó que, al poco tiempo, Khan se encontrase supervisando los deberes de una quincena de hijos de familiares y amigos.
Pero la cosa siguió creciendo y, dos años más tarde, este licenciado en Matemáticas e Ingeniería y Ciencias Informáticas por el Instituto Tecnológico de Massachussets (el MIT) empezó a publicar en YouTube vídeos explicativos de sus lecciones para que cualquiera pudiese tener acceso a ellos. Píldoras de conocimiento que cada vez empezó a ver más y más gente. Hasta que, en 2008, se decidió a crear la Khan Academy, una organización sin ánimo de lucro a la que se dedica plenamente desde 2009 -tras renunciar a su trabajo en un fondo de inversión como analista financiero- y que ayer se vio reconocida junto a su creador con el Princesa de Asturias de Cooperación Internacional.
Así lo decidió el jurado, que premia al matemático e ingeniero estadounidense y a su plataforma «por la consolidación de un formato original y transformador que ofrece material educativo gratuito, a través de internet, para todas las edades, en cualquier lugar del mundo». Y es que -asegura el acta leída por el exministro Gustavo Suárez Pertierra-, «con una visión pedagógica innovadora, Khan ha ideado un proyecto formativo complementario» con un enorme poder transformador de las sociedades en desarrollo. Educación universal y gratis.
Toda una revolución liderada por este hombre con un máster en Dirección de Empresas por Harvard que, diez años después de su alumbramiento, ofrece clases que abarcan desde Primaria a Bachillerato y está presente en más de 190 países con cerca de 60 millones de usuarios registrados que únicamente necesitan un ordenador y acceso a la red para aprender.
Con más de 20.000 vídeos disponibles traducidos a 36 idiomas y que han sido visualizados más de 1.400 millones de veces, la plataforma web de la Academia ha crecido y ya no está solo enfocada a los estudiantes de Primaria a Bachillerato, sino que también se ha convertido en una herramienta de enorme utilidad para profesores que buscan complementar sus lecciones en el aula con material adicional.
Y, en paralelo, han aumentado las materias, porque, aunque en sus orígenes estaba orientada a las matemáticas y en la plataforma en español únicamente ofrece cursos de esa disciplina, además de física, química, biología y economía, el portal en inglés -los hay también en francés, turco, portugués y bengalí- incluye ya lecciones sobre historia y gramática.
El éxito de la Academia Khan es tal que, con donativos y «una financiación totalmente transparente», como subrayó el geólogo Jerónimo López, hoy cuenta entre sus patrocinadores con Google, Disney o las fundaciones de Bill y Melinda Gates y del magnate mexicano Carlos Slim, además de con decenas de voluntarios que ven en ella «una herramienta maravillosa que acerca la formación a cualquier rincón del planeta», en palabras de la periodista Gloria Fernández-Lomana, miembro del jurado del tercer Princesa de esta edición.
Un Premio -según la activista Paulas Farias- que «reconoce el valor de la formación como elemento transformador», porque ofrece material para todas las edades, desde el niño más pequeño hasta el joven a punto de entrar en la universidad. Desde aprender a contar -en la primera lección, de uno a tres- hasta resolver ecuaciones diferenciales. «Es un ejemplo de innovación pedagógica que ha revolucionado la forma de aprender y la vida de millones de personas», escribió en Twitter la ministra de Educación en funciones, Isabel Celaá. Especialmente, «la de muchas niñas y mujeres que, de otra forma, no tendrían acceso a una educación de calidad», subrayó la televisiva Rosa María Calaf, otra de las integrantes del jurado.
Y todo, con la filosofía de la 'escuela al revés', en la que se aprende en casa, con lecciones grabadas en vídeo y ejercicios, y se hacen los deberes en el aula. De esta forma, el estudiante que no ha entendido un concepto no tiene más que rebobinar la lección cuantas veces necesite hasta llegar a dominarla. Y el profesor, que dispone de un programa para seguir los progresos y tropiezos de cada alumno, puede invertir su tiempo en resolver lagunas. La escuela tradicional «te castiga por experimentar y fracasar», sostiene Khan, mientras que su propuesta es justo por lo contrario: «Súbete a la bici y cáete. Hazlo por el tiempo que sea necesario hasta dominarla». «Si dejas que el alumno trabaje a su ritmo», defiende, «de repente empieza a interesarse y a evolucionar».
«Muchas gracias a la Fundación Princesa de Asturias por su reconocimiento!», escribió en las redes esta Academia platoniana del siglo XXI regida por el lema de cabecera de Khan: «Solo tienes que saber una cosa: puedes aprender cualquier cosa».
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