«Hay que renegociar el mundo. Ese es el reto»

–¿Cómo ha cambiado la cultura en estos dos años?

–Ha cambiado la vida en general y hay cambios de los que aún no somos ni conscientes. En la cultura y la educación, ha cambiado porque la gente ha tenido miedo y nos ha creado una manera diferente de relacionarlos. Nos ha servido para darnos cuenta de lo imprescindible que es la cultura. Yo siempre he vivido con el Prado abierto y de pronto un día se cerró, así que a mí me enseñó que damos cosas por hechas que no debemos, porque probablemente son un regalo. Como estar hoy aquí en Oviedo.

–¿Súper comunicados e incomunicados en el hoy?

–Esa es la pregunta del millón. Yo siempre cito a un colega que hizo su tesis sobre un manuscrito que era un incunable y había que ir a la biblioteca de París a leerlo. Me decía un día: 'Ahora ese manuscrito está 'online', pero el problema es que ahora nadie lee latín». Y luego está lo que dice el autor de la sociedad líquida, con tanta comunicación nos hemos incomunicado. Yo siempre tengo de faro a mis estudiantes, y en este momento en el que queremos volver a la materialidad, creo que algo que también nos ha enseñado es que podemos tener una comunicación diferente. Por ejemplo, va a cambiar mucho nuestra forma de viajar. Si antes yo mi iba a un congreso a Buenos Aires cuatro días, ahora no lo haré. Hay que quedarse con lo útil. Hay que renegociar el mundo, ese el reto, y hay cosas que han llegado para quedarse.

–¿Se puede disfrutar una obra de arte en la pantalla del ordenador?

–Yo no, pero porque soy una antigua. Si yo quiero ver la Gioconda y quiero verla de verdad, si me voy al Louvre igual no la veo y en el ordenador sí. Son maneras diferentes.

–¿Y una antigua como ve el mundo del arte digital?

–Es un mundo en el que yo no he entrado, pero es lícito. Las primeras estampas se veían de una manera y luego de forma distinta. Los NFT van a tener seguramente su sitio, como los videojuegos. El mundo cambia.

–¿Las mujeres en el arte cómo van?

–Necesitamos salir mucho más del armario en el arte y de todos los demás ámbitos. Afortunadamente, vamos visibilizándonos, pero aún nos queda bastante camino. Ahora hay una generación que son muy radicales y yo en clase les digo: «Chicas, que yo llevo aquí treinta años dando la tabarra». En los últimos dos años esto se ha movido, ha costado esfuerzo, pero sí, efectivamente, no está normalizada la cosa pero va mejorando. Pero mire los porcentajes, queda mucho por hacer.