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Los contactos con el ciudadano francés Maurice Jean Lauze se venían gestando desde meses antes. Alguna destacada voz en el Gobierno regional que encabezaba Juan Luis Rodríguez-Vigil ya había advertido al presidente de que había aspectos de la propuesta del supuesto empresario galo que no cuadraban con la lógica empresarial, pero también había absolutos adeptos a la presunta idea de crear un complejo petroquímico entre Carreño y Gijón que supondría una inversión de 366.000 millones de pesetas (más de 2.000 millones de euros). No olía bien, tampoco, que las ayudas públicas precisas supusieran casi un tercio de la inversión. Y en una reunión del consejo de gobierno hubo quien se lo advirtió al presidente.
Aquella Asturias, con todo, se estaba enfrentando al final de la minería y a una necesidad imperiosa, casi obsesiva, de completar un proceso de reindustrialización que permitiese al Principado enfrentarse al siglo XXI, ya tan cercano, en condiciones de competitividad suficientes para evitar una masiva emigración de los jóvenes más preparados.
Así las cosas, la propuesta de Lauze fue acogida con entusiasmo por la cúspide del Gobierno regional, y prueba de ello fue que el día en el que se organizó la rueda de prensa en la que se anunció el presunto proyecto, el 18 de mayo de 1993, hace hoy justo 25 años, a la mesa del hoy cerrado restaurante Trascorrales se sentaron para disfrutar de una comida de celebración del acuerdo por todo lo alto el francés Maurice Jean Lauze, el entonces consejero de Industria, Víctor Zapico, y, según fuentes conocedoras de los detalles de aquella negociación, el empresario Juan Blas Sitges, que había actuado de intermediario.
Fue un ágape en el que Lauze pudo probar fabes con almejas, un plato que, dicen, le tenía intrigado y que le gustaron tanto que lo comentaría en los días siguientes con los periodistas que seguían la información. De segundo, dos de los comensales se decidieron por un delicado besugo a la sal. Dos botellas de Viña Albina de 1982 regaron la comida, que concluyó con café y licores y por la que la Consejería de Industria abonó al restaurante, meses después, 34.466 pesetas (unos 207 euros).
Fue, a la postre, el mayor botín que Lauze se llevó de su aventura asturiana. Un pequeño banquete, el conocimiento de un plato antes nunca disfrutado, y algunos detalles de protocolo que le entregó Víctor Zapico como un vídeo sobre los caballos asturcones, la figura de un caballo asturcón y una comida previa que se había celebrado meses atrás mientras se gestaba una presunta operación que, gracias a la investigación de EL COMERCIO, se demostró, a tiempo, fraudulenta.
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