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«Adiós chiquitina, te prometo que te vamos a hacer justicia». Eugenio García se despedía de su hija Olivia besando el féretro antes de introducirlo en el nicho del cementerio de Torrecaballeros, el pueblo segoviano en el que vive la familia paterna de la niña ... supuestamente asesinada a manos de su madre justo al día siguiente de que el juzgado le comunicase que le otorgaba la custodia al progenitor. «Lucharé para ser el último padre que tenga que enterrar a su hija de esta forma», prometía ante el ataúd y arropado por cientos de vecinos, amigos y familiares que quisieron acompañarlo en el momento más amargo de su vida. Y eso que la que había llevado los últimos cuatro años y medio no había sido precisamente dulce. «Le ha amargado la existencia durante años y ahora esto, no hay derecho, no hay derecho de que el sistema no haya protegido a la niña con todas las señales de alarma que llevaban mucho tiempo saltando», consideraba una vecina en el camposanto, el sentir general de todo un pueblo que estaba al tanto de las muchas denuncias, hasta casi treinta, que Noemí Martínez Largo le puso a Eugenio desde que se separaron.
«Aferraos a la fe, es la única forma de poder sobrellevar algo tan terrible, la pérdida de una niña», alentaba el párroco don Juan, el mismo que hace seis años y medio bautizó a la pequeña en esa misma iglesia, San Nicolás de Bari.
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Desde allí partió el cortejo fúnebre hacia el cementerio. Unos tres kilómetros de tristeza, dolor e incomprensión de todos los que querían a una pequeña «muy alegre y con muchas ganas de vivir pese a todo lo que llevaba pasado». El pequeño ataúd era conducido entre ramos de flores y flanqueado por su padre, la pareja de este, María; sus abuelos paternos Mari Carmen y Eugenio, su tía paterna Inma, entre más de doscientas personas conmocionadas por la muerte violenta de la niña.
Los que no participaron en el séquito fueron sus familiares maternos. El hermano de la madre, sus abuelos y el resto de parientes cercanos de la mujer acusada de matar a su hija administrándoles tranquilizantes para no ceder la custodia al padre se mantuvieron en un segundo discreto plano a las puertas del cementerio y en unos bancos traseros en la iglesia. «También era su familia», razonaba el abogado del padre, Daniel Labrador, quien le ha acompañado en la dura batalla judicial todo este tiempo.
«Soy un padre que está enterrando a su hija por un sinsentido», dijo Eugenio, que ayer prefirió no hablar de su exmujer y centrarse en «la verdadera protagonista, en Olivia, y recordarla como una niña maravillosa que es lo que era».
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IVÁN GARCÍA
El lunes a primera hora de la mañana recibía la fatídica noticia de que su hija de seis años había sido hallada muerta sobre la cama, junto a su madre, Noemí Martínez Largo, con una intoxicación leve por tranquilizantes, los mismos que, presumiblemente le administró en una taza de leche con cacao a su hija un día antes de que los agentes acudiesen al piso de Gaspar García Laviana. El padre dudaba aún si personarse en la causa como acusación particular. «Llevo tantísimo pasado que ya no sé si tengo fuerzas para más», decía. Hoy cogerá fuerzas y volverá a pelear, como ha hecho los últimos años.
El juzgado comunica a los progenitores que el padre tiene la custodia de la niña de seis años y que deberá volver a vivir con él a Segovia.
La noche del sábado la madre, supuestamente, le suministra un cóctel de tranquilizantes a la menor dentro de un cacao con leche.
Noemí Martínez envía una mensaje a su hermano diciéndole: «Antes de entregarla al padre, la mato».Saltan todas las alarmas y el hermano llama a la Policía.
La llamada del hermano desde Segovia activa las alarmas de los servicios de emergencia. No pudo entonces concretar la dirección.
La Policía se persona en el piso de la avenida de Gaspar García Laviana y localiza el cadáver de la niña sobre una cama en la que también estaba su madre.
La madre de la menor es trasladada al Hospital de Jove por una intoxicación leve de tranquilizantes. Recibe el alta diez horas después y es trasladada a la Comisaría.
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