P. SUÁREZ
GIJÓN.
Jueves, 6 de febrero 2020, 01:13
La relación sentimental que durante ocho años mantuvo Lorena Dacuña con el ahora detenido por su asesinato, José Manuel S. M., evidencia a una mujer prisionera de los celos y del control al que era sometida por su pareja. Pese a que el ... camarero solo mostró su faceta más agresiva y violenta una vez ella decidió dar por finalizada la relación, «harta de su actitud obsesiva y controladora», el día a día de la pareja no difería mucho de la semana previa al crimen, cuando ella incluso debió bloquearle de Whatsapp para poner freno a los insultos y las amenazas. «Siempre quería saber dónde iba y donde estaba. Cuando la llamaba, ella le tenía que coger el teléfono porque sabía que no iba a parar», explican sus mejores amigas, quienes nunca mantuvieron una relación fluida con el sospechoso. «Con nosotras era correcto, aunque cuando bebía se volvía un poco faltoso», afirman.
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Discreto en la calle y conocido en los bares por su afición a la bebida, José Manuel S. M. desplegaba su peor cara de puertas para dentro. «La llamaba 'puta' cada vez que salía de fiesta, le decía que con él no se arreglaba tanto y le montaba pollos por cada cosa que hacía», recuerdan quienes actuaban para Lorena como confidentes de una realidad que ella se negaba a aceptar. «Cuando tuvo que entrar en la cárcel me dijo que se había ido a trabajar fuera. Siempre trataba de disculparlo, creo que para no asustarnos y que nos preocupásemos», relata Ana Menes, excompañera de trabajo en Lavachel y amiga de la víctima, en referencia a la condena de dos años que el camarero debió afrontar por delitos relacionados con malos tratos a sus anteriores parejas. «A ella le dijo que iban a ser solo nueve meses. Tenía que ir a verlo todos los fines de semana porque si no se enfadaba», revelan otras personas cercanas a la víctima.
Los celos llegaron pronto a un punto de no retorno. «Le controlaba cuánto tiempo estaba conectada al teléfono. Si llevaba mucho y no había hablado con él le pedía explicaciones. Era muy celoso», cuentan sus mejores amigas, quienes, tras la discusión que puso fin a la relación, recomendaron a Lorena que cambiase la cerradura de la puerta y tratase de evitar cualquier tipo de contacto con su expareja. «Le dijimos que cambiase el bombín de la puerta e incluso que lo denunciase, pero decía que qué le iba a hacer ese, que no le tenía miedo, que lo único que sentía era pena», recuerdan.
En lo que todos los que la trataron coinciden es en que Lorena era una gran persona. «Era valiente, siempre optimista. Cada vez que tuve un problema ella estuvo ahí para ayudarme. Siempre me decía que no me preocupase, que las cosas se solucionarían», cuenta Menes, visiblemente emocionada y quien todavía no logra asumir por completo la pérdida.
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