Miguelina Cortez y su hijo Diego explican, en su casa, cómo se sucedieron los hechos y cómo trataron de ayudar a Thiago, la fatídica Nochevieja. ARNALDO GARCÍA

«Oí unos gritos desgarradores y bajé a la calle a ayudar a esa madre; fue muy angustioso»

Miguelina Cortez, formada en primeros auxilios, fue la primera en intentar socorrer a Thiago practicándole la maniobra de Heimlich

OLAYA SUÁREZ

GIJÓN.

Sábado, 5 de enero 2019, 03:14

«No olvidaré la cara del niño en la vida, por muchos años que pasen». Miguelina Cortez comió las uvas de Nochevieja con su hijo y unos diez minutos después salió a la ventana de su piso de la calle del Dos de Mayo a ... fumar un cigarrillo. A partir de ese momento vivió lo que considera uno de los episodios más impactantes de su vida. Decide contarlo públicamente para concienciar de la necesidad de conocer las técnicas de primeros auxilios.

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«Empecé a escuchar unos gritos desgarradores pidiendo ayuda y cuando me fijé bien en qué pasaba vi a una chica con un bulto en brazos y otro chico a su lado», relata. Era Viviana Bustos llevando a su hijo Thiago, inerte. Le acompañaba su hermano, que, según la testigo, intentó parar, sin éxito, a dos taxis para ir al hospital. «No me lo pensé dos veces, le dije a mi hijo que fuese llamando a la Policía mientras yo bajaba rápidamente a la calle», explica.

«Noto en falta más solidaridad de la gente, que no haya bajado todo el mundo a ayudar»

Cuando llegó al lugar en el que se encontraba la víctima se dio cuenta del alcance de la tragedia. Esta mujer de origen chileno trabaja en una residencia de ancianos y tiene formación en primeros auxilios. Fue por ello por lo que, en cuanto la madre del niño le dijo que se había atragantado con una uva, comenzó a hacerle la conocida como maniobra de Heimlich. «Estaba inconsciente y yo no le encontraba el pulso, fue muy muy angustioso, durante varios minutos le practiqué la maniobra pero el niño no reaccionaba, estaba rígido, le llegué a coger por los pies boca abajo en un intento desesperado, pero no reaccionaba», explica afligida.

A los pocos minutos llegaron los agentes de la Policía Local. «Uno de los policías le hizo las maniobras de reanimación hasta que llegasen los sanitarios, pero al ver que no acababa de llegar la ambulancia decidieron llevarlo al Hospital, ellos mismos estaban destrozados por la situación; una de las policías estaba muy afectada, fueron momentos de una tensión máxima en la que todos intentamos ayudar, era dramático», dice.

Para entonces otros dos ciudadanos, una chica joven y otro hombre con un perro, se habían acercado hasta donde se encontraba el grupo. Sin embargo, Miguelina echa en falta «más solidaridad de la gente». «No se entiende de ninguna de las maneras que con los gritos de auxilio que daba la madre nadie lo escuchase y se ofreciese a llevar en coche al niño, nos estamos deshumanizando y es una pena que ante una tragedia así no se vea la bondad de las personas», considera. Ella misma sufrió un accidente de moto hace días y cuando pidió a dos chicas poder llamar por teléfono «una dijo que no tenía saldo en el móvil y la otra que no se quería meter en problemas... no entiendo cómo alguien es capaz de darle la espalda a otro que se encuentra en una situación vulnerable».

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«A lo mejor no se podía hacer nada por el niño, pero por lo menos la intención de tratar de ayudar a esa madre tenía que haber partido de todos lo que escucharon o vieron algo», abunda.

Pésame a la madre

El jueves por la tarde, al igual que los agentes que intervinieron en el que fue el servicio más complicado de sus trayectorias profesionales, Miguelina Cortez acudió al funeral de Thiago Lionel. Quería abrazar a la madre y trasladarle el pésame. Recibió el agradecimiento sincero de una mujer que pese a la desgracia, ha sacado fuerzas para reconocer la mano amable que le tendieron en mitad de la tragedia.

Pese a que viven a escasa distancia, Viviana y Miguelina no se conocían. «Pero es que en esos momentos no necesitas conocer a la otra persona para hacer todo lo que sea posible, te sale de forma instintiva. Ahora si lo pienso en frío no sé cómo pude actuar con tanto aplomo, soy una persona muy nerviosa, pero en momentos así te sale de forma instintiva mantener la calma», apunta. Ahora, trata de volver a su rutina, aunque le está resultando complicado. «Estoy necesitando pastillas para dormir porque cierro los ojos y revivo una y otra vez la escena, no me quiero imaginar cómo está esa familia si yo estoy así...», razona.

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El niño, de tres años, se atragantó con una uva durante las campanadas. Su familia, de origen ecuatoriano, celebraba la llegada del año nuevo en su casa de la calle Independencia. La autopsia reveló que una uva de pequeño tamaño le obstruyó las vías respiratorias.

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