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Charlie Sexton. DAMIÁN ARIENZA
El Bob Dylan más discreto, en Gijón

El Bob Dylan más discreto, en Gijón

El cantautor norteamericano evitó dejarse ver en público y esquivó a sus fans | Esta noche, a las 21 horas, tiene una cita con sus fans en el Palacio de Deportes de Gijón, adonde llegó en cuatro tráileres el montaje de su austero espectáculo

K. LEVIN / P. A. MARÍN ESTRADA

GIJÓN.

Domingo, 28 de abril 2019, 01:44

Tras su cita con el público en Bilbao, donde el viernes por la noche 5.000 personas pudieron disfrutar de su música en directo, Bob Dylan puso rumbo directamente hacia Asturias para dormir en Gijón, donde hoy le espera el escenario del Palacio de Deportes (21 horas) con las gradas repletas.

Acompañado por su banda, el genio de Minnesota llegó a la ciudad con su equipo cuando el reloj marcaba casi las 3 de la madrugada del sábado, a bordo de dos autobuses negros. Una comitiva que no pasó inadvertida para la gente que, a esas horas, estaba en las calles. Una situación que generó una leve expectación y por lo que, siguiendo su costumbre de evitar al máximo la exposición pública, ante las posibles aglomeraciones y abordajes por parte de la gente, hizo que Dylan esperase aproximadamente 45 minutos para bajar del vehículo y hacer entrada en el hotel Môderne. Junto a su jefe de seguridad -el experto en artes marciales Barrom Tabura, que se ha convertido en su sombra en los últimos años- el cantante, vestido con chupa de cuero, vaqueros y botas camperas, oculto bajo una capucha y arropado con una bufanda, trató de evitar las fotografías y el contacto con algún que otro fan pidiendo un autógrafo, y entró rápidamente en el edificio por un callejó lateral después de intentar dar esquinazo a nuestro fotógrafo.

El establecimiento, estrenado recientemente, se sitúa en el número 27 de la calle del Marqués de San Esteban y consta de 27 habitaciones tipo suite y 22 dobles, un centenar de plazas en total de las que el músico, su banda y su equipo reservaron los tres pisos superiores, con terraza incluida. En este hotel de estilo 'art decó', diseñado por Manuel del Busto y recientemente rehabilitado, la mayor parte de sus clientes desconocían que compartían alojamiento con el Nobel de Literatura.

Dentro de la elegante recepción, en la que sonaba Oasis, los trabajadores tenían prohibido comentar nada sobre su distinguido cliente y hablar con él o interrumpir su camino, manteniendo la discreción que suele exigir el cantante. Más alborotadas se encontraban las integrantes de un grupo de seis mujeres, llegadas desde Madrid para rendir una visita sorpresa a una amiga en común, y que no se creían que Dylan estuviese en las habitaciones contiguas a las suyas. «Nos enteramos ahora, pero ojalá nos lo encontremos en el ascensor o algo», decía Victoria Herrero. A su lado, Marta Izquierdo no podía contener la risa nerviosa y se planteaba la posibilidad de adquirir alguna de las entradas adicionales liberadas a última hora para el concierto, ya que respecto a las elecciones generales, confirmaban, ya votaron «hace unos días por correo».

Entre los transeúntes se podía observar la misma tranquila parsimonia por desconocer o querer ignorar la proximidad de la estrella estadounidense en el local, aunque algunos vecinos comentaban, al paso por delante de la fachada, que habían leído en la web de EL COMERCIO sobre la presencia de Dylan. Este es tan reservado en cuanto a sus apariciones que incluso en sus conciertos advierte que no está permitido usar cámaras de vídeo ni de fotos, incluidas la del teléfono móvil.

A media mañana fue visto su músico multinstrumentista Donnie Herron saliendo solo en dirección a Fomento y, sobre las nueve de la noche, sería su guitarrista, Charlie Sexton, el que se dejaba ver, fumando un cigarrillo en la acera de la calle. También pisó las calles de la ciudad quien es tal vez el hombre que más de cerca sigue a Bob Dylan, su jefe personal de seguridad, Barron Tabura, que se mostró cordial y accesible con una pareja de fans que aguardaban a la puerta la improbable salida de la estrella. A una de ellas incluso le regaló una recomendación para vivir el recital de hoy sin sobresaltos, cuando esta le preguntó por las restricciones de imágenes o grabaciones: «Lo mejor que puedes hacer con el móvil es olvidarte de él. Guárdalo, bloquélalo y disfruta del concierto», le espetó con su mejor sonrisa. Arriba, en las ventanas de las tres plantas reservadas para el mito y su equipo, ni una sola señal de vida.

Entre los curiosos y dylanitas que se acercaron al refugio del ídolo, el cineasta Pablo Casanueva y el escritor -y columnista de 'El Correo'- Jesús del Campo, con la entrada caliente en sus bolsillos y un deseo igual de apasionado que el de los otros fans por asistir al milagro de su aparición. Ni siquiera los oficios del célebre Druida Perlín, también presente en el lugar, lo lograrían.

En el exterior del Palacio de Deportes, durante las primeras horas de la tarde los únicos signos visibles de que hoy tendría lugar un acontecimiento especial eran las vallas de la policía municipal y los cuatro tráileres de la empresa alemana The Rock'n'n Roll Trucking y otros tantos autocares de la austraica Beat The Street -ambas especializadas en tours de grandes bandas- que lleva utilizando Dylan en su gira europea, estacionados todos en la parte trasera. Grupos de operarios trabajaban introduciendo el material en el pabellón, mientras algunos empleados de seguridad vigilaban la posible presencia de curiosos.

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