MIGUEL ROJO
oviedo.
Miércoles, 19 de febrero 2020, 00:28
«Tiene un valor incalculable». Así de claro se mostraba ayer Alfonso Palacio cuando se le preguntaba por una posible cuantificación económica del legado artístico que Plácido Arango deja a Asturias en forma de donación. Una colección excepcional que se compone de 34 obras maestras de las que 13 se pueden ver ya en el Museo de Bellas Artes: las 12 que se quedaron tras la exposición de 2017 más una de Darío de Regoyos que el mecenas fallecido el lunes había donado ya en 2006. La totalidad de las obras de arte son, desde su donación, propiedad del museo, aunque se mantenían en usufructo vitalicio. Esto es: el donante podía disponer de ellas hasta el momento de su fallecimiento. Ahora, una vez se cumplan los pertinentes plazos legales, las 21 obras que habían salido de Asturias con diferentes destinos regresarán a casa, tal y como deseaba el empresario asturmexicano. Más allá de los plazos -podría ser este mismo año-, lo importante para Asturias es que, tal y como él había soñado, estas 34 piezas forman ya parte del patrimonio cultural de la tierra de sus padres, Jerónimo Arango Díaz y María Luisa Arias Fernández, ambos del concejo de Salas, emigrantes a México -allí fue donde se conocieron y casaron- y vínculo imborrable del empresario fallecido con su tierra.
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Esta colección de arte se reunirá de nuevo en Oviedo para dar forma a una gran exposición con la que se le rendirá merecido homenaje al gran mecenas de Asturias. Por ahora, el Bellas Artes prevé realizar una serie de visitas guiadas por las 12 obras que Arango decidió que se quedasen ya en Asturias tras la clausura de la exposición de 2018, entre las que destaca el famoso 'Retablo de la Flagelación de Leonor de Velasco'. La pieza, de cinco metros de alto y casi cuatro de ancho, está formada por ocho tablas y fue realizada hacia 1490-1494 por dos pintores. El primero, del entorno del Maestro de la Visitación, que llevó a cabo seis: 'Santa Cena', 'Prendimiento', 'Flagelación', 'Ecce Homo', 'Camino del Calvario y Crucifixión'. El segundo, el Maestro de Oña, Fray Alonso de Zamora, que firmó los dos restantes: 'Cristo en casa de Caifás' y el 'Entierro de Cristo', además de los dos guardapolvos a ambos lados. Aunque los expertos no se ponen de acuerdo sobre si trabajaron o no simultáneamente. «Además de por su monumentalidad y su valor artístico, esta pieza se ha convertido ya en un símbolo del Museo de Bellas Artes», reconocía ayer Alfonso Palacio.
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A. COLLADO
Cada obra de arte tiene su propia historia, y la de muchas otras que conforman esta donación habla muchas veces -como la propia historia de Arango- de un camino de ida y vuelta. «Muchas de ellas habían sido adquiridas por coleccionistas extranjeros y estaban fuera de España. Uno de los objetivos de Arango fue que esas obras maestras regresasen a su país, por los que las adquirió para que así sucediese», elogiaba el director del Bellas Artes.
Del siglo XV son también otras tres joyas de Juan de la Abadía, documentadas en Huesca entre 1469 y 1498. Son las tablas 'La Virgen, el Niño y Santa Ana', quizá procedente del monasterio de Santa María de Sigena (Huesca); 'San Pedro entronizado con dos cardenales' y 'San Miguel y Santa Engracia', ambas en origen en la parroquia de Marcén (también en Huesca). Ya del siglo XVI, destacan las obras de Juan Correa de Vivar, Juan de Juanes y Luis de Morales, al tiempo que se registra el arte de los focos barrocos madrileño y sevillano del siglo XVII mediante importantes lienzos de Jerónimo Jacinto Espinosa, Francisco de Zurbarán, Juan de Valdés Leal y José Antolinez, entre otros. Dentro del siglo XIX, resalta la presencia de Genaro Pérez Villaamil, mientras que, entrado ya el siglo XX, están las obras de José Gutiérrez Solana, Esteban Vicente, Pablo Palazuelo, Antoni Tàpies, Rafael Canogar, Equipo Crónica, Juan Muñoz y Cristina Iglesias.
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Además, Arango ha donado al museo una parte importante de su biblioteca. El propio Alfonso Palacio y la bibliotecaria de la pinacoteca asturiana viajaron a Madrid para seleccionar entre los volúmenes que conserva Arango aquellos con los que reforzar los fondos propios, formados por 30.000 volúmenes. Fueron 350 volúmenes los que donó al museo. No se trata de libros antiguos, sino de obras de bibliografía histórico-artística moderna y contemporánea. Hay, por ejemplo, catálogos de exposiciones del Moma o el Metropolitan de Nueva York. Todo un legado.
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