Secciones
Servicios
Destacamos
AIDA COLLADO
gijón.
Martes, 18 de febrero 2020, 00:28
Un mecenas de los de antes. Un empresario exitoso y, a la vez, comprometido. Un filántropo, como pocos. Las muchas facetas de Plácido Arango no difuminan, no podrían, lo que le unía a toda una región: su amor sin fisuras, sin dudas ni crisis, por el arte y por Asturias. Por eso, el Principado sintió ayer muy de cerca el fallecimiento a los 88 años del generoso asturmexicano que consideraba esta su casa, a pesar de haber nacido en Tampico, México, en 1931. Allí había emigrado desde Salas su padre, que cruzó el océano con 14 años para terminar casándose al otro lado del charco con una asturiana. Cosas de la vida. Y allí se crió él, hasta regresar a España en 1965. Después de eso, toda una vida de compromiso con los suyos y con sus raíces. Una vida cargada, también, de lo que hoy se llaman historias de éxito en los negocios. Así que con su muerte ayer dejaba, además de un gran legado, mucho que decir y a muchos, muchísimos, que le querían y le apreciaban con ganas de hacerlo.
Llegada la hora de las necrológicas para quien nunca quiso aparentar, el testimonio más cercano es el de más valor: «Hoy se ha ido un gran hombre a la luz, con un maravilloso corazón, generoso con todos, un caballero de pies a cabeza. Ha sido un padre maravilloso y le he reservado una suite en el mejor hotel del cielo. 'I will miss you very much'», le despedía su hijo Paco Arango. El productor de cine y benefactor es el más conocido de los tres vástagos -junto a Plácido y Maite-, que tuvo con Teresa García-Urtiaga, su primera esposa. Su actual pareja era la escultora Cristina Iglesias y, antes, había compartido 17 años de su vida con Cristina Macaya.
Los méritos de Plácido Arango son, por extensos, difíciles de resumir. Y todo empezó cuando, ya en DF, a su familia comenzó a sonreírle la vida y lo que empezó siendo una tienda de tejidos se convertía en la fábrica más importante de México. Nunca se consideró «un empresario de raza», pero lo cierto es que el éxito siempre le acompañó, desde que fundó junto a sus hermanos la primera cadena de supermercados del país y, luego, ya en España, creó e hizo despegar la conocidísima cadena Vips, que hoy pertenece al grupo Sigla, dueña también de Ginos, Fridays, Starbucks y Wagamama y que controla más de 450 establecimientos entre propios y franquiciados.
Su pasión por el arte siempre estuvo presente. Desde 1986 fue vocal del Real Patronato del Museo del Prado, que luego presidió de 2007 a 2012. Su vínculo con Asturias se afinazó al presidir la entonces Fundación Príncipe de Asturias, hoy Princesa, de 1987 a 1996. Fue unos años después, en 2017, cuando confirmó su deseo de hacer crecer los fondos del Museo de Bellas Artes de la región a través de las obras maestras de su magnífica colección de pintura española. Unos meses después recibía emocionado la Medalla de Oro de Asturias, de manos del entonces presidente Javier Fernández.
Más tarde, llegaron a la región las pinturas y el 26 de enero de 2018 se inauguraba la exposición en la pinacoteca asturiana para mostrar 33 obras maestras de entre los siglos XV y XX. Diego de Cruz, Zurbarán, Zuloaga, Solana, Juan de Juanes, Juan Pantoja de la Cruz, Rodrigo de Villandrando, Juan Jacinto de Espinosa o Juan Valdés Leal, en lo que a pintura antigua se refiere. Tàpies, Palazuelo, Millares, Canogar, Arroyo y Villalba, entre otros, representando el conjunto contemporáneo del regalo, al que se unieron los escultores Juan Muñoz y Cristina Iglesias. « Si había hecho una donación al Museo del Prado, correspondía que hiciera otra donación a la tierra de los míos», dijo en su día, restando importancia a un acto de generosidad de los que no suelen verse.
De abuelos labriegos, cultivó todo lo relacionado con la cultura, lo que le llevó a obtener otras destacadas distinciones como la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio, la Gran Cruz de Isabel la Católica, la Gran Orden del Mérito Civil, la Medalla de Oro a las Bellas Artes, el premio Juan Lladó de mecenazgo cultural o la Medalla de Oro del Spanish Institute de Nueva York. Fue vocal de la Fundación BBVA, del Patronato de la Biblioteca Nacional, de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, del Metropolitan Museum of Art y de la Tufts University, entre otros grandes centros culturales.
Y en todos ha dejado huella. Aunque aquí, en la que siempre será su tierra, es más profunda. Por su «ejemplo de amor a Asturias y de generosidad con nuestro patrimonio artístico y cultural», destacaba el presidente del Principado, Adrián Barbón, quien transmitió su pésame a la familia y puso en valor los «rasgos sobresalientes de su trayectoria», su compromiso «desinteresado» y la «discreción y humildad» como dos de las señas más acusadas de su carácter.
«Somos muchas las personas y las instituciones que hoy sentimos una honda tristeza», reconocía la directora de la Fundación Princesa, Teresa Sanjurjo. «Su inteligencia, su generosidad y su agudo sentido del humor y su visión ilustrada y culta del mundo hacían de él una persona extraordinaria», resaltaba afectada. «Todo lo que leamos sobre Plácido se queda corto. Era excepcional, cultísimo y de una discreción pareja a su generosidad encomiable».
La coincidencia entre quienes le conocían es abrumadora. Se ha ido un hombre amable, inteligente, educado y modesto. Lo dijo el presidente del Principado: «Una persona que ha agrandado el nombre de Asturias». Y lo dijo su hijo: un hombre de pies a cabeza.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Nuestra selección
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.