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DAVID SUÁREZ FUENTE
CANGAS DEL NARCEA.
Miércoles, 7 de febrero 2018, 02:28
Nada más despertarse, María del Carmen Hidalgo se percató de que su teléfono móvil apenas tenía batería: «Lo dejé cargando toda la noche. Me extrañó. Pero luego me di cuenta que tampoco tenía cobertura. Lo único que podía hacer eran llamadas de emergencia». Fueron las ... primeras pruebas de que la nevada estaba complicando la situación en Cangas del Narcea -ella vive en Santullano de Cueras, a unos 500 metros de altitud- y buena parte del suroccidente. Desde la madrugada del domingo fueron varios los pueblos de la comarca en la misma tesitura.
El primer café de la mañana ponía a prueba a esta vecina, que tuvo que recurrir al camping gas que usa cuando se va de merienda. «Normalmente encendemos la cocina de leña durante el invierno, pero estaba apagada a primera hora de la mañana», señala. No pasaría mucho tiempo hasta que las ascuas ardiesen de nuevo en la cocina de antaño y las ollas con la comida copasen su superficie. La nevada había dejado fuera de servicio los electrodomésticos.
Para combatir el frío sacó las mantas más gruesas del armario y se echó encima varias prendas de lana. Tampoco renunciaron ella y su familia a los caldos ni los cafés, preparados a fuego lento sobre la cocina de leña. «Al no tener electricidad, temíamos que se pudiese estropear la bomba de la calefacción. La mantuvimos, pero muy flojina», dice María del Carmen. Con ella garantizaban el agua caliente, condicionada también por la falta de electricidad.
Cuenta que el tiempo se hacía eterno. «Parecía que no pasaban las horas. Perdí la cuenta de las partidas de cartas y dominó que pudimos echar para pasar la tarde», dice con cierta ironía. Jugaron bajo la luz de las velas y de unas linternas. «No tardamos en acostarnos. Al caer la noche no podíamos hacer nada, no se veía. Mirabas por la ventana y los pueblos de alrededores parecía que no tenían casas», indica.
Además, su gran preocupación era su madre, Pilar Arias, que a su 72 años se recupera de una gripe agravada por una afección en los bronquios. Vive en Limés, a poco más tres kilómetros de la villa canguesa. «Al no tener línea, no podía contactar con ella como hago cada día», relata. Por ello, la primera llamada que realizó ayer en cuanto recuperó la red fue a su madre. «Ya estoy más tranquila. Está mejor. Ella no tuvo problemas con el teléfono ni con la luz, pero estaba nerviosa por no tener noticias nuestras», cuenta. «Nos parecía imposible que nos dejasen tanto tiempo sin luz. No recuerdo algo similar en años. Es verdad que nevaba fuerte y era complicado circular, pero no te quedabas sin luz y sin teléfono más que unas horas».
Superadas las 24 horas de corte de suministro eléctrico, María del Carmen comenzaba a temer por las provisiones del congelador. Son muchos los vecinos que guardan en ellos la carne de la matanza y las verduras y hortalizas que cultivan en sus huertos. «Sientes rabia, impotencia. Es el trabajo de todo un año que piensas que se va a echar a perder», dijo tras comprobar que todo estaba en buen estado. Para llegar a la carretera, María del Carmen y su marido han tenido que limpiar el acceso. «Con el peso de la nieve cayeron varias ramas al camino y aquí no llegan las máquinas». La nieve alcanza los 20 centímetros.
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