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O. VILLA
GIJÓN.
Miércoles, 15 de junio 2022, 01:46
Tenía muy claro Díaz Merchán que la Asturias a la que llegó en los sesenta tenía que avanzar mucho y rápido. Y que de su responsabilidad dependía buena parte de ello. Por eso, en su prédica siempre estaba presente el concepto del «cambio social», molestase a quien molestase. Por eso, también, se le llegó a tildar de 'comunista' a él, que había perdido a sus padres en la Guerra Civil, fusilados por milicianos de la República.
Pero, sabedor de que el cambio revolucionario siempre es sangriento, él abogó por el entendimiento. Así lo cultivó con los seis presidentes autonómicos con los que convivió (los socialistas Rafael Fernández, Pedro de Silva, Juan Luis Rodríguez-Vigil, Antonio Trevín y Vicente Álvarez Areces y el popular Sergio Marqués).
Con los que mejor relación tuvo fue con Rafael Fernández y Pedro de Silva. Con el primero, que conquistó al prelado con su apelación a la «paz, la piedad y el perdón» de Manuel Azaña, llegó a un pacto para celebrar el Día de Asturias, y en el primero, Fernández asistió a los actos religiosos y Merchán, a los laicos, mostrando ambos un envidiable nivel de entendimiento.
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La sintonía siguió con De Silva, con el que llegó a acuerdos sobre el Patronato de Covadonga y sobre la gestión del patrimonio histórico de la Iglesia, que compensó entregando al Principado el monasterio de San Pedro de Villanueva, actual sede del Parador de Turismo del mismo nombre, en Cangas de Onís.
Con Rodríguez-Vigil la fascinación fue más por parte del político que del religioso, al punto de que el presidente siguió acudiendo al Archivo Diocesano a investigar, tras su dimisión. Con Trevín, aunque la relación fue buena, comenzaron a torcerse algunos aspectos. El Patronato, el tren cremallera...
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Pero donde sí que saltaron chispas fue con Sergio Marqués. Dos personas bienintencionadas chocaron por el aparente apoyo de Merchán a los sindicalistas que se encerraron en la Catedral a finales de 1996 y durante nueve meses y medio. Él, que no estaba cómodo con la situación, seguía fiel a su creencia en que hay que apoyar el cambio social y en que hay que escuchar siempre a los demás. Y de que en ningún caso recurriría a la Policía para desalojar a unos sindicalistas de los que reconocía, por otro lado, que parte de sus reivindicaciones eran justas. Recibió a los sindicalistas y Manuel Sánchez Terán le regaló, espontáneamente, un gomeru. Merchán, también espontáneo y nervioso, lo estiró delante de todas las cámaras, inocentemente. Le llovieron críticas, con Marqués y Gabino de Lorenzo a la cabeza. Con el exalcalde ovetense, con todo, fue con quien nunca llegó a entenderse.
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