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La pena se esparce estos días como el humo de la pipa que José Luis Balbín (Pravia, 1940) tenía siempre contenida entre sus labios. El miércoles este periodista dijo adiós a la vida, a los 81 años, y, con su partida, dejó desolados a todos los que crecieron y maduraron, viéndolo guiar con talento y calma 'La Clave'.
Ninguno de esos espectadores se olvidará nunca de aquel emblemático programa de debate, que se emitió primero, entre 1976 y 1985, y que volvió a la carga, en un mundo totalmente distinto, entre 1990 y 1993. En ese espacio, ya en los tiempos titubeantes de la Transición, se hablaba de asuntos que, hasta entonces, estaban agazapados en el silencio. En cada entrega, trataban un único tema: primero, a través de una película y, después, se organizaba una tertulia, en la que todas las opiniones tenían cabida, con el respeto por bandera.
Las drogas, la pena de muerte, el Opus Dei, la OTAN y la homosexualidad fueron algunos de los asuntos que salieron a la palestra, en aquel estudio por el que pasaron 2.708 invitados.
Un lugar amable, bajo la batuta de este asturiano, de Pravia, que fue «un pionero», como recordaba Ander Gil, presidente del Senado. Una palabra certera para rememorar «a una figura imprescindible», como lo definía el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. Y, esta vez, daban igual los partidos, porque todos los políticos coincidían en calificarlo como un «histórico de la televisión», como apuntaba la presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet.
Su programa estrella fue «un hito», señalaba la formación presidida por Pedro Sánchez. En ese plató, el diálogo era «el pilar para contribuir a forjar una sociedad mejor», según apuntaba la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas. Porque la palabra fue la mejor arma de Balbín, para defender la libertad hasta convertirse en «un referente de la Transición que hizo escuela», en opinión de Ángela Vallina, la portavoz de Izquierda Unida en el Principado.
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En Asturias, esta tierra que lo vio nacer y a la que siempre volvió, la noticia resultaba especialmente «triste», como reconocía Adrián Barbón.
Será porque «ejerció de gran embajador», como decía Teresa Mallada, la líder del PP asturiano. En las tertulias que este periodista condujo, «tenían cabida todo tipo de posturas», insistía Susana Fernández, de Ciudadanos. Y la pluralidad no tenía nada que ver con el conflicto porque, en ese espacio, «uno y otro espectro ideológico se respetaban», aplaudía Ignacio Blanco, el portavoz de Vox en la región.
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Se va, por eso, un «genio», como consideraba Adrián Pumares, de Foro. Y de su genialidad quienes más saben son sus compañeros de andanzas como Isabel San Sebastián, quien, al enterarse de su muerte, prometía guardarlo, para siempre en su memoria, como un hombre «independiente y valiente». Fue ambas cosas y, por encima de ellas, fue un referente «para varias generaciones de periodistas», según señalaba Nieves Herrero. «Nos enseñó a saber escuchar y nos enseñó que todas las opiniones merecen un respeto», añadía.
No son aprendizajes baladíes. Por eso, el Colegio Profesional de Periodistas de Asturias, del que fue Colegiado de Honor, lo quiere recordar como «un vitalista infatigable y, por encima de todo, un hombre comprometido con el rigor y la verdad».
Un hombre que hizo de 'La Clave' «una escuela democrática de alto nivel para un país que ansiaba la libertad», en palabras de Manuel Campo Vidal. Por esa labor que hizo, los canales de Radio Televisión Española quisieron ayer rendirle homenaje y, tras emitir el programa 'La matemática del espejo', de Carlos del Amor, La 2 recuperó el episodio 'Tesoros de la tele', dedicado a 'La Clave'.
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Su partida está claro que duele en todas partes, pero quizá el epicentro de la herida está en Pravia, el lugar donde entendió el mundo y en el que, en 2015, lo nombraron Hijo Predilecto. Con la tristeza instalada, allí hablan de él como un «ejemplo», al que habrá que seguir mirando, aunque ya se haya apagado la pipa que aprisionaban siempre sus labios. Sus restos mortales reposarán en esa localidad, como confirmó su viuda, la también periodista Julia Mesonero.
Y así Balbín vuelve a sus orígenes, esos que siempre lo impulsaron a volar. Ya lo dijo en la última entrevista que concedió a EL COMERCIO: «Nunca he olvidado mis raíces asturianas y nunca he dejado de pasar largas temporadas en mi tierra». Por eso, decidió en vida que su descanso eterno fuera en el rincón que lo vio nacer, que lo vio irse lejos para triunfar y que lo vio volver una y otra vez, sabiendo que ese era el lugar al que pertenecía.
Sus cenizas será recibidas mañana sábado, a las cuatro de la tarde, en la Colegiata de Pravia, donde se celebrará el funeral por su eterno descanso y, acto seguido, recibirán cristiana sepultura en el cementerio municipal de San Andrés.
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