Las claves para el futuro de la agroalimentación en Asturias

El sector primario asturiano ha afrontado en los últimos años un camino de no retorno hacia una mayor profesionalización y hacia criterios empresariales allí donde son necesarios. Las marcas de calidad no son solo un instrumento de mercadotecnia, sino una garantía de mejora y un germen de actividad cooperativa que permitirá a los productores funcionar como cooperativa allí donde sea necesario, con un mayor poder de negociación para suministros y de precio de venta.

Asturias cuenta con recursos de investigación y mejora tales como el IPLA, el LILA, Asincar o el Laboratorio de Tecnología Alimentaria, además de iniciativas mixtas público privadas como el proyecto LaGranja. También cuenta con la oferta permanente de transferencia de tecnologías agroalimentarias por parte del CSIC, a través de la plataforma Alcinder, con investigaciones muy centradas en su posibilidad de aplicación en Asturias. El campo asturiano está avanzando en la adopción de nuevos cultivos como el kiwi o el aguacate, y puede aprovechar sus vegas, de fértiles suelos en general infrautilizados, para ampliar aún más su diversidad.

La relación con el cliente, sea distribuidor o consumidor final, es de doble dirección. Los productores asturianos han de estar atentos a las grandes tendencias del mercado, tanto en calidad, como en variedad del producto y de sus presentaciones. El consumidor regional está ahora predispuesto a seguir comprando productos de proximidad.

Uno de los problemas en la práctica totalidad de las producciones agroalimentarias asturianas es que los productores siguen siendo titulares de explotaciones de tamaño contenido. Ello permite un control más exhaustivo de las producciones (caso de los queseros artesanales), pero deviene en una menor capacidad de negociación de los precios, que se debe solventar mediante la acción cooperativa.

El campo asturiano supone el 20% del PIB «y puede ser más», explicó el consejero de Desarrollo Rural, Alejandro Calvo. Una afirmación a la que Víctor Yuste, director general del Foro Interalimentario, puso en perspectiva: «en España, es un 12% del PIB, pero está aumentando, con un sector agroalimentario fortalecido y saneado». Para ello, la juventud tiene que ver un negocio de futuro en el campo, lo que pasa por explotaciones viables y apoyos donde sea preciso. Una labor proactiva tanto por parte de los productores como de las administraciones implicadas.

La crisis de la COVID ha acelerado el comercio vía internet. Los pequeños productores han visto que se puede vender, pero necesitan plataformas de pago seguras y una optimización de los costes logísticos, así como visibilidad conjunta en internet. La web de Productos del Paraíso puede ser un paso en esa dirección, pero hay que garantizar una logística con el mínimo coste posible. Es imprescindible que todo el territorio asturiano cuente con cobertura de internet de última generación.

El profesional agroalimentario tiene que perder el miedo a acudir a la financiación bancaria. Con un proyecto bien fundamentado, con seguros agrarios y con el apoyo de una Administración pública consciente de la importancia del sector a la hora de estructurar el territorio y garantizar que las zonas rurales estén pobladas, los riesgos tienen que ser inexistentes.

La labor agroalimentaria del siglo XXI requiere profesionalización total. Formación para los emprendedores y asesoramiento por parte de profesionales ante las nuevas iniciativas.

El campo asturiano es de por sí una gran oferta turística. Un paisaje que la actividad agroganadera cuida. Una cultura de amplísimo recorrido y gran personalidad, con monumentos históricos en cada recodo del camino. Una oferta integral que hay que saber fomentar y desarrollar