Declaran los agentes que descubrieron la trama detrás del crimen del concejal de Llanes. Álex Piña
Juicio por el crimen de Ardines

«Para nosotros el caso está cerrado. A Ardines lo mataron los cuatro», sostiene la Guardia Civil

Uno de los mandos al cargo de la investigación descarta que a los sicarios se les fuera de las manos: «Buscaban matarlo»

Ramón Muñiz

Gijón

Viernes, 5 de noviembre 2021, 16:19

Javier Ardines fue asesinado en el verano de 2018 y sobre el crimen existe dos versiones. El jurado popular encargado de emitir el veredicto escuchó el martes y el miércoles la historia de los acusados de idear la emboscada, buscar a los sicarios, y ejecutar ... la venganza, esto es, Pedro Nieva, Jesús Muguruza, Djillali Benatia y Maamar Kelii. Se exponen a una condena de 25 años cada uno y su defensa pasa por negarlo todo. Es una estrategia que exige echar tierra sobre las confesiones que en su momento hicieron dos de ellos y poner en cuestión la labor de los agentes que los arrestaron.

Publicidad

Desde esta mañana el juicio del 'caso Ardines' pasa al otro lado, y revisa el crimen con los ojos de la Guardia Civil. A diferencia de los acusados, ellos comparecen con obligación de decir la verdad y apercibidos por el presidente, el magistrado Francisco Iriarte, de que caso de no hacerlo pueden ser acusados de falso testimonio.

La mañana se ha consumido escuchando al capitán al mando de la Policía Judicial en la Comandancia de Gijón. Explicó que para los agentes este es un «caso cerrado». ¿Quién mató a Javier Ardines? «Nieva, Muguruza, Benatia y Kelii», respondió con aplomo. Las investigaciones, aclaró, no se construyen buscando un acusado determinado sino que van recopilando indicios, «lo metemos todo en la caja», y van profundizando en cada línea de investigación.

La llamada informando de la aparición de un cadáver llegó al Centro Operativo a las ocho de la mañana del 16 de agosto. En ese momento el capitán ordenó a su equipo de Llanes que acudiera al lugar de los hechos y le reportara. Al haber signos de muerte violenta, se va incrementando el despliegue. Cuando el mando llega al lugar, le informan de que finado es Javier Ardines, concejal, pescador, casado y con dos hijos. Vive a unos cien metros de donde le han arrebatado la vida. En el camino está su coche, con el motor en marcha y unas vallas que impedían el paso al vehículo. «Olían a pimienta», recordó. Los vecinos aseguran que aparecieron a inicios de mes y no tenían mucho sentido. No había ninguna obra. Los agentes empiezan a creer que se colocaron para obligar a Ardines a bajar del coche, que la emboscada estaba planificada. Iniciaron el «puerta a puerta», entrevistando a vecinos para ir reconstruyendo la vida de la víctima.

Supieron así que como concejal de personal tuvo un conflicto por su oposición a mantener a los interinos de la Corporación. Los más afectados serían los policías locales. «Tomamos declaración a 16» y acabaron comprendiendo que ese conflicto estaba paralizado a la espera de resolución judicial. «En cuanto a la hipótesis del tema político, había varias páginas de Facebook revolviendo sobre la vida política del Ayuntamiento, pero vimos que no daba motivo para una agresión de este tipo», agregó.

Publicidad

Descartadas esas líneas de investigación se centraron en «la parte sentimental» de Ardines. En las vallas, y bajo las uñas de la víctima se recogieron restos biológicos de A., una vecina del lugar. Ya la habían entrevistado una vez, pero al tener los resultados del laboratorio la volvieron a llamar. Explicó que en efecto mantenía una relación con Ardines, que se vieron en la víspera, en un lugar aislado, les identificó la manta que guardaban en una bolsa de plástico para tumbarse. El ADN de la mujer pudo llegar a la escena del crimen por «trasferencia a través de Ardines. Habían estado juntos el día antes y no se había duchado. Ardines al coger la valla con sus manos transfirió el perfil genético de A.«, razonó el capitán. Los investigadores dieron por buena la explicación y centraron la atención en otro testimonio.

Desde el inicio habían sabido que la víctima mantenía una relación sentimental con Katia. El marido de ésta, Pedro Nieva, lo descubrió nueve meses antes del crimen. El matrimonio había estado comiendo con Ardines en una sidrería y dejó discretamente el teléfono grabando a los amantes mientras se ausentaba para ir al baño. La fiscal solicitó que el jurado escuchara la cinta para que pudieran comprobar cómo a solas hablaban de otra manera, con comentarios picantes que cesaron en cuando Nieva se reincorporó a la mesa. Para ahondar en esta historia los investigadores solicitaron intervenir los teléfonos de Nieva y recabar de las operadoras los datos de los mismos. Al inicio de las pesquisas habían tomado la precaución de preservar los 'handover', datos que ahora se revelan claves.

Publicidad

«Son comunicaciones que hacen los teléfonos con los repetidores, sin que se produzcan llamadas. Son conexiones. Es una información volátil, las operadoras no tienen la obligación de conservarla. Es mucha información. Cada vez que nos movemos conectamos con otra antena. Eso se mantiene conservado por espacio muy corto, así que lo primero que pedimos es que nos conserven los 'handover' de la zona del crimen«, aclaró el guardia civil. La idea era cruzar los datos de los sospechosos que fueran apareciendo con esa masa de datos almacenados sobre los teléfonos que estuvieron en los alrededores del lugar del crimen.

El ejercicio dio resultado. Confirmaron así que Nieva había viajado a Llanes con Jesús Muguruza y un tercer hombre el 27 de julio. Buceando entre los datos observaron que en ese viaje había una coincidencia. Un teléfono que una antena en el límite de Cantabria captó en el mismo momento y lugar que los números de Muguruza y Nieva. Tirando de ese hilo llegaron a Djillali Benatia. El caso se precipitó cuando Muguruza y el propio Benatia confesaron los hechos que hoy sostiene la acusación del caso. Esas declaraciones serían pruebas determinantes en el juicio que ahora se celebra, pero no valen. Muguruza se autoinculpó delante de los agentes y estos no pararon en ese momento la conversación para que le asistiera un letrado, motivo por el cual el Tribunal Superior de Justicia de Asturias anuló la confesión. Benatia en cambio optó por retractarse más de un año después.

Publicidad

Descartadas las confesiones, la misión de las acusaciones es intentar recordarlas, hacer ver las contradicciones entre lo que los acusados reconocieron y lo que ahora dicen, y realzar la validez de las geolocalizaciones telefónicas. La tarea de las defensas es hacer olvidar aquellas confesiones o asegurar que se hicieron bajo presiones.

Al respecto, el capitán de la Guardia Civil recordó que «la ley» impide a los agentes sugerir al detenido lo que tiene que decir. Con todo, los letrados de la defensa aprovecharon la sesión para empezar a dejar caer un rosario de insinuaciones. Sobre A., la mujer cuyo ADN estaba en la escena del crimen, volvieron una y otra vez para que el jurado comprendiera que se dieron por buenas sus explicaciones sin someterla a una investigación exhaustiva. Benatia, indicaron, estaba en los calabozos de Langreo antes de su confesión y tres agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) lo visitaron horas antes en la celda. «Hay compañeros que tienen la costumbre de al llegar por la mañana pasar por el calabozo y preguntar 'cómo pasaste la noche, ¿estás bien? ¿necesitas algo' Son personas«, sugirió el capitán. Luego en sede judicial Benatia habló, pero con una decena de agentes a sus espaldas. «Se nos dijo que podíamos asistir, ninguno de los abogados puso objeción. Si llego a saber que supone un problema ni entro», indicó el instructor policial.

Publicidad

El agente replicó poniendo a los abogados ante el espejo que tratan de romper. Recordó con detalle cómo Benatia fue dando claves del caso. Cómo dijo que a Ardines lo esperaron y atacaron. Que utilizaron para ello un bate y un pico. Que al tratar de huir le dieron alcance y lo remataron asfixiándole. «¿Eran golpes dirigidos a matar?», preguntó la fiscal. «Sí, claro», respondió el investigador. «¿Le parece que cargando con todo eso, un bate, un pico, podían dar alcance a alguien de la complexión de Ardines?», planteó uno de los letrados de la defensa persiguiendo una duda a la que agarrarse. «Sí, me parece perfectamente coherente. Recuerden que Ardines iba en sandalias, no podía correr mucho», desinfló el instructor.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad