Barbón: «El camino para pagar menos por la recogida de basura es reciclar más»

Y ello, más allá del debate, de tintes ideológicos y por el momento puesto en hibernación parlamentaria, de si es necesaria una planta de incineración para los residuos que una vez tratados no sean reciclables.

El presidente del Principado, Adrián Barbón, fue sincero en el discurso. La inauguración fue este jueves, pero la planta llevaba ya semanas en actividad, de forma que quienes asistieron al acto oficial no vieron solo un complejo sistema de tecnologías muy caro (26 de los 62,5 millones de inversión se destinaron a equipos electromecánicos, y otros 2,6 millones a adquirir e instalar 5.300 paneles solares que proporcionan el 22% de la energía que consume la planta).

Lo que vieron los asistentes al acto fue también la demostración de que a la bolsa negra, hoy por hoy, los asturianos arrojamos todavía todo tipo de residuos. Reciclables, como unos altavoces, unas botas de cuero o un rodillo de cocina de madera, y no reciclables, que a priori serían los únicos residuos que deberían ir a esa bolsa.

Y es que tanto Barbón como Roqueñí pusieron el acento en la tarea aún pendiente de concienciación de la ciudadanía con el reciclaje. Una labor que se plantea con palo, un palo obligado (la inversión de la planta hay que pagarla con fondos de Cogersa, que no deja de ser un consorcio de los 78 ayuntamientos del Principado que pagan por unos servicios prestados que, en función del reciclaje de los residuos en origen, son más o menos caros y para los que este año hay subida de tarifas precisamente por esa falta de reciclaje). Y con la zanahoria. La de la posibilidad de que el reciclaje contribuya a una sociedad mejor, la de una transición ecológica a la que Barbón y Roqueñí aludieron reiteradamente. Dijo el presidente que «esta planta es la rampa de salida para el despegue de la economía circular en Asturias, de lo que hablaremos cada vez más los próximos años» (Barbón y Roqueñí sacaron a relucir el concepto de la 'Década del cambio' que está empleando el Gobierno asturiano en los últimos meses para situar la planta como un «puntal» de esa década). E incluso aludieron a que, en la anterior línea argumental, se pudiera bajar el coste para el ciudadano. Lo dijo Barbón en su discurso, cuando, casi al final, subrayó que «el camino para pagar menos por la recogida de basura es que todos reciclemos más».

Y si dijo eso Barbón es porque, a pesar de todas las campañas de concienciación, de todas las formaciones en los colegios e institutos; a pesar de la instalación en todas las zonas urbanas y en numerosas villas del entorno rural de contenedores verdes, azules, amarillos y en algunas zonas también marrones, la tasa de reciclaje de los residuos en Asturias se encuentra todavía en el 24%, cuando el objetivo marcado por la Unión Europea para un plazo tan cercano como el próximo año, 2025, es alcanzar el 55% de reciclaje de residuos. La planta inaugurada, según indicó Roqueñí, situará a Asturias mucho más cerca de ese objetivo de forma casi automática. Pero, ojo, la propia Roqueñí alertó de que se trata de una planta que, más allá de que buena parte de las 415.000 toneladas de residuos que se calcula que recibirá al año deberían llegar a Cogersa ya separados por clases y, consecuentemente, no tener que pasar por esta planta, es «una planta intensiva en costes energéticos y en empleos» (60 especialistas trabajan en ella, pese a que en la visita lo que más sorprende es el altísimo nivel de tecnologización del proceso, con zonas de la planta en las que resulta complicado percibir la presencia de personal.

¿Es la solución definitiva? Por de pronto, sigue dejando parte de los residuos sin posibilidad de uso, mientras que aproximadamente un tercio del peso acaba convertido en CSR (Combustible Sólido Recuperado) que, recordó Roqueñí, «requiere un tratamiento adicional que aún no tenemos en Cogersa y que se definirá en el Plan Integrado de Residuos para una Economía Circular 2025-2030». Hay que reciclar más.