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Eran las nueve menos dos minutos de la mañana y a la puerta de la Junta General lucía una gran y confiada sonrisa Gimena Llamedo, secretaria de Organización de la Federación Socialista Asturiana. Su tranquilidad a la entrada del hemiciclo y su actitud relajada ... anunciaban que Llamedo sabía algo más que buena parte de los demás. Que los teléfonos no habían descansado la noche anterior y que afrontaba la segunda jornada del pleno de investidura confiando en que sería la última y que, con el apoyo de la portavoz de Podemos, se alcanzarían los 23 votos necesarios para superar la mayoría absoluta y dar la Presidencia del Principado por segunda vez a Adrián Barbón.
No era baladí que Barbón lograse la investidura por mayoría absoluta y en la primera votación de las dos previstas (la segunda hubiese tenido lugar mañana, de no haber obtenido la mayoría absoluta). Por dos razones. Una, porque el presidente se empeñó ya el martes en el debate de investidura en asegurar que lo que Asturias va a tener durante los próximos cuatro años es un «gobierno de unidad progresista», y era importante a nivel regional visibilizar que será posible. Otra, más importante en cuanto a estrategia política a corto plazo, porque como tanto Barbón como IU ya habían dejado claro la semana pasada, había que dar un claro «mensaje político» de unidad de la izquierda a apenas cuatro días de la cita con las urnas de las generales. Por eso mismo tanto ayer como el martes Barbón aludió a que Asturias quedará como un «rompeolas contra la involución» por el giro general del país hacia la derecha y, en particular, por el avance de una «extrema derecha» a la que Barbón dedicó buena parte de sus críticas, y sin duda las más aceradas.
La incógnita que Llamedo parecía haber desvelado antes del inicio del pleno tuvo respuesta oficial pronto. Durante la primera intervención de Covadonga Tomé, su equipo hizo saber que la votación popular abierta por ella para saber si la militancia apoyaba votar a favor de Barbón había resultado en un 70% a favor, con 205 votos en total y 140 favorables. Con ello, Tomé evitaba una abstención que le podría haber dado a las formaciones de la derecha pie a críticas demoledoras en los últimos días de campaña, además de dar aún más madera para quemar en la hoguera interna de Podemos. Ahora, con el 'sí' a Barbón de la portavoz morada, tanto su sector como la dirección interina tienen argumentos para pretender que se ha evitado una ruptura definitiva.
La aritmética salió, pues, con un notable protagonismo para Podemos, que por otra parte no entrará, por el momento, en las negociaciones para un pacto de Gobierno, como dejó bien claro Barbón tanto ayer como en ocasiones anteriores, en tanto en cuanto persista una situación «en la que usted misma no acude a reuniones» en las que la FSA pretendía hablar con Podemos. Barbón le recalcó a Tomé que «la FSA tiene la costumbre de pactar los acuerdos entre los partidos».
La discrepancia es sobre todo de formas y de estrategia política interna en Podemos, y precisamente Barbón aludió a que «un gobierno necesita estabilidad», algo que la compañía de Podemos no garantiza en estos momentos, según argumentó.
En todo caso, y como era más que previsible, durante el primer discurso de Tomé su sector envió la comunicación de los resultados de la votación y la noticia corrió como la pólvora entre los diputados de todas las formaciones, con notable alivio en algunos casos.
Tras el intercambio de pareceres, minutos antes de la una de la tarde comenzó la votación, por orden alfabético y en voz alta. A las 13.01 le tocó el turno a Tomé y pronunció el nombre del presidente. Poco después fue Ovidio Zapico, que se refirió a Barbón como «señor Adrián Barbón», y un minuto más tarde Juan Cofiño, como presidente de la Junta, y Pilar Fernández-Pardo, como secretaria segunda, expresaron el resultado de la votación y Barbón quedó proclamado presidente para un segundo mandato de cuatro años.
Lo es tras un debate que solo fue bronco cuando le tocó confrontar con la portavoz de Vox, Carolina López, con la que hubo varios enfrentamientos dialécticos que obligaron al nuevo presidente del Parlamento, Juan Cofiño, a intervenir y cortar de cuajo un tono que Adrián Barbón, por su parte, quiso también señalar en sus dos discursos de ayer que hay que tratar de eludir en la Junta General.
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O. V. / M. AGRA / A. FUENTE
Mensajes de Barbón, dos muy claros. Uno, que va a formar un gobierno de «unidad progresista y reformista» (la segunda palabra la adoptó en cuanto se la escuchó a Ovidio Zapico, el portavoz de IU, en sus intervenciones) con un acuerdo con Convocatoria por Asturias-IU que está cercano, según se empeñaron en hacer ver tanto Barbón como Zapico. El segundo, que esa unidad de acción con IU no impedirá «llegar a acuerdos con el PP y con Foro», recordando que en la historia parlamentaria de Asturias ya hubo acuerdos entre PSOE e IU (en época de Vicente Álvarez Areces, en particular) y fue posible pactar con el PP.
Sentado esto, que fue un mensaje tanto para el PP como para la propia IU, Barbón explicó que el siguiente paso, el de anunciar un acuerdo con IU, será inminente. Indicó Barbón que «estamos dispuestos a cerrar ese acuerdo en los próximos días o en las próximas horas y que el nuevo gobierno tome posesión el 1 de agosto».
Agradeció al portavoz de IU, Ovidio Zapico, que haya «sido el primero en darnos el sí contra la ola reaccionaria», con un doble simbolismo. El primero, que «cuando hay olas conservadoras en España, en Asturias cambia el gobierno. Y esta es la primera vez que se rompe esa inercia. Resistimos», dijo Barbón. El segundo, demostrar que la unidad progresista es posible en Asturias y en España, un asunto sobre el que puso el acento el propio Ovidio Zapico en sus dos intervenciones. El momento es tan dulce entre las dos formaciones, que Barbón se permitió la licencia poética de indicarle a Zapico que «le doy un 'sí, quiero' a culminar esa negociacion», pero de inmediato le recordó que es un «amor de conveniencia. Es lo que toca, orillar las diferencias para esa transformación global» de Asturias que ambas formaciones expresaron.
Con todo, y pese al riesgo de que la posición de Tomé pueda propiciar empates a 22 votos (PSOE e IU por una parte y PP, Vox y Foro, por otra) en principio sólo resolubles por la propia Tomé, el portavoz de Foro, Adrián Pumares, y Barbón dejaron claro en sus intervenciones que hoy hay más puntos de contacto que de fricción entre ambos, y que en momentos complejos el voto de Foro puede solventar esas situaciones, algo que se señaló en particular desde las filas populares tras el pleno.
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Lo que pasará en los próximos días será que Barbón tomará posesión de su cargo, en principio, el jueves de la próxima semana al mediodía, siempre que el BOPA pueda publicar mañana su nombramiento (se establecen cinco días hábiles de plazo), y mientras tanto las comisiones negociadoras de la Federación Socialista Asturiana y de Convocatoria por Asturias-IU rematarán los flecos «y cuestiones sustantivas» que quedan por resolver en la negociación. Además, ambos líderes, Barbón y Zapico, coincidieron en lo que dijo el primero: «Buscar la estabilidad me lleva a decir que hay que someter los acuerdos a la militancia» en los estatutos de la FSA y de IU, apuntó Barbón, por lo que el pacto entre ambas formaciones deberá alcanzarse pronto, con el suficiente tiempo como para que se puedan someter a dicho escrutinio y votación de la militancia antes del 1 de agosto. Esto les da tiempo a los dos para finalizar con tranquilidad las conversaciones y no interferir más antes del domingo electoral.
Entre las cuestiones pendientes, el organigrama del gobierno y quién ocupará qué responsabilidades. Barbón anotó a la salida del pleno el ejemplo del recién investido Emiliano García Page en Castilla-La Mancha, que «cambió en buena medida su Ejecutivo» para adaptarlo a la realidad política actual. Que habrá cambios es evidente desde el momento en que una nueva formación entrará en el Gobierno, pero también porque algunas de las consejerías actuales necesitan una remodelación para hacerse más manejables.
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