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Esquizofrenia y genética La escalofriante historia de la familia con mayor número de 'enfermos mentales'

Entre 1945 y 1965, Don y Mimi tuvieron diez hijos y dos hijas. Hacia fuera, eran una familia perfecta; hacia dentro, un repertorio de locura, violaciones y asesinatos. Luego, los Galvin –conocidos como «la familia estadounidense con mayor número de enfermos mentales»– contribuyeron de forma decisiva a la investigación de la esquizofrenia. Un libro, que se edita ahora en castellano, cuenta su terrible historia.

Martes, 21 de Septiembre 2021

Tiempo de lectura: 6 min

Don y Mimi aparentaban tener la familia perfecta de la época del baby boom: diez chicos y dos niñas, no solo guapos, sino dotados para la música, el deporte y el ajedrez. Vivían en una enorme casa moderna, en Hidden Valley Road, cerca de la

Don y Mimi aparentaban tener la familia perfecta de la época del baby boom: diez chicos y dos niñas, no solo guapos, sino dotados para la música, el deporte y el ajedrez. Vivían en una enorme casa moderna, en Hidden Valley Road, cerca de la base aérea del Ejército en Colorado, donde Don trabajaba como instructor. Mimi, que procedía de una rica familia de Texas, tenía bastante con ocuparse de sus hijos, lo que hacía ejemplarmente, en opinión de sus vecinos.

Pero algo se ocultaba tras esa fachada: seis de los chicos acabarían siendo diagnosticados con esquizofrenia. Primero fue el mayor, Donald, que dio la primera señal de alarma cuando, estando en su primer año en la Facultad de Medicina, se lanzó a una hoguera. Luego, el segundo, Jim, que sufría alucinaciones y acabaría abusando de sus hermanas, Mary y Margaret; luego Brian, que cometió el crimen que la familia ya no pudo ocultar; el siguiente, Peter, con 14 años empezó a ver al diablo…

A los siguientes solo les quedaba pensar: ¿cuándo me tocará a mí?

Se considera que la esquizofrenia afecta a una de cada cien personas, lo que en Estados Unidos representa unos tres millones de casos. Pero todavía se sabe poco sobre el origen de la enfermedad y en aquella época, antes de que los Galvin fuesen sujeto de investigación, se sabía aún menos.

"No puede ser -le decían los terapeutas a Linsday- ¿está diciéndome que ha logrado sobrevivir a todo eso que me cuenta?"

En 1985, Lynn DeLisi –una psiquiatra especializada en la esquizofrenia– entró en la casa de Hidden Valley. Estudiaba si el origen de la enfermedad era hereditario porque, aunque algunas investigaciones así lo indicaban, el patrón genético seguía siendo indetectable. Comprendió que se encontraba ante una muestra humana única en el mundo, con el potencial de proporcionar las respuestas que ella y sus colegas buscaban. Lynn DeLisi intuía que estaba ante la familia estadounidense más afectada por la enfermedad mental.

Los seis hermanos afectados por la esquizofrenia habían pasado gran parte de su vida entrando y saliendo de instituciones de distinta índole, aunque la mayor parte del tiempo vivían en el hogar familiar, bajo los cuidados de Mimi, su madre. Una vez localizados por DeLisi, los hermanos se convirtieron en materia de estudio del National Institute of Mental Health, el organismo nacional para la salud mental, y han aportado datos genéticos muy relevantes para la investigación de la enfermedad. Un libro, Los chicos de Hidden Valley Road (ed. Sexto Piso)indaga no en la cuestión médica, sino humana de la familia, una extraordinaria historia de supervivencia en unas circunstancias terribles.

El libro lo narran las dos hermanas menores, Margaret y Lindsay (esta última cambió su nombre original –Mary– para distanciarse de la familia). Actualmente tienen más de 50 años y, aunque se las han arreglado para superar los traumáticos años de la niñez, querían contar su experiencia a alguien ajeno al hogar, alguien –según el autor del libro, Robert Kolker– que las ayudara a encontrarle sentido a la infancia que habían vivido.

Una superviviente.
Una superviviente.Lindsay Galvin Rauch (se llamaba Mary, pero cambió su nombre). Logró sobrevivir a la tremenda experiencia familiar y lo contó en un libro. Las dos hermanas no desarrollaron la enfermedad. Lindsay sigue cuidando de los hermanos que aún viven.

Lindsay está casada y es propietaria de una empresa de eventos corporativos. Sigue cuidando de sus hermanos aún vivos. «En su día me aterraba la posibilidad de que yo misma pudiera sufrir una enfermedad mental –explica–; al final me prometí hacer cuanto estuviera en mi mano para ayudar a los míos». Lindsay asegura que necesitó años para recuperarse y que los distintos psicoterapeutas que visitó se asombraban ante sus circunstancias personales. «No puede ser –repetían–. ¿Está diciéndome que ha logrado sobrevivir a todo eso que me cuenta?».

La tiranía del hermano mayor

En el hogar, Don –el padre– desempeñaba un papel secundario. Mimi era la que se aseguraba de que los niños hicieran lo que se les mandaba, a veces a base de mano dura. Los sábados por la mañana, los hermanos se ocupaban de las tareas domésticas al son de las óperas emitidas por un gran aparato de radio. Los vecinos consideraban a los Galvin una familia modélica. Donald –el hermano mayor– ejercía poder absoluto sobre sus hermanos y los intimidaba. Tras ingresar en la universidad en 1963, su comportamiento se volvió cada vez más errático. En 1966 lo enviaron a un psiquiatra, que diagnosticó «posibilidad de esquizofrenia». A caballo entre la negación y el pánico, su madre –obsesionada con guardar las formas– hacía lo posible por mantenerlo bajo control en el hogar. Donald se encontraba bien a rachas, pero cuando estuvo a punto de matar a su novia fue el primero de los Galvin en entrar en un hospital psiquiátrico. No tardó en volver a casa y empezó a hacerles la vida imposible a sus hermanos, incluyendo las chicas. Jim –el segundo– ofreció refugio a las dos en su propia casa. El resultado fue que Jim, que ya sufría alucinaciones, abusó sexualmente de ellas, lo que también hizo con su mujer.

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Nada hacía pensar...Cuatro de los hermanos con su equipación de hockey en los años setenta. Eran buenos estudiantes, dotados músicos y deportistas.

Los hermanos siguientes se marcharon de casa tan pronto como pudieron. Michael se instaló en una comuna; Richard se metió en el mundo de los negocios e hizo lo posible por distanciarse; y Brian… ocupó pronto los titulares. En 1973 asesinó a su novia, disparándole en la cabeza. Él –que ya estaba tomando antipsicóticos– intentó suicidarse de la misma manera y moriría poco después.

Las hermanas se refugiaron del maltrato del hermano mayor en la casa del segundo y acabaron sufriendo abusos sexuales durante años

Matthew y las dos hermanas eran testigos impotentes de la implosión de la familia. Pero la pesadilla no había terminado. Matthew fue el siguiente. El primer indicio se produjo cuando tenía 18 años: de visita en casa de un amigo, de pronto se desnudó por completo. El brote psicótico del siguiente, Joseph, tuvo lugar pocos años después: empezó a enviar cartas amenazadoras a la Casa Blanca.

«Nuestra familia estaba plagada de secretos. De niña y de adolescente lo que quería era que mis hermanos se muriesen de una vez. Un ansia que, al mismo tiempo, me desgarraba por dentro», cuenta Lindsay.

Una madre en medio del caos

Durante su primera visita a Hidden Valley Road en 1985, la psiquiatra Lynn DeLisi reparó de inmediato en la carga que Mimi Galvin había estado acarreando durante todos aquellos años.

Mimi por entonces tenía 60 años y era la única cuidadora de una familia tan extensa como disfuncional. Sus hijos se movían entre el hogar familiar, el hospital psiquiátrico y sus propios apartamentos, de los que terminaban por ser desahuciados cada vez que dejaban de tomar la medicación.

DeLisi estuvo visitándolos de forma regular durante 30 años. Necesitó más tiempo del previsto inicialmente, pero en 2016 por fin tenía noticias para ellos: a partir de los datos procedentes de su ADN, creía haber aislado el marcador familiar: el legado genético compartido por numerosos miembros, asociado a la esquizofrenia de tantos de los hermanos.

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Lindsay (de negro) y Margaret con su hermano Matthew, en 1989, antes de que este sufriese sus primeros brotes psicóticos.

El marcador, una mutación del gen SHANK2, facilitador de la comunicación entre las células cerebrales, procedía de la rama materna de la familia. Lo que fue una sorpresa para todos, en especial para la propia Mimi, quien desde siempre culpaba a la familia de Don de todos los males. «Fue una pequeña cura de humildad –dice Lindsay–. Y también supuso un pequeño rayo de esperanza».

Las muestras del material genético de la familia Galvin están en la base de la investigación que ha facilitado una nueva comprensión de la esquizofrenia. Y que, con un poco de suerte, un día llevará al hallazgo de tratamientos más efectivos.

Donald ahora vive en una residencia con cuidadores en Colorado; Matthew entra y sale del hospital, al igual que Peter. Tanto Jim como Joseph murieron hace años. El padre, Don, murió de cáncer en 2003. Mimi, la madre, falleció en 2017, a los 92 años. A la psiquiatra DeLisi le asombraba que, a pesar de la vida que llevaba, fuese siempre una mujer animosa y bienhumorada. «Tampoco es cuestión de estar hundida las 24 horas al día», acostumbraba a decir Mimi.