Cosecha 1964, el año con más bebés
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Cosecha 1964, el año con más bebés
Viernes, 18 de Octubre 2024, 10:51h
Tiempo de lectura: 10 min
Actriz
XLSemanal. Todavía tiene 59.
Anabel Alonso. Sí, pero ya voy nombrando mucho los 60. Porque eso de que te den la tarjeta dorada y esas cosas impresiona.
XL. ¿Piensa en la jubilación?
A.A. No, no. Cuando tu trabajo es tu vocación, intentas alargarlo.
XL. ¿Cómo recuerda sus primeros pasos?
A.A. Yo venía de Euskadi, Bilbao, Donosti… Ciudades con mucha vida, pero Madrid en esa época no se acababa nunca. Siempre había cosas que hacer, sitios donde ir...
XL. Era el año 87.
A.A. O el 88. Seguía la Movida, había muchas tribus. Pero yo no fui de ninguna. Siempre he sido muy ecléctica. Nunca me sentí de los mods, de los punkis… Yo iba a mi bola.
XL. ¿Y su infancia en Baracaldo?
A.A. Era una época muy divertida. Hacíamos pandillas con los niños del edificio, salíamos a la calle a jugar, volvías a merendar y salías de nuevo… Eso ya no lo hacen los niños de ahora, y es una pena.
XL. Ya no es así.
A.A. Ahora están mucho más controlados por un lado y, al mismo tiempo, tienen acceso a cosas que no deberían tener por edad. En esa ecuación, me quedo con lo que viví yo. Pasábamos mucho tiempo por ahí con gente de nuestra edad. Y poca tele. Veíamos La casa del reloj; Un globo, dos globos, tres globos… y ya. Y no te metían miles de horas de extraescolares.
XL. ¿Y recuerda los primeros amores?
A.A. Uy, claro. Unas palpitaciones, unas vueltas del estómago… Era todo tan inocente. Ese primer beso… Ahora todo es muy apabullante, muy rápido. Se pierden unos años de despertar de la vida, de los amores, del chico que te gusta…
XL. ¿Chico?
A.A. Yo en esa época me orientaba hacia los chicos. En esos años no se hablaba de la sexualidad. Y Baracaldo, Santurce… son sitios más pequeños. Recuerdo que te venía a buscar el chico que te gustaba y te ibas al parque. Paseábamos una barbaridad [ríe]. Luego te tomabas un Kas. Era un despertar a la vida, y no lo estoy idealizando.
XL. ¿Dónde veraneaban?
A.A. En Ledrada (Salamanca), el pueblo de mi madre. Era mi máxima ilusión porque allí podíamos quedarnos por ahí hasta las once de la noche.
XL. ¿Qué hacían?
A.A. Recuerdo las bicicletas, las piscinas… Aquello era un poco Verano azul. Estábamos todo el día por ahí. Nos juntábamos chicos y chicas de Barcelona, Madrid, País Vasco. Y luego nos escribíamos cartas todo el año.
XL. Sus padres perdieron dos hijos, ¿cómo era el ambiente en casa?
A.A. No había mal ambiente, pero eran otros años. No hablábamos de cosas de enjundia. Era una relación de cierta distancia, de autoridad. No llegabas a tratarlos de usted, como ellos a sus padres, pero no había gran confianza para contarles tus preocupaciones… Yo nunca vi a mis padres darse un beso. Yo veía en las películas que se decían «te quiero» y pensaba: «Cómo son los americanos». Mi padre tenía su sitio en la mesa, en el salón…
XL. ¿Eran estrictos con los dos rombos?
A.A. Cuando salían, intentaba ponerme delante para que se despistaran. Yo era el mando a distancia de la televisión. Y la tele se acababa a las doce. Primero hablaba un cura, luego sonaba el himno de España y después se acababa todo.
XL. ¿Recuerda la muerte de Franco?
A.A. Perfectamente. Acababa de cumplir 11 años. No era consciente, claro. Pero recuerdo después cuando empezaron las manifestaciones. Ver desde la ventana a los grises o los botes de humo. Tendría 12 o 13 años.
XL. ¿Participó usted en esas manifestaciones?
A.A. Ay, no. Yo era muy cagada. Sí recuerdo manifestaciones en el instituto, pero no recuerdo qué pedíamos. Era más un jolgorio que otra cosa.
XL. ¿Qué va a cambiar con los 60?
A.A. Impresiona, sabes que te queda menos tiempo de vida del que has vivido.
El pintor histórico más reconocido internacionalmente
XLSemanal. ¿Cómo celebró los 60?
Augusto Ferrer-Dalmau. ¡Ahora resto años! Llevo cinco sin celebrarlo.
XL. ¿Y de niño?
A.F.D. ¡Claro! Los siete de casa, más el perro, las tías solteras… Los fines de semana eran una apoteosis, todos amontonados. Eso ya no existe.
XL. ¿No?
A.F.D. Yo solo tengo un hijo. Recuerdo las Navidades con mucha alegría. No sé cómo mis padres soportaban el follón. Las vacaciones eran otra locura.
XL. ¿Dónde iban?
A.F.D. Un mes a la Costa Brava y otro a la montaña. Mi padre se quedaba de rodríguez. Esos viajes en coche, con la baca y los siete apretujados... Tuvimos tres Seat 124, el coche del baby boom. Somos la generación que mejor ha vivido en la historia de España. La libertad que tuvimos no la ha tenido nadie después. Recuerdo saltar por acantilados de diez metros con nuestros padres mirando tan tranquilos o coger con los amigos la barca de motor con 8 años. Ahora acabas en la cárcel. Eso sí, si te portabas mal, te caía la del pulpo.
XL. ¿Cachetes?
A.F.D. Cachetitos. Asustaba más el grito. La figura del padre y de la madre era poderosa. Había mucha disciplina: la única manera de funcionar con tanta gente. En casa y en el cole. ¡Me expulsaron de dos colegios! Acabé en la academia Alpe, de Barcelona, donde las 'ovejas negras'. Un par de cursos por encima estaba Loquillo, el jugador de baloncesto Epi…
XL. ¿El amor?
A.F.D. ¡Era todo tan light! Un beso era la hostia. Ahora empiezan la casa por el techo, se saltan el cine, el parque… También la música era muy buena.
XL. ¿Qué escuchaba?
A.F.D. Alaska, Loquillo, Los Secretos… Hasta que llegó Grease y pasamos de la moda franquista a aquella ropa rockera [ríe].
XL. ¿Su primer trabajo?
A.F.D. Como diseñador textil, a los 24 años. Me compré una moto con los primeros sueldos. ¡Me parecía una pasta! Mi vida, hasta las Olimpiadas del 92, fue salir, salir, salir.
XL. Luego le tocó hacerse adulto.
A.F.D. A los 30 los padres ya no nos mantenían. De pequeños nos daban la semanada, lo justo para tomar algo y la discoteca. Con cinco en casa... Pero éramos felices. Luego apareció el destape, el porno… ¡Quién de mi generación no ha visto las tetas de la Cantudo! Salimos vírgenes a una nueva España que no existía. Y nos tocó descubrir y hacer. No sé si lo hicimos bien o mal. Nuestra generación construyó el presente. Y seguimos siendo los protagonistas de la política, los medios… Éramos más maduros. Y crecer sin redes sociales nos permitió forjar nuestras propias ideas. Ahora o estás conmigo o contra mí. En mi generación, si eras un tío divertido o una tía enrollada, importaba una mierda si eras de derechas o de izquierdas.
Cantante lírica
XLSemanal. ¿Cómo era la Ainhoa en blanco y negro?
Ainhoa Arteta. Recuerdo el miedo a hablar euskera. Yo vivía en la plaza Justicia, de Tolosa, que ahora se llama plaza Euskal Herria. Frente a nuestra casa estaba la comandancia de la Guardia Civil. En la plaza jugaba con los hijos y las hijas de la Guardia Civil, comía en sus casas… Cuando veía aquellas barbaridades de ETA, no lo podía entender. Mira que soy vasca de 38 apellidos y con familia nacionalista de toda la vida.
XL. ¿Y usted lo es?
A.A. Yo no me pronuncio. Pero creo en el universalismo. He vivido situaciones difíciles. Lasa y Zabala habían sido del coro de mi padre, imagínate si vivíamos esto de cerca. Enfrentar el daño sin ira y sin odio es lo único que nos puede salvar.
XL. ¿En qué se diferencia nuestro baby boom del de otros países?
A.A. Estábamos en pleno franquismo. Las familias eran numerosas y la Iglesia influía mucho en esto. La famosa Transición fue tremendamente delicada, pero había sed de libertad. Y los políticos, de uno y otro lado, tenían muchas ganas de entenderse. Yo me fui pronto a Estados Unidos y, cuando volvía, veía cómo estaba cambiando todo.
XL. Su hijo tiene 14 años. ¿Cómo era usted a su edad?
A.A. Bastante rebelde. Repetí segundo de BUP, no aprobé ni una. Yo quería cantar y tocar la guitarra. Lo demás me daba igual.
XL. Con su padre dio sus primeros pasos en la música.
A.A. Formó un coro cuando yo tenía 12 años. Recuerdo aquellos viajes en autobús, hasta Grecia o donde fuera, con 50 niños. No había cinturones de seguridad ni nada.
XL. Hoy, esos viajes serían imposibles.
A.A. En un 600 nos metíamos toda la familia. Echabas el día para llegar a Madrid. Pero éramos superfelices.
XL. Su padre fue muy exigente como profesor.
A.A. Mucho. Se aprendía con mano dura, y los profesores en el colegio te daban. Todo hay que verlo con perspectiva. Yo hasta hace 15 años no me llevaba bien con mi padre, pero cuando me contó su infancia entendí muchas cosas. Con 6 años se lo llevaron a un convento y no volvió a ver a mi abuela hasta años después. Así creció él. Pero de ahí salió con cuatro carreras. Y era tremendamente severo. Ahora tenemos una relación buenísima.
XL. ¿Salía de fiesta?
A.A. Las liábamos pardas. Veraneaba en Ispáster (Vizcaya) y hacíamos burradas. Estaba el gracioso del grupo, el ingenioso… Yo era la 'culo gordo', porque mi bicicleta pesaba veinte kilos y siempre llegaba la última. Mis mejores amigas son de aquel tiempo.
XL. ¿Qué música escuchaba?
A.A. Cuando murió Maria Callas, lloré; pero, cuando murió Freddie Mercury, también.
XL. ¿En casa eran de televisión?
A.A. Recuerdo los dos rombos. Una vez me mandaron a la cama porque salía Rocío Jurado con un escote hasta media espalda. ¡Eso eran dos rombos!
XL. ¿Muchos novietes?
A.A. ¡Qué va! Me eché un novio a los 16 y me casé con él a los 24. Mi madre, si alguno se arrimaba en el baile, me decía «a tocar... a la banda». Bailábamos con la distancia de seguridad de los brazos [ríe].
XL. Ha cambiado mucho.
A.A. Muchísimo. Me veo fuera de muchas cosas. Soy analógica y mis hijos me tienen que ayudar con el móvil. Ahora, los chavales hablan de sexo líquido, poliamor… Y me parece bien, respeto la libertad de cada uno.
XL. Tuvo un susto de salud serio hace pocos años.
A.A. Le dijeron a mi familia que me quedaban tres horas de vida, pero en el último momento la penicilina obró el milagro. Y aquí estoy, con mucho por cantar. Cuando salí del hospital, les dije a mis hijos que, cuando muera, nada de llorar. Una gran fiesta y barra libre.
Uno de los mejores chefs del mundo
XL. El Celler también cumple años.
Joan Roca. En un par de años, 40. ¡Yo tenía 22 y Pitu (su hermano), 20! ¡Se nos ocurrió abrir un restaurante gastronómico en un barrio obrero de una pequeña ciudad en el año 86!
XL. ¿Tenían claro que era lo suyo?
J.R. Tuvimos suerte porque en Girona había una escuela de cocina. Y la proximidad con Francia nos permitía ir a comer a los tres estrellas Michelin. Como no había dinero para hoteles, cogíamos el Peugeot 405 de mi padre, y volvíamos por la tarde. Es una etapa que asocias a los mejores años de tu vida.
XL. Su otra escuela: el restaurante de sus padres.
J.R. Siguen siendo nuestros héroes. Esa generación que nació en la Guerra Civil no lo tuvo nada fácil. Mis padres venían del ámbito de Girona rural. Y se establecieron en el barrio. Mi madre se adaptó a la clientela andaluza y les ofrecía riñones al jerez y cosas así. Aquí nacimos y crecimos. Vivíamos encima del bar. Nuestra cocina y nuestro comedor eran el bar. Ahí veíamos el Un, dos, tres y hacíamos los deberes. Jugábamos con chapas en medio de los clientes, los taburetes hacían de portería y, cuando nos los quitaban, nos mosqueábamos. El bar no cerraba ningún día. Es la historia de muchos bares y restaurantes de nuestra época. Esa es nuestra generación. Tuvimos que currárnoslo, pero tenías opción de prosperar.
XL. ¿Hoy no?
J.R. Hoy, aunque te lo curres, es todo más incierto para los jóvenes. Aun así, soy optimista, creo en el talento, la energía y esa mirada de los jóvenes que quieren vivir y comerse el mundo. Se toman un año sabático y se van a viajar. ¡Qué bien! Eso era implanteable. Hay quien piensa que esto los hace blandos, pero la sociedad cambia. Yo he estado 35 años haciendo 14 o 16 horas cada día, y esto no se lo puedes pedir a ningún joven. Ya no tiene sentido.
XL. Vivió el gran cambio del país siendo adolescente.
J.R. ¡Imagínate España en los ochenta! ¡Era Hollywood! Todo era ilusión, inocencia, ganas de soñar y hacer. Quizá inocentemente, pensábamos que era posible cumplir tus sueños.
XL. ¿Cómo era de adolescente?
J.R. Muy tímido. Es una de las razones por las que me metí en cocina. Me pasaba las tardes en casa, cocinando y montando maquetas. Luego empecé a salir.
XL. ¿Era ligón?
J.R. Era muy enamoradizo [ríe].
XL. ¿Hizo la mili?
J.R. Fui cocinero del capitán general en Valencia. Te acojonas, claro. Era recluta y el capitán general impresiona. Tengo mucho cariño a Valencia por eso.
XL. ¿Cómo eran las merendolas?
J.R. ¡Comíamos cochinadas! Y Tigretón, Bony, Pantera Rosa… Los vendíamos en el bar y los comíamos. Yo era de Tigretón. Comíamos eso y, a pesar de eso, seguimos aquí.