Mis 16 años vistiendo a Diana Anna Harvey, estilista de la princesa de Gales "Cuando se puso el primer vestido sexy, la atacaron. Y ella lo entendió: podía enviar mensajes con la ropa"
La princesa de Gales pasó de ser tímida aristócrata a un icono de la moda. Ahora, cuando se cumplen 25 años de su muerte, recuperamos el testimonio de la mujer que obró 'el milagro': su estilista, Anna Harvey, fallecida en 2018.
Martes, 30 de Agosto 2022, 09:52h
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Conocí a Diana una mañana en el despacho de Beatrix Miller, entonces directora de Vogue, donde yo trabajaba como editora de moda. Diana estaba allí sentada, en compañía de su madre. La habíamos fotografiado para un reportaje sobre las chicas de la alta sociedad, y el compromiso real se anunció el mismo día en que el reportaje salió publicado. Madre e hija me explicaron que andaban buscando unos zapatos a juego con un vestido de noche; Diana sacó del bolso un retal de seda color albaricoque para que me hiciera una idea. En ese momento empezó nuestra relación laboral. Fui corriendo a la tienda de Manolo Blahnik y, sin saber que estaba haciendo historia de la moda, el español le confeccionó unos zapatos a juego con el vestido. A partir de entonces, Diana y yo trabajamos juntas durante 16 años.
Pero yo no intervine en su vestido de boda. Enviaron a la princesa al estudio de Emanuel antes de que yo me involucrara. A la prensa no le gustó mucho, porque estaba lleno de arrugas. Pero es lo que tiene el tafetán fino como el papel. Mi primer trabajo fue reunir su ajuar: ropa para su luna de miel. Iban a zarpar en el yate Britannia y visitar puertos del Mediterráneo. Diana pasaría gran parte del tiempo junto a la piscina, pero luego necesitaría algo arrebatador para las noches. Por entonces había una tienda fantástica llamada Mexicana, donde confeccionaban unos maravillosos vestidos mexicanos blancos plisados. Compramos dos o tres, y unas cuantas blusas de campesina, y se los enviamos. Nunca vi que se los pusiera, pero a su vuelta me escribió una carta amabilísima diciendo que todo había sido perfecto.
Embajadora de la moda británica
Al principio había gran indecisión. Ninguno de nosotros sabíamos mucho de etiqueta real. «Vamos a Balmoral y voy a necesitar ropa para el té», nos decía, y entonces teníamos que adivinar a qué estilo estaba refiriéndose. Recuerdo que muy pronto decidió no llevar guantes. En la familia real todas los llevaban, pero Diana no. En 1983, durante una visita a Australia vistió un modelo blanco y asimétrico con un hombro desnudo creado por un diseñador japonés poco conocido y afincado en Londres llamado Hachi, a quien yo le presenté. Causó sensación. Fue el primer vestido largo, ajustado y sexy que Diana se ponía delante de todo el mundo.
Fue una prueba de que Diana estaba creciendo y convirtiéndose en una mujer. Atrás quedaba la joven de 19 años debutante en la alta sociedad. Sin embargo, el vestido no fue bien recibido. Era vanguardista para la moda de entonces, y muchos lo tildaron de «excesivo» para la princesa de Gales.
Estaba demasiado guapa. Pero ella aprendió la lección: se dio cuenta de que, si era lista, podía enviar un mensaje con lo que llevara puesto.
«Ahora veo algunas piezas con hombreras y me pregunto: ¿Cómo se nos ocurrió ponerle eso?»
Solíamos reunirnos cada vez que iba a hacer un viaje importante, y yo me presentaba en palacio con un montón de looks. Pasábamos la mañana probando una cosa tras otra. Cierta vez se puso un vestido en terciopelo negro con una falda en tafetán gris de Murray Arbeid. «¿Te importa si llamo a mi marido para que eche un vistazo?». El príncipe Carlos entró y sonrío divertido al ver a su mujer envuelta en este vestido extraordinario, mientras yo estaba en el suelo ajustándole la falda.
Hubo algunas elecciones menos afortunadas. Hoy veo esas piezas con las hombreras enormes y me pregunto: «¿Cómo demonios se me ocurrió hacer que se pusiera algo semejante?». Pero si hablamos de éxitos, nunca olvidaré el vestido de terciopelo azul de Victor Edelstein que lució en la Casa Blanca cuando bailó con John Travolta. A partir de entonces se convirtió en embajadora de la moda británica.
Al igual que la reina, Diana sabía que la gente hacía cola durante horas bajo la lluvia, con frío o calor, solo para verla. Por eso incorporó color a su vestuario. También le gustaba el estilo travieso. En la botadura de un barco causó sensación con un modelo a rayas blancas y azules acompañado por un gorrito de marinero. Con el tiempo, Diana se fue volviendo más osada, más segura. Un día, su peluquero me comentó: «¿No te parece que estaría guapísima con un Versace?». A partir de ese momento, muchos de sus vestidos fueron de Gianni Versace.
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