Joaquin Phoenix vs Marlon Brando Ridley Scott lleva al emperador al cine Convertirte en Napoleón sin volverte loco
El actor Joaquin Phoenix se enfunda el bicornio de Napoleón en la nueva película de Ridley Scott, bajo el peso de las comparaciones con Marlon Brando y la locura a la que sucumbió el primer actor que interpretó al emperador francés.
Napoleón es uno de esos personajes solo para valientes. Icónica figura universal de inabarcable dimensión histórica y gran complejidad psicológica, interpretarlo suena a reto de colosales proporciones. Así se lo ha tomado Joaquin Phoenix, actor adicto al riesgo y a los personajes atormentados, elegido por Ridley Scott para revivir al emperador francés en su próxima película, cuyo estreno está previsto para el próximo noviembre.
Se critica la elección de Phoenix por su edad. Tiene 48 años y la película narra el ascenso al poder del personaje, desde su juventud hasta su muerte con 51 años
De momento, ya se critica a Phoenix por su edad –tiene 48 años, cuando la película narra el ascenso al poder del personaje, que dio sus primeros golpes de efecto con apenas 24 años y murió con 51– e inexactitudes históricas varias detectadas en el trailer en materia de peinados, vestuario, citas o detalles de batallas que lo sitúan en desventaja inicial a la hora de competir con Brando.
Es el suyo el Bonaparte más recordado, una interpretación que el gran Laurence Olivier describió con este entusiasmo: «Marlon es un genio capaz de interpretar a un genio. Su Napoleón es el mejor que he visto en mi vida. Simplemente maravilloso».
Al desafío se le añade, además, el morbo de ver si el ganador de un Oscar por Joker resistirá las comparaciones con Marlon Brando, cuya recreación bonapartista en Desirée (1954), junto a la siempre cautivadora Jean Simmons, fue decisiva en su asalto definitivo al estrellato.
Brando, al fin y al cabo, reflejó de forma magistral la frustración del emperador ante la ineptitud ajena y su aburrimiento al lograr lo imposible con aparente facilidad. Napoleón en su piel alterna los modos de una estrella de rock con el aplomo de un implacable ajedrecista que va siempre varios movimientos por delante. Ni siquiera el uso de una nariz falsa le impidió brillar.
Entre cinéfilos e historiadores del cine, sin embargo, tiene más peso la incómoda intensidad de Albert Dieudonné en la muda y kilométrica Napoleón, obra maestra que Abel Gance rodó en 1927. Tanto le marcó el papel al actor francés, en parte por la entusiasta respuesta de la audiencia, que pidió ser enterrado con el traje que había utilizado en la película. ¡Y eso que murió en 1976! Muchos de sus colegas, de hecho, declararon en su día que tras interpretar al mito francés, Dieudonné fue devorado por la personalidad del emperador y escapó por muy poco de la locura.
Ian Holm (tres veces), Herbert Lom (dos), Charles Boyer e incluso un jovencísimo Dennis Hopper, además de una pléyade de actores franceses, también fueron Napoleón, pero, sobre todo, siempre nos quedará la incógnita de saber qué habría hecho Jack Nicholson de culminar Stanley Kubrick su megalómano proyecto truncado sobre la vida del más célebre de los corsos.
El director británico soñó tan a lo grande –«Voy a hacer la mejor película jamás realizada», declaró–, que se le fue la mano con el presupuesto. MGM y United Artists rechazaron los 5 millones de dólares de 1971 que iba a costar, incluyendo el uso de más 30.000 extras y estrellas como Audrey Hepburn, que ya semirretirada rechazó el papel, y todo se canceló.
Influyó de forma determinante en la negativa el fracaso de taquilla de Waterloo (1970), épica y carísima recreación de la batalla que cambió el curso de la historia europea, con Rod Steiger, ganador de un Oscar dos años antes por En el calor de la noche, en la piel del corso, y Orson Welles en la de Luis XVIII.
Tenso y frenético, emotivo y nervioso, humillado incluso, el Napoleón de Steiger fue muy bien recibido, rivalizando incluso entre algunos críticos con el de Brando. La falta de aclamación en las salas, sin embargo, convirtió la producción, de colosales escenas bélicas rodadas en Ucrania durante siete meses, con 15.000 soldados soviéticos de infantería y 2.000 de caballería, en la excusa perfecta de los estudios para darle carpetazo al proyecto de Kubrick.
La figura del emperador francés lleva desde entonces pidiendo una película a la altura del personaje. Abundan las comedias que utilizan su figura en tono satírico, como Los héroes del tiempo, de Terry Gilliam o El traje nuevo del emperador (con Ian Holm como ridículo Bonaparte en ambas) o Las alucinantes aventuras de Bill y Ted, pero tras los sonoros fracasos de Waterloo y Kubrick nadie se había atrevido hasta hoy a dedicarle una película que aborde el personaje con seriedad.
Es lo que pretenden Scott y Phoenix en una cinta que parece seguir la estela de Abel Gance al cubrir un amplio arco temporal en la vida del mito. Scott, eso sí, ha admitido haber reescrito el guion para ponerlo al servicio del proceso creativo del intenso y excéntrico Phoenix. «Rehicimos la película para ayudarlo a centrarse en quién era Bonaparte –revela el director de Alien, Blade Runner o Gladiator–. Y tuve que respetarlo, porque lo que proponía era increíblemente constructivo. Lo hizo todo más grande y mejor a base de cuestionarlo todo». Cuenta para ello, además, con un presupuesto superior a los cien millones de dólares, una cifra que, sin duda, debe haber agitado el eterno descanso de Kubrick.
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