La inteligencia emocional de las mascotas Tu perro sabe qué expresión poner para conseguir lo que quiere de ti
La evolución ha favorecido la expresividad... y tu perro finge. A esa conclusión ha llegado una investigación que compara los gestos de perros, lobos y humanos.
Cuando tu perro te pone ojitos de cachorro, puede que esté triste, pero lo más probable es que te esté manipulando. Tu perro finge, un rasgo de inteligencia. Y no solo lo hace adrede, también sabe que es irresistible. Es un actor consumado que ha perfeccionado su repertorio de gestos, miradas y sonidos durante milenios. Y logra transmitir emoción, dramatismo o urgencia a cambio de una recompensa: comida, un paseo, juego, caricias.
Los perros, gracias a sus músculos faciales, son más espontáneos que nosotros a la hora de gesticular y expresarse
Esta es la conclusión de un equipo internacional de antropólogos y biólogos evolutivos de la Universidad de Duquesne (Estados Unidos), dirigido por Anne Burrows, que ha estudiado secciones transversales de los músculos faciales de perros, lobos y humanos. Y ha comprobado que los perros tienen más fibras de contracción rápida. Más incluso que los humanos, lo cual es sorprendente porque los humanos tenemos muchas en torno a los labios y las mejillas que nos permiten sonreír y hacer mohínes... Y, desde luego, muchas más que los adustos lobos. Esto dota a las expresiones caninas de una gran espontaneidad.
Es tu perro el que te domestica a ti
No siempre fue así. Las razas más antiguas, como los huskys, mastines y chow chows, son menos expresivas. Pero la evolución ha favorecido ese rasgo. Por una buena razón: romper el hielo entre especies cuyos intereses podían entrar en conflicto. «Los perros son nuestros compañeros más cercanos. Investigar las sutilezas de ese vínculo también nos ayuda a entender nuestra evolución como seres humanos», explica Burrows. El grupo de investigación ha estudiado cómo la anatomía de los perros se ha ido modificando a lo largo de la historia (no tanto la de los lobos) y cómo estos cambios han tenido consecuencias.
Todavía es objeto de debate dónde, cuándo y cómo los seres humanos y algunos lobos empezaron a cooperar. Hace entre 15.000 y 35.000 años, en regiones de Europa y Asia, tribus de Homo sapiens y algunos Canis lupus, los menos ariscos de la manada, estrecharon lazos, seguramente porque a ambos les convenía. Juntos cazaban, comían y se protegían de los depredadores. Algunos nos miraron a los ojos (los lobos no lo hacen) y a partir de ese momento empezaron a descifrar nuestros rostros y fueron adoptando expresiones que provocaban reacciones en sus dueños. Con el tiempo, y mediante ensayo y error, lograron obtener la reacción deseada.
«La comunicación gestual es un rasgo muy infrecuente entre especies no emparentadas. Los perros obtienen pistas de nuestras caras y, a su vez, son capaces de darnos pistas a nosotros. Para ello han tenido que modificar su musculatura facial», explica la antropóloga. Finalmente, con una convivencia tan estrecha y prolongada, la domesticación se convierte en un proceso dual. Por eso el perro consigue, con sus artes escénicas, que te levantes de la cama y lo saques a pasear.
LA SEDUCCIÓN CANINA EN TRES PASOS
La mirada del 'chico Martini'
El poder de levantar las cejas
Burrows y su equipo han descubierto que una gran variedad de razas de perros tienen un conjunto de fibras musculares en torno a los ojos que les permiten levantar las cejas. Los lobos no tienen ese atributo. Esto sugiere que, durante el proceso de domesticación, los humanos seleccionaron a individuos con rasgos más amistosos, como el simpático enarcamiento de las cejas, así como dientes y hocicos más pequeños.
Esa sonrisa ladeada...
Fibras rápidas para la espontaneidad
Estudiando las secciones transversales de los músculos faciales, los investigadores han descubierto que los perros tienen una gran cantidad de músculos de contracción rápida en la cara. Las fibras rápidas permiten una mayor espontaneidad, pero también causan una mayor fatiga. Pruebe a mantener la sonrisa un minuto y lo comprobará. En los humanos también abundan las fibras rápidas, pero se privilegia el uso de fibras lentas. Esto tiene una explicación: «Los humanos utilizamos el habla, y eso significa que tenemos que ralentizar los labios para poder articular claramente los sonidos».
Y esa voz irresistible
Ladridos en vez de aullidos
Los antropólogos sospechan que los humanos favorecieron para la domesticación a los lobos que tenían vocalizaciones más cortas. La razón es que buscaban animales que pudieran avisarlos de cualquier amenaza repentina. El aullido corto pasó a convertirse en un ladrido. Los ladridos caninos componen un lenguaje de gran sofisticación en comparación con la pobreza semántica de los lobos, que solo ladran en contadas ocasiones (para alertar a una manada cercana).
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