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La salvación que vino del cielo 75 años del bloqueo de Berlín Así se montó el mayor puente aéreo de la historia y el primer jaque a Stalin

En junio de 1948, Stalin impuso un bloqueo absoluto sobre Berlín Occidental, convirtiéndolo en una isla rodeada de tropas soviéticas y sin acceso a comida ni energía. Los aliados respondieron organizando el mayor puente aéreo de la historia. Así se ganó lo que parecía el primer jaque mate de la Guerra Fría.

Viernes, 05 de Mayo 2023

Tiempo de lectura: 5 min

De pie entre los escombros, asomados a unas ventanas sin cristales o arremolinados frente a los centros de reparto de alimentos, los habitantes de Berlín Occidental seguían el vuelo de los primeros aviones de carga que llegaban desde el Oeste y se preguntaban si conseguirían salvar su ciudad. Porque iban a hacer falta muchos aviones como aquellos, cientos de ellos cada día. Iba a hacer falta un milagro. De la logística, pero milagro. Y a esas alturas pocos berlineses creían ya en los milagros.

Motivos no les faltaban. La guerra había terminado hacía tres años, pero la antigua capital del Tercer Reich seguía siendo un mar de ruinas. Un tercio de sus más de cuatro millones de habitantes había huido o perdido la vida durante los bombardeos; varias decenas de miles más habían muerto de hambre y frío durante el terrible invierno de 1946-1947.

Desde junio de 1948 a mayo de 1949, los 2,2 millones de habitantes de Berlín Occidental recibieron la comida y el combustible por avión

La situación económica seguía siendo dramática y los servicios básicos apenas funcionaban, el mercado negro era el único sector floreciente. Para empeorar las cosas, la ciudad era ahora el escenario del choque entre los dos bloques irreconciliables nacidos de la Segunda Guerra Mundial. Y ellos, los habitantes de Berlín Occidental, se habían convertido en rehenes de la estrategia de Stalin para imponer su hegemonía en Europa.

El origen de la difícil situación a la que se veían enfrentados en aquel verano de 1948 se encontraba en el tablero de juego surgido en los últimos meses de la contienda. En la conferencia de Yalta, de febrero de 1945, las cuatro potencias que luchaban contra los nazis acordaron repartir el territorio alemán en zonas de ocupación: soviética al este; y norteamericana, británica y francesa al oeste. La misma solución se extendió a Berlín.

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El saco 'un millón'. Se enviaron unos dos millones de toneladas de carbón y víveres. Aquí, un alemán acarrea el saco 'un millón'.

Aunque había sido conquistada por los soviéticos y quedaba por entero en su zona, fue dividida también en cuatro sectores. Para Stalin, aquella era una solución provisional, confiaba en poder presionar a los aliados occidentales hasta que acabaran abandonando la ciudad y aceptando su integración en una Alemania unificada que, por supuesto, terminaría dentro de la órbita soviética. Pero no eran esos los planes de Truman y sus aliados europeos.

La ciudad, destrozada por la guerra, solo contaba con reservas de comida para 30 días

Aunque el presidente norteamericano no sabía muy bien qué hacer con Berlín Occidental, prácticamente una isla en territorio cada vez más hostil, sí tenía claro que no podía dejar el corazón de Europa en manos soviéticas. Lo mismo pensaban británicos y franceses. Conscientes de que necesitaban una Alemania fuerte en su bando, a principios de 1948 los tres países acordaron integrar sus respectivas zonas y avanzar hacia la creación de una República Federal. Aquello no encajaba con la visión de Europa que tenía Stalin.

Una idea ambiciosa y descabellada

Cuando los aliados dieron un paso más y anunciaron la introducción de una nueva moneda con el fin de sanear la economía de la parte occidental, desvinculándola de la oriental, el líder soviético decidió responder con contundencia: ordenó cerrar los corredores terrestres que unían Berlín Oeste con las zonas aliadas. El bloqueo era total, afectaba tanto a la entrada de personas y mercancías como al abastecimiento energético. Media ciudad se vio de golpe aislada del mundo exterior, con reservas de comida para 30 días y carbón para 45. Era el 24 de junio de 1948.

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Leche para el verano. Un avión Douglas C-47 cargado de leche en agosto de 1948. Hubo 200.000 vuelos de ayuda a Berlín Occidental.

Los aliados se enfrentaban a lo que parecía un callejón sin salida. Forzar la entrada de suministros no era viable, podría desembocar en una guerra que nadie quería. Solo había una solución: si no se podía abastecer a Berlín Oeste por tierra, habría que hacerlo por aire. Era una idea tan ambiciosa que rozaba lo descabellado. Se calculaba que, para sobrevivir, los más de dos millones de habitantes de la mitad occidental necesitaban 1500 toneladas de alimentos y por lo menos 3000 de carbón y combustible… cada día. Un desafío enorme, pero había que intentarlo. Truman dio luz verde al proyecto, los británicos se sumaron. Había comenzado la Operación Víveres.

El 25 de junio, los primeros C-47 aterrizaron en la ciudad llevando 80 toneladas de carga. Con el paso de los días se fueron sumando más y más aviones. La segunda semana ya llegaban 1000 toneladas diarias de suministros, todavía muy lejos de lo necesario. A mediados de agosto, los resultados abrían una puerta al optimismo: el número de vuelos diarios superaba los 700 y la marca de las 4500 toneladas mínimas estaba cada vez más cerca.

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Plan Marshall en Berlín. Berlineses leen sobre el Acuerdo de Londres de 1948, donde se decidió incluir Berlín Oeste en el Plan Marshall.

A pesar de todo, Stalin seguía convencido de que los aliados acabarían tirando la toalla o de que los berlineses terminarían echándose en sus brazos reclamando comida y calefacción cuando llegara el invierno. No se produjo ni lo uno ni lo otro. La entrada en servicio de nuevas pistas de aterrizaje y la construcción de un tercer aeropuerto, para lo que se usó maquinaria transportada por piezas, permitieron incrementar el ritmo hasta convertir el puente aéreo en un carrusel continuo de aviones.

Además, el invierno de 1949 fue muy suave. Pero, sobre todo, el compromiso mostrado por los aliados se había ganado el corazón de unos berlineses dispuestos a resistir y seguir adelante a pesar de las estrecheces.

Para cuando llegó la primavera, ya era incuestionable que el bloqueo había fracasado. Con un avión aterrizando cada 30 segundos, la ciudad no solo no se había rendido al hambre, sino que incluso estaba mejor abastecida que antes. En paralelo, la economía occidental cogía impulso mientras la oriental se estancaba. Finalmente fue Stalin quien tuvo que dar su brazo a torcer. A las cero horas del 12 de mayo de 1949, los soviéticos levantaron el bloqueo y restablecieron el suministro eléctrico. Berlín Occidental había superado el primer intento de jaque mate. Pero vendrían otros. La Guerra Fría no había hecho más que empezar.


Bombardeo de chuches sobre Berlín

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Gail Halvorsen (arriba) era uno de los pilotos norteamericanos que aterrizaban a diario en Berlín. Cuando podía, a los niños que miraban los aviones desde el borde de la pista les daba chicles y chocolates. Un día se le ocurrió lanzar los dulces desde su avión atados a pequeños paracaídas. Miles de niños americanos empezaron a mandarle donativos y se sumaron los fabricantes de dulces. La Operación Pequeños Víveres arrojó sobre Berlín más de 12 toneladas de golosinas.