Miércoles, 05 de Abril 2023, 13:18h
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Han perdido las energías renovables el fulgor con que se las percibía hace solo unos años, cuando eran la solución potencial para reducir nuestra dependencia de fuentes fósiles y para reducir emisiones. Ahora que empiezan a ser una alternativa efectiva, y cada vez más importante, afloran los inconvenientes, los peajes y las servidumbres que aerogeneradores y paneles provocan en los territorios donde se instalan. El fenómeno, el descontento, ha llegado incluso al cine, gracias a dos de las cintas más celebradas del año pasado en España, Alcarràs, de Carla Simón, y As bestas, de Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña. Una lectora se suma en tono airado a las objeciones. Y, antes de descartarlas a la ligera, quizá deba analizarse si se están teniendo en cuenta todos los costes, cómo cabría reducirlos y su justo reparto.
Las cartas de los lectores
Malos tiempos… y ¡ahora la pesca!
Me sumo al sentir del señor Joaquín García, de Burgos, en su carta del 25 de febrero pasado: Malos tiempos para la lírica. De molinos de viento vamos sobrados. Han invadido nuestros campos y el paisaje sin consultar a los ciudadanos para nada. Nos engañaron con aquello de que eran para ‘abaratar’ el precio de la luz. El recibo de la luz no bajó, sino que subió y subirá camuflado entre los múltiples impuestos para pagar el enorme costo de esas monstruosas estructuras que ya van a ser de más de 200 metros de altura (y más ruido y vibraciones). Han destrozado el paisaje de nuestros montes, y están fastidiando el turismo rural del que empezábamos a estar satisfechos. Díganme quién va a querer veranear junto a eso. Cómo se va a llenar ahora la España que previamente se entretuvieron en vaciar con el abandono de todo. Y hay otra cosa de la que hasta que pasen unos años no veremos el efecto: se están alterando las migraciones de las aves. Esas que consumen los mosquitos y cosas que pueden formar plagas que nos manden a la mierda (palabra aceptada por la RAE). Ni prevención ni idea de nada hay. Pero ¿adónde irán las subvenciones? Ahora van a aumentar la ‘flota’ en el mar. No la de barcos: la de molinos. Acabarán con la pesca de muchas familias, pero ¿qué le importa a nadie? Ahora nos hablan de ‘hidrógeno verde’, palabra casi bonita que esconde el hecho de que van a sembrar media España de placas solares para vender luego energía a países que no quieren estropear sus campos. («Estos idiotas españoles, que todo lo tragan, se tragan también las placas»). Yo creo que sería mejor que cada danés, francés, alemán que quiera energía más barata se coloque una plaquita o un molinillo en el mismo culo (palabra aceptada por la RAE también).
María González de la B. Granada
El sistema ha fallado
Estoy cansada de lo lenta que es la Administración. En mi familia tenemos un joven de 17 años diagnosticado del síndrome de X frágil que se agrede a sí mismo, es un peligro para los demás y para él (lo ha dicho el psiquiatra) y nadie nos ayuda. Yo, que soy su tía, estoy enferma, tengo un 48 por ciento de discapacidad y un grado de dependencia 2 (lo único que puedo hacer para ayudar es escribir estas palabras). Su padre es pensionista y mi hermana no puede trabajar por enfermedad. Imposible con nuestras enfermedades gestionar los papeles para una residencia y menos aún con nuestros ingresos pagarla. Además, a la hora de reclamar nos dicen que la Administración está colapsada y que hay lista de espera. Me siento triste, frustrada, engañada por el sistema. En mi familia ocurrirá una desgracia y luego dirán que el sistema ha fallado. Pido ayuda para mi sobrino antes de llegar a eso.
Lidia Ruiz Sánchez. Barcelona
Elecciones a la vista
Estamos en la precampaña del juego sucio, ahora todo son reproches del «yo más y tú menos» y «hasta la victoria y más allá». Falsedades sobre las promesas que van a realizar en las próximas fechas y denuncias de aquello que tampoco hicieron. El mismo partido del «toma y daca». Los mismos discursos esperanzadores guardados en el cajón de las mentiras de cada cuatro años... Tirando de los actores políticos del pasado que precisamente no son la mejor versión de este país. Tampoco nosotros. Nos quejamos. Nos manipulan. Nos mienten. Nos empobrecen, pero les seguimos votando. Ya no nos manifestamos como antes, tragamos con todo, y con lo que venga. «Es que cada uno va a su bola», ¡menos yo, que voy a la mía! Como cada cuatro años, ya sean municipales, autonómicas o estatales, estos que se autodenominan 'patriotas' tendrán la misma gresca, la misma mala imagen, todos y cada uno con la verdad absoluta y la solución definitiva a nuestros problemas, pero que ni las comparten ni aúnan fuerzas para el bien común. Todos sabemos cómo termina el cuento antes de empezar, con un buen almuerzo entre los ganadores y la coalición que toque. Cuatro años más de buen salario y poco trabajo. Y los demás, o sea nosotros, como siempre, sacándonos las castañas del fuego como cada uno pueda, es decir: trabajando duro y sin robar nada a nadie.
Rafa González Merino. Irún (Gipuzkoa)
Atropellos a peatones
Los importantes cambios que se han producido en los últimos años en la movilidad individual de los ciudadanos, han servido para facilitar los desplazamientos y reducir el uso del automóvil en las ciudades. La red de carriles bicis ha ayudado a que el uso de bicicletas y patinetes eléctricos hayan proliferado en los últimos años. Este fenómeno social también ha producido efectos indeseados en forma de incidentes, colisiones y atropellos. Según los datos publicados, en el año 2022, los patinetes eléctricos y bicicletas, han producido en Zaragoza, 3281 y 1289 casos, respectivamente, y se han registrado más de 300 atropellos a peatones. Debe tenerse en cuenta que de toda esta 'explosión de movilidad individual' el gran perjudicado ha sido el peatón. Son muchos los incidentes y los sustos que han sufrido los peatones, que es la parte más indefensa y débil de este nuevo sistema de movilidad. La importancia de los datos (4570 incidentes en un año), exige que se tomen medidas por parte de las autoridades competentes, en cuanto a mayor vigilancia policial de estos vehículos, que en muchas ocasiones conducen temerariamente e incluso incumpliendo las normas de tráfico que deberían respetar. Y como vehículos que son, opino que deberían tener todos ellos una placa que los identificase y un seguro de responsabilidad para los accidentes que puedan causar. Es un tema pendiente que quien corresponda debe resolver cuanto antes.
José Martin Escudero. Zaragoza
Las leyes imprimen carácter
Hace poco me encontré con un amigo que me anunció el embarazo de su mujer, esto no sería sorprendente si no fuera porque yo le anunciaba el embarazo de la mía, que en ese momento debía llevar como un mes y el de mi amiga superaba ya los tres. A mi amigo lo veo frecuentemente, aquí reside para mi la extrañeza de que no nos comunicara antes la buena nueva, a nosotros nos faltó tiempo para hacerlo, mi amigo esperó, según nos dijo, el tiempo prudente para asegurarse la viabilidad del embarazo y del niño. En España se puede abortar hasta las 14 semanas, aborto libre y voluntario a decisión de la mujer. Mi amigo no tenía, ni tiene, ninguna intención de abortar, pero su elección de tres meses no es casual. Las leyes educan, generan hábito e imprimen carácter. Finalmente, mi segundo hijo de momento no nacerá, la pena con la que recibimos mi esposa y yo esta noticia contrasta con la sorprendente naturalidad de la mayor parte de aquellos, incluidos aquellos que más te quieren, a los que les hacemos conocedores. La vida en su estadio más indefenso pierde protección, sobre ella bajamos la guardia y nos hacemos más insensibles. Les podría contar que vivimos en casa con una madre de 95 años, de la que muchos consideran que ya ha vivido bastante cuando te preguntan por su salud. Las normas generan cultura y nos condicionan, ya vamos viendo sus efectos, de momento en nuestra sensibilidad. Queramos o no, valoraremos menos la vida en general y especialmente en sus extremos, y quienes legislan lo saben.
Juan Marcos Lizarbe Lasa. Zaragoza
Las cuatro reglas
Mis padres fueron labradores. Les tocó vivir en su infancia los rigores de la posguerra. Apenas pudieron ir al colegio, porque tenían que arrimar su hombro de niño en la maltrecha economía familiar, ayudando en las faenas del campo, recogiendo las olivas escarchadas, la mies dorada bajo el canto de los grillos. Aprendieron en un encerado cetrino y descascarillado por el salitre, las cuatro reglas que ellos llamaban: sumar, restar, dividir, multiplicar y leer. Ahora cuando acudo al trabajo, me encuentro con las mamás y papás que llevan a sus hijos al colegio, con los jóvenes que van al instituto o a la universidad, 'empantallados' en sus móviles, que paulatinamente van renovando la sociedad. Al parpadear en mis pupilas, siento el peso líquido de las lágrimas contenidas al ver que mis padres y los de su generación, con menos formación, tenían más valores para construir una humanidad más justa. Todo tenía su utilidad, porque sabían el trabajo que costaba obtenerlo. Mucho nos queda por mejorar. Tal vez sea necesario martillear la necesidad de forjar buenas personas en la fragua de la educación, que su mayor riqueza sea ser ecuánime.
José Mariano Seral Escario. Correo electrónico
Por qué la he premiado… Porque nunca serán demasiados los recordatorios a los responsables, para que tomen conciencia de lo que estamos haciendo (y omitiendo) con quienes de nosotros dependen.
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